Dom 07.08.2005

SOCIEDAD

Después de tres días atrapado, el submarino ruso logró emerger

En una operación compleja y accidentada, un submarino robot inglés cortó los cables y lo liberó. Los siete tripulantes estaban todavía con vida.

Después de una larga y compleja operación en un mar cada vez más tormentoso, el pequeño submarino ruso AS-28 Priz fue rescatado con sus siete tripulantes vivos. El protagonista de la hazaña de liberar al batiscafo atrapado a 190 metros de profundidad en el Pacífico norte, cerca de Kamchatka, fue el sumergible robot teledirigido Scorpio-45, de la Armada británica. La operación realizada fue complicada y accidentada.
El robot británico se sumergió al alba y comenzó a cortar los gruesos cables de acero que atrapaban el Priz. Los cables forman una suerte de grilla o antena para la escucha pasiva de submarinos, y una parte había sido remolcada por un buque ruso en un intento fallido de liberar al submarino. Cuando todo indicaba que el Priz podría emerger, se descubrió que además estaba enredado a proa en una red de pesca oceánica. En ese momento, el Scorpio-45 tuvo un desperfecto técnico y tuvo que emerger para ser reparado.
El personal británico, operando desde la superficie en un buque ruso, arregló en pocos minutos el problema y volvió a enviar al Scorpio al fondo del océano pasada la medianoche, hora argentina. De inmediato, los buques rusos que operaban en el lugar comenzaron a apartarse para facilitar la salida a superficie del Priz. Se esperaba que la nave pudiera subir por simple flotación, aunque no funcionaran sus motores.
Los siete tripulantes del submarino que se hundió el jueves ya estaban en una situación crítica. Para ahorrar energía, habían cortado todos los sistemas internos de la nave, incluyendo la calefacción. En una oscuridad casi total, esperaban su rescate acurrucados en una pequeña cabina para conservar el calor ante el extremo frío de las aguas locales. Los submarinistas redujeron sus movimientos al mínimo indispensable para conservar energía y el ya escaso aire de la nave y se comunicaban por radio sólo para responder a órdenes del comando de la marina. La última, y muy bienvenida, fue la de prepararse para emerger.
El accidente del Priz tuvo lugar casi exactamente cinco años después del Kursk, el submarino nuclear que sufrió una explosión interna a poco de salir de puerto y se hundió en el Mar Artico. Algunos de sus 118 tripulantes lograron sobrevivir en una parte no inundada de la nave, pero pese a los frenéticos esfuerzos internacionales no pudieron ser rescatados. Irónicamente, el Priz fue una de las naves de rescate que participaron en el fallido operativo.
Mientras efectivos norteamericanos llegaban a Kamchatka con otros dos Scorpio-45 para ayudar en el rescate, los rusos descartaban por peligroso un plan alternativo para volar con explosivos los anclajes de cuarenta toneladas de la grilla de escucha. Los especialistas rusos no pudieron garantizar que esa opción no dañara el Priz. Como alternativa, habían enganchado al submarino un grueso cable de izado para levantarlo, si no hasta la superficie, al menos hasta una profundidad de 100 metros donde un equipo de buzos pudiera operar. El izado sin embargo, era considerado la última opción posible por el peligro de que el Priz se partiera.
Finalmente, casi a la una de la mañana hora argentina y con el mismo ministro de Defensa ruso Serguei Ivanov presente en el lugar, el Priz finalmente emergió por sus propios medios. La escotilla de la nave fue abierta y sus siete tripulantes fueron sacados con vida y en un estado que las autoridades navales rusas describieron como “razonable” y “estable.”

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