Se conocieron en California, donde él tuvo que aterrizar porque en los cielos de su Florida natal había tormentas que podían terminar con su buena suerte. Luego de haber provisto a la Estación Espacial Internacional ubicada a más de 300 kilómetros del suelo, el Discovery tuvo que cruzar 3591 kilómetros a horcajadas de un Boeing 747. Desde que volvió al suelo, el 9 de agosto pasado, 200 personas trabajaron sin cesar para éste, el último viaje. La NASA anunció que no realizará más despegues hasta marzo de 2006, luego de que revise sus métodos, que cuando fallan cuestan vidas humanas y millones de dólares. En este sentido, la travesía de Oeste a Este requirió a la agencia espacial de Estados Unidos un millón de dólares.
Veinte minutos adelante de la pareja, iba un avión militar para ver si llovía. También trasladaba al séquito de operarios de la NASA, ya que el Boeing, para aligerar peso, no tiene más asientos que el de los pilotos y el que está en el baño. Este 747 es uno de los dos que tiene la agencia espacial para efectuar este tipo de traslado, que no se hacía desde 2002.
Antes de abordar el avión, los técnicos tuvieron que sacar al Discovery el combustible que quedaba en los tanques y los elementos que podían ser perniciosos para el traslado. Además, se le tuvo que poner una cola de aluminio. Partieron de la base de la Fuerza Aérea Edwards ayer a las 12. Calculan que llegará hoy al centro espacial Kennedy, en Florida. El Boeing hará dos escalas en su recorrido –en la base de Altus, de Oklahoma, y la de Barksdale, en Louisiana– para recargar combustible, “siempre y cuando el clima lo permita”, se atajaron desde la NASA.
El trasbordador Atlantis tenía que despegar en septiembre. Pero el desastre del Columbia, en 2003, y el que casi sufrió el Discovery decidieron a la agencia a revisar sus normas y procedimientos de seguridad. Al parecer, la culpable en ambos casos fue la espuma aislante que se desprendió en el momento del despegue.