Sáb 20.08.2005

SOCIEDAD  › GRUPOS EMPRESARIOS COMPRAN LOTES EN HUMAHUACA

Collas expulsados de su tierra

En la Quebrada de Humahuaca, 40 familias collas tienen a sus ovejas y cabras en una amplia finca. Esas tierras en las que sus animales pastaron por cientos de años son Patrimonio Cultural de la Humanidad desde 2003. Hace días, con el pulso del progreso llegó al lugar una topadora escoltada por patrulleros y pasó por arriba del alambrado para poner a la finca un portón imponente con un cartel: “Propiedad privada / prohibido el paso”. Pese a la presencia policial, no había permiso judicial para efectuar el desalojo. Como por arte de magia, aparecieron obreros para construir algo. La comunidad indígena se instaló ante el portón, en reclamo de que se respeten sus derechos. De ahí no se mueven desde hace tres días. El Instituto Nacional de Asuntos Indígenas puso un abogado a disposición de los pobladores. El padre Jesús Olmedo, párroco de Humahuaca, dijo que “están apareciendo supuestos dueños por todas partes. Quieren las tierras para construir hoteles”.
“Con todo el rollo del Patrimonio Cultural aquí hay muchos abusos”, contó ayer Olmedo, diocesano de Pastoral Social de Humahuaca. “Por eso esta anécdota muy dura y muy triste se da con bastante frecuencia: hay un terreno donde la gente está asentada, aparecen por todas partes dueños supuestos que las reclaman.” Desde la declaración de la Unesco, “ha crecido el interés del turismo, se instalan muchos hoteles y restaurantes, pero los menos beneficiados son los pobladores”, indicó a Página/12. “Y el Gobierno, en vez de dar tierras a los aborígenes, se la da a los empresarios”, agregó.
La finca queda en El Yacoraite, en Tilcara. Olmedo se acercó al lugar para mediar entre policías y collas. Dijo que a los oficiales “por supuesto les pagaron para defender el lugar. Por suerte no se generó violencia, pero no sabemos qué puede pasar. Esta es la tercera noche que pasan ahí”.
Olmedo relató que los collas taparon el cartel de prohibido pasar. El portón tenía un candado: “Lo quise forzar, pero ellos me dijeron que no, que lo dejara como señal de avasallamiento”. El miércoles, los obreros entraron y dijeron a los aborígenes que sacaran a sus animales. “Los collas respondieron que los obreros podrían salir, pero advirtieron que no volverían a entrar. Desde entonces están en la entrada.” Sus animales quedaron adentro. Axel Nielsen, arqueólogo del Conicet que trabaja en el lugar, remarcó que los autoproclamados propietarios “actuaron sin orden judicial”.

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