SOCIEDAD
› SOSPECHAN EN CIPOLLETTI DE UN JOVEN QUE ATENDIO LA PSICOLOGA
Con la hipótesis del ex paciente
La policía cree que el autor del triple crimen es un joven de 26 años que la psicóloga muerta atendió diez años atrás, cuando estuvo en un instituto de menores. Ayer se supo que la única sobreviviente también fue baleada en la cabeza. La mujer se recupera, pero aún no está en condiciones de declarar.
Ya hay, para los investigadores, un sospechoso y una supuesta trama del crimen de Cipolletti. El “psicópata” –como ya quedó bautizado en la ciudad el asesino de las tres mujeres– sería David Sandoval, un joven de 26 años que hace diez fue paciente de la psicóloga muerta, Carmen Marcovecchio, cuando era interno de un instituto de menores. Aunque todavía no se divulgan cuáles serían las pruebas para demostrar su relación directa con el crimen, la búsqueda de los sabuesos rionegrinos era anoche monumental: desde Cipolletti a Roca, los controles supervisaban cuanto objeto móvil cruzaba la ruta 22 y vigilaban de cerca varias villas donde suponen que el hombre puede ser “aguantado”. Ayer dieron vuelta el rancho a cuatro cuadras del consultorio donde fueron asesinadas las víctimas. No encontraron ni su rastro. Lo que ayer sí apareció fue la herida de una bala en la cabeza de Ketty Bilbao, la única sobreviviente de la masacre: al tercer día del crimen se supo que también a ella el “psicokiller” le dio un tiro con el revólver calibre 22 que llevaba.
La historia que se lee atrás de los datos que divulgó la policía y que una fuente judicial confirmó a Página/12 tiene ya clase social, orientación sexual y antecedentes penales. El nombre surgió de la lista de pacientes de la psicóloga Marcovecchio: cuando ella tenía 20 años, una década de por medio, atendió a David Sandoval en el hogar de menores Santa Genoveva, en Neuquén. El muchachito tenía 16 años y, según las psicólogas que trabajaban en esa época en la institución, tuvo problemas con su terapeuta. Recién iniciada en su carrera, Carmen se quejó ante sus compañeras por las reacciones del chico. La historia de David tiene todos los ingredientes del maltrato infantil. Rechazado por dos familias durante su adolescencia, violado por sus compañeros y homosexual asumido, el sospechoso no la pasaba nada bien en su encierro adolescente por robos reiterados. Se escapaba y volvía a entrar al Santa Genoveva con frecuencia, dice su historia institucional.
Si le faltaba un ingrediente de “asesino” modelo, también era “drogadicto”, según las fuentes judiciales. Ayer, los voceros de la investigación confirmaron que “se analizó el listado de pacientes de Marcovecchio, y el perfil de este paciente Sandoval daría con el del asesino”. “Esta persona buscada da en el rol de psicópata”, fue casi el furcio de uno de los investigadores que desliza comentarios a la prensa. El de psicópata no es un rol sino un diagnóstico. Sucede que lo cierto es que la información institucional del ex paciente se interpreta a los ojos de los cipoleños indignados por las muertes como la que pinta a un varón “traumado” que, “resentido” por lo vivido mientras estuvo encerrado, ahora se venga de la psicóloga con la que tuvo una “mala relación”.
Las características del crimen llevan a los investigadores a pensar en que fue obra de un asesino que experimentó placer al hundir unas sesenta veces un arma blanca en los cuerpos indefensos de las mujeres. A esta altura queda claro, según los peritos, que el homicida inmovilizó a las tres con revólver y de esa manera pudo atarlas de a una. Así, de una en una, fue luego hiriéndolas en diferentes partes del cuerpo, pero sobre todo el pecho y el abdomen, con más de un tipo de cuchillo o con una tijera que se encontró en el lugar. El uso de la tijera –que sería un objeto del consultorio– podría explicar, para los forenses, los diferentes tipos de cortes que tienen la psicóloga, la bioquímica Mónica García, de 28; la paciente Alejandra Carabajal, de 40, y la sobreviviente que tiene 76 años y se recupera lentamente en el hospital local. “Se confirmó que estamos frente a un posible psicópata y por eso los psicólogos y psiquiatras ya están trabajando en un perfil del homicida”, les dijo ayer a los periodistas en la puerta de su despacho la fiscal Alejandra Berenguer.
“Es un psicópata por las características de la agresión, la compulsión, la cantidad de heridas y la forma en que las produjo”, dijo la fiscal. Asesorada por psicólogos del Poder Judicial, la fiscal aventuró que elasesino puede ser “una persona que tenga afección a las drogas o que tenga algún desorden mental y que haya estado internada, o puede ser una persona normal que estalla por alguna razón”, sin llegar a casarse con una de esas posibilidades. El tema es cuál es la relación directa que el ex paciente de Marcovecchio puede tener con el crimen: es decir, cómo se probaría, si lo encuentran, que –por más homosexual, drogadicto, violento, pibe chorro y pobre que sea– David Sandoval es el asesino.
El juez en lo criminal de General Roca, Juan Torres, se negó ayer a dar la identidad del sospechoso al que se busca en toda la región norpatagónica a través de un identikit. Tampoco quiso confirmar que el muchacho tiene una cicatriz del lado derecho de la nariz. El dato que acerca algo más de lógica a la historia es que Sandoval, el buscado, sería amante o novio del otro Sandoval, Orlando, único detenido, sospechoso de ser encubridor del triple crimen. Los investigadores piensan que fue en su casa donde se refugió el presunto asesino apenas salió en bicicleta del consultorio de 25 de Mayo y Roca, en pleno centro de Cipolletti. Fueron los perros de la policía provincial los que llevaron siguiendo el olor del ácido acético con el que fueron rociadas las mujeres a la pieza de Sandoval, alias “El Clavo”. El hombre, de 42, estuvo 14 años preso por robo, y las fuentes judiciales dicen que se le encontró ropa manchada con sangre, aunque aún no se determinó si pertenece a alguna de las víctimas.
Ayer, la policía hizo varios allanamientos: uno de ellos a pocas cuadras de la casa de El Clavo, en un inquilinato donde además se demoró a una tercera persona. No se encontró allí ni la pistola calibre 22 ni el cuchillo o los cuchillos que puede haber usado el asesino.
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