SOCIEDAD
› MATO AL DUEÑO POR UNA MORDIDA
Tiros a cara de perro
› Por C. R.
Una frase hecha entre viejos maestros de periodismo asegura que noticia es aquello que viola las normas: “Si un perro muerde a una persona, no pasa nada, pero si es al revés...” En Villa Mitre, Hurlingham, un hombre fue noticia sin romper esa regla básica, porque todo comenzó con la simple mordida de un can. Fabián Andrés Rodríguez, de 34 años, taxista y patovica en sus horas libres, provocó una masacre como reacción frente al ataque que dijo haber recibido de parte de un cachorro mediano y sin linaje, el típico “marca perro” que les ladra a las ruedas de los autos. Rodríguez, armado con una pistola calibre 45, a tiro limpio se vengó de una dentellada de mala muerte y terminó con la vida de Jorge Tollo, de 35, su “vecino y amigo”, según jura –todavía– la gente del barrio. La balacera desencadenada por el mediodía de rabia del taxista hirió de gravedad al hijo de Tello, un menor de 14 años, y a la madre de la víctima fatal, María Medina, de 60. Los dos están en terapia intensiva.
El arrebato ocurrió a las 12 de ayer en casa de los Tello, en Las Cabañas 635, cerca del cruce con la calle Lorenzetti. Los gritos de Rodríguez atragantaron el almuerzo. Acusó al perro de los Tello, que ni siquiera tiene fama de feroz, de haberlo mordido cuando pasó por la vereda, camino a un supermercado cercano. Tello alegó que el pichicho no era agresivo, lo que fue corroborado luego por varios vecinos. Los insultos de Rodríguez llamaron la atención de dos policías de la comisaría 3ª de Ituzaingó –localidad que limita con Hurlingham–, que pasaban por el lugar y se acercaron para calmar los ánimos.
Rodríguez denunció el mordisco ante los policías y la mamá de Tello reconoció la culpabilidad del perro. Los ánimos parecían haberse calmado, pero cuando los uniformados se retiraron, Rodríguez volvió a la carga, esta vez armado con una pistola 45, a la que hizo ladrar seis veces. Tello recibió dos balazos en el pecho y murió en el acto. El chico de 14 años tenía dos heridas de bala en el abdomen y la mujer, un impacto en el tórax. El taxista fue detenido cuando intentaba irse del barrio. La pistola fue hallada en su casa. “Estaba cansado porque el perro me mordía siempre”, alegó Rodríguez como justificando su desatinado ojo por ojo.