SOCIEDAD
› COMO SE VIVIO EN EL AVION EL ATERRIZAJE FORZOSO
La propia pesadilla por tevé
Por Javier del Pino *
Desde Washington
La primera vez que los pasajeros del vuelo 292 supieron que algo no iba bien fue bastante después del despegue. Sólo algunos de ellos se habían fijado en que el pequeño icono del avión que muestra el recorrido sobre un mapa apenas se había movido del punto de partida, Los Angeles. El avión, según indicaban las pantallas individuales de televisión, no parecía dirigido hacia su destino en Nueva York. Se movía en círculos. Y sólo después de que varios pidieran explicaciones a las azafatas, el piloto del avión, Scott Burke, abrió el micrófono para decir esto: “Por si han notado ustedes que estamos volando en círculos, tenemos algunos problemas con el tren delantero de aterrizaje”.
Unos minutos después, el piloto comunicó a los pasajeros que “aparentemente” las ruedas delanteras estaban “torcidas” y que habían decidido regresar para reparar la avería. El mensaje podía ser tranquilizador o espeluznante. El piloto, según contaron después los pasajeros, usaba el tono anodino más habitual. Fue entonces cuando algunos descubrieron que el Airbus A320 de JetBlue ofrecía televisión por satélite en directo en las pantallas individuales. Y en las cadenas informativas la imagen permanente era la suya: podían ver su avión, el avión en el que estaban, con la rueda torcida, mientras expertos en aviación hablaban sobre las posibilidades de que el aterrizaje de emergencia se convirtiera en una catástrofe.
“No podíamos creernos la ironía en la que estábamos metidos: íbamos a asistir a nuestra propia muerte retransmitida por televisión. Era todo demasiado posmoderno”, contó luego la pasajera Alexandra Jacobs a la CNN. Lo contó porque vivió para contarlo. Las 139 personas que viajaban en el avión protagonizaron con pavor una maniobra que podía haber acabado en tragedia. El aterrizaje fue “sólo algo más movido que un aterrizaje normal”, dijo otro pasajero.
Las azafatas sentaron a cuantos pudieron en la parte trasera del avión y llevaron también a esa zona todo el equipaje de mano. Los pilotos querían que el peso estuviera detrás para poder frenar el avión lo máximo posible antes de que las ruedas delanteras, rotas y atascadas, tocaran el suelo. Ese era el momento clave en los 15 segundos que duró el aterrizaje. Las ruedas delanteras no se desatascaron y enseguida los neumáticos comenzaron a arder. Cuando se desprendieron, el tren metálico dejó un reguero de chispas y llamas, pero no se rompió. De haberlo hecho, la nariz del avión se habría estampado contra el suelo y el aparato podría haberse salido de la pista o incluso haber empezado a rodar. Los pilotos habían volado en círculos durante horas para vaciar los tanques de combustible.
Lo peor, según contaron después, fue asistir a una tertulia constante sobre las posibilidades de supervivencia basada en la retransmisión que veían por las televisiones, que las azafatas apagaron sólo momentos antes del aterrizaje. Unos decían que el ruido sería horrible, otros que las llamas eran inevitables y otros llamaban a familiares y amigos por teléfonos móviles para despedirse.
* De El País, de Madrid. Especial para Página/12.