SOCIEDAD
› MATAN A UN MATRIMONIO Y SUS DOS HIJAS Y QUEMAN LA VIVIENDA
La casa del terror en Avellaneda
El incendio ocurrió dos días después de los crímenes. Sospechan de un socio del padre, que era dueño de micros truchos.
› Por Carlos Rodríguez
El pasaje Virasoro, en Avellaneda, es un barrio de una sola cuadra, un microclima alejado del bullicio de la avenida Pavón o del trajín de los dos ramales del ex Ferrocarril Roca que se entrecruzan muy cerca de esas dos hileras de casas de material cuyos dueños son todos amigos de la infancia. La hermandad fue rota por un cuádruple crimen que llega a empalidecer a otros casos recientes, por el número de víctimas y por la violencia ejercida. Todo indica que hubo golpes, puñaladas y un incendio intencional con el torpe propósito de desfigurar las causas de la muerte de un matrimonio y sus dos hijas, una de 6 años y una beba de tres meses. El móvil del crimen –que habría ocurrido al menos 48 horas antes del hallazgo de los cuerpos– es la parte más oscura de la trama. La policía cree que tendría relación con la actividad del padre, propietario de varios ómnibus de los llamados “truchos”. Las sospechas están centradas en un socio del jefe de familia, un hombre joven que fue visto merodeando la casa cuando el homicidio múltiple ya se había consumado. No se descartaba que otras personas hayan participado en el hecho.
Josefa vive en la casa de al lado y anoche estaba buscando un albañil para cambiar la puerta de entrada por una más sólida. “Tengo miedo, mucho miedo”, confiesa mientras se seca las manos mojadas, llenas de espuma del jabón en polvo. La atormenta el final trágico de los habitantes de la vivienda de Virasoro 128, una casa de material con tejas francesas que caen hacia el frente y con fachada de ladrillos a la vista. En el extremo inferior de la puerta de la casa del crimen hay un hueco, disimulado por una cortina de plástico oscuro. Por allí entraba y salía la perra de la familia, una cocker que había quedado ciega porque sufría de diabetes. A ella también la habrían matado, aunque el cuerpo no apareció.
Se supone que el criminal retiró primero los restos de la cocker, porque el olor nauseabundo había comenzado a alertar a los vecinos. Todo hace pensar que los crímenes ocurrieron el fin de semana pasado y que el martes por la noche, luego de fracasar en su intento por retirar los cuatro cuerpos humanos sin ser visto, él o los autores resolvieron provocar un incendio para reducir todo a cenizas.
Tres dotaciones del cuartel de bomberos de Avellaneda sofocaron el fuego y en una de las habitaciones, la más grande, con ventana a la calle, fueron hallados los cuerpos. Una de las nenas en la cama, la más pequeña en la cuna y los dos adultos tirados en el piso. Todos estaban golpeados y con heridas de arma blanca, pero se presume que el hombre tendría al menos un balazo. Los cuerpos sufrieron los efectos de las llamas y entre los elementos hallados después se destaca un bidón cargado con nafta con la que se habría rociado a los cuerpos y a los muebles.
Al principio se pensó que el hombre había matado a su familia para luego pegarse un tiro, pero anoche la hipótesis estaba virtualmente descartada. Los vecinos llamaron a los bomberos cuando estalló el fuego, pero días antes todos se preguntaban dónde estaban Miguel Angel Galván, de 41 años, y su esposa Marina Moreira, de 40, padres de las dos nenas de 6 años y tres meses que también aparecieron muertas. “La policía está buscando al socio de Miguel Angel, un hombre joven, rubio, que todas las noches venía a la casa con el micro trucho”, dijo a Página/12 el periodista Juan Carlos Escobar, del Canal 26, amigo personal de Galván.
La información fue confirmada a este diario por voceros de la comisaría segunda de Avellaneda. Las fuentes admitieron que la beba de tres meses habría muerto por asfixia, ya que tenía sobre el rostro una bolsa de plástico. La otra nena tenía golpes en la cabeza. Utilizaron “un objeto contundente, que podría ser un martillo o una maza”. Los dos adultos tenían heridas que anoche estaban siendo analizadas por los peritos. El fiscal de Lomas de Zamora Oscar Acevedo admitió que se investiga la existencia de un cuádruple crimen, pero eludió dar a conocer ningún detalle “hasta que no tenga el informe pericial”. “El muchacho rubio estuvo hasta el martes a la tarde en la casa, entraba y salía porque tenía llaves. Una vecina le preguntó por los dueños y él les dijo que se habían ido de viaje”, cuentan la vecina Josefa y Néstor Carrillo, también amigo de Galván. En la noche del martes, nadie escuchó llegar al ómnibus trucho que manejaba el ahora principal sospechoso. “Como esta cuadra es tan silenciosa y pasan pocos coches, todos identificamos a los vecinos por el ruido del motor del auto”, explicó Carrillo. Y esa noche nadie escuchó el “sonido característico” del micro trucho, un Mercedes Benz de vieja data, que estaba pintado con los viejos colores rojo y blanco que tenía hasta hace unos años la línea 51 que cubre el recorrido entre Plaza Constitución y Cañuelas.
Una fuente policial admitió que “en principio se cree que los crímenes pueden haber sido cometidos por una sola persona, pero no se descarta que haya recibido ayuda”. Los investigadores creen que el móvil del crimen podría tener vinculación con “la mafia de los colectivos truchos”. Los vecinos admiten que en los últimos tiempos Galván “estaba un poco loco por problemas de dinero”, pero afirman que era “un buen tipo, más allá de lo que se pueda decir sobre el trabajo que hacía”.