SOCIEDAD
› EX PRESOS POLITICOS RECREAN SUS DIAS EN PRISION
Desde la cárcel al escenario
Los ex detenidos de Coronda son los autores de la obra de teatro que se estrena hoy en el Rojas, donde cuentan, en clave dramática y de humor, las penurias que vivieron tras las rejas, entre 1975 y 1983.
› Por Carlos Rodríguez
–En esos días de julio de 1917, Petrogrado estaba convulsionada. Los obreros deciden lanzarse a la insurrección contra Kerenski. Los bolcheviques, aunque no la creían oportuna, la acompañan. Retransmitan.
–¡Dale Conejo! Retransmití en tu barrio, que está despejado.
–En los primeros días de julio del 17, la Revolución Rusa empieza en Petrogrado, los laburantes se armaron con fusiles y escopetas y tomaron las radios, el canal de TV, la casa de gobierno y metieron en cana al zar. La consigna era: “Todo el poder a los obreros, perdón, digo a los soviet”.
–Pará, animal, repetí lo que yo digo, la TV no existía y vos la inventaste ahora.
Los actores que ensayan en el quinto piso del Centro Cultural Rojas, sobre una estructura metálica que simula las ventanas embarrotadas de la cárcel de Coronda, en la provincia de Santa Fe, actúan un diálogo que podría ser de ficción, pero que no lo es, a pesar de los errores históricos. El texto es el mismo que aparece en el libro Del otro lado de la mirilla, escrito, sobre hechos reales, por un centenar de ex presos políticos de los últimos años del gobierno peronista de Isabel Perón y López Rega y de la posterior e inmediata dictadura militar. La clase sobre la revolución de 1917 era dada por un interno que se comunicaba con sus compañeros, en otros pisos, por medio del conducto del inodoro, levantado al efecto. La palabra llegaba clara, a pesar de las aguas oscuras de la vía de comunicación elegida. La única que era posible en ese despojado rincón del mundo en el cual transcurrían sus vidas.
Cuando uno de los que retransmite el relato aclaraba que “el barrio” –la zona de la cárcel donde habitaban– está “despejado”, quería decir que no había guardias en las cercanías. La verificación la hacían dos o tres de los detenidos, la panza contra el piso, mediante la utilización del “periscopio”. El diccionario carcelario explica que ese instrumento de fabricación casera “consistía en un trozo muy pequeño de vidrio pegado sobre una masa de pan (oscurecida con ceniza) y sostenido por una paja de escoba”. Mientras espiaban con un ojo por la hendija inferior de la puerta, el vidrio devenido espejo permitía campanear la llegada de los borceguíes de los guardias. Si el vigilante se acercaba, un “isa” oportuno, seco, movilizaba la maquinaria humana, que regresaba todo a su lugar. La clase tenía que ser suspendida. Hoy, la editorial que publicó el libro original, se llama, agradecida, El Periscopio.
–¡Che! Nono. ¿Los soviets, eran laburantes? ¿Qué eran?
–¿Eran como los sindicatos del PC?
–No. ¡Pará que explico!
–¿Eran las 62 Organizaciones?
–Eso es del peronismo, bruto.
–No chicaneen...
Por momentos, la trama se pone jocosa, por momentos estalla el drama siempre contenido o explícito, a lo largo de la obra dirigida por Graciela Camino, con participación de los actores Adrián Díaz, Juan Pablo Fuertes, Javier Isaurralde, Agustín Labiaguerre, Hernán López, Mariano Moral y Tomás Raele. Otro punto fuerte es la intervención, como actores-relatores-memoria viviente, de algunos de los auténticos ex presos políticos de Coronda, todos ex miembros de las organizaciones armadas que soñaron con una revolución que parecía estar “a la vuelta de la esquina”. Felipe González o “Chirola”, José Kondratzky o “Mandrake”, Augusto Saro, Alfredo Vivono, Carlos Selva y otros que se irán sumando al escenario son “los Coronda viejos”.
Los jóvenes del elenco, los que personifican a aquellos pibes de 20 años o menos, son “los Coronada nuevos”. Juntos son Coronda en Acción, la obra que hoy sábado sube a la escena del Rojas, en tres funciones que se harán a las 19, a las 20 y a las 21 horas. Será apenas la presentación, porque luego de un ajuste en los ensayos, esta “intervención político teatral” será presentada en distintos tablados, en todo el país. La asistencia de dirección está a cargo de Jorge Gazzaniga y Yanina Leandra, la música es de Carmen Baliero y el video que se muestra es una realización de María Moreno.
La trama empieza con una “ranchada”, una rueda de presos que cantan Pampa Bandera, un viejo chamamé que rescata la memoria de Los Velázquez, célebres bandoleros del Litoral asesinados, junto a su compañero Vicente Gauna, en una emboscada policial. Del paisaje de la canción se pasa a otros hechos reales, como la muerte de un “cumpa” en una celda de Coronda, o la voz de la auténtica madre de “Furia”, el ex preso político Hugo Borget, releyendo la carta enviada al director del penal. En ella, la mujer explicaba que su hijo era algo inquieto, pero bueno, y por lo tanto merecía “que se le reduzca el castigo”. La ironía aparece a cada momento, como cuando se presenta el personaje llamado “Tenemo”, un rosarino fanatizado que se pasa hablando de las glorias locales. “Tenemo esto, tenemo aquello.” O cuando los presos se toman en solfa la derrota que dolía entonces y duele todavía: “Cárcel o muerte, perderemos”, es la consigna zumbona que resuena en las celdas.