SOCIEDAD
› CHECHU, LA VENGADORA
Un nuevo capitulo del reality de Cecilia Bolocco y Carlos Menem
› Por Julián Gorodischer
No queda una gota del mar de lágrimas del mes pasado: esta vez Cecilia Bolocco no lloró, ni suplicó, ni hizo público un lamento de esposa desesperada. Ante las cámaras de La Noche de Cecilia, su show semanal convertido en la sesión de terapia de pareja, la señora afiló las uñas y se tomó una pequeña revancha de su marido, alias Catito, nombrado alternativamente de tú, mi amor, Ulcito, Catito o el austero usted. Ella permaneció indecisa entre el protocolo de la entrevista de living televisivo y la charla “como en casa”. Para empezar le pasó su pequeña factura privada: “No te voy a preguntar por qué te demoraste o por qué no viniste a mi cumpleaños”, le disparó con su vestido de encaje negro del tipo femme fatale, con sus perlas negras (“...una por cada marido”, ironizó la periodista chilena Karina Idel), sentada y erguida en el sofá y apretando la mano de Catito. El hombre escuchó con el rictus más rígido que se le recuerde, alternando su habilidad para hacerse el sordo con respuestas en monosílabos, sin llevarse como souvenir el piquito que, hace un mes, Cecilia le dedicó al español Miguel Bosé. La reconciliación no cumplió la regla de la pasión del reencuentro, ni mucho menos del revolcón como borrón y cuenta nueva; apenas incidió para que la Chechu hiciera una tras otra pregunta mortífera (según la prensa chilena, cuidadosamente guionadas entre dos). “Yo nunca te dije Dulcito, yo te decía Ulcito”, dijo ella poco antes del primer round.
Chechu: –¿Qué es esa frasecita de que ‘la mujer es la que debe estar al lado del marido’? –lo dijo y se armó un quilombo o como decimos en Chile, un lío...
Ulcito/Catito: –Es lo que dice el Código Civil, en Argentina y en muchos otros lugares del mundo.
Según apuntó el cronista del diario chileno El Mercurio, acreditado en piso, la Bolocco no dejó el sarcasmo ni aun fuera de cámara, repentinamente avispada, lejos de ese tonito de bebota ex reina de belleza obnubilada que respetaba hasta el primer desplante, convertida en otra cosa desde el inicio de este reality. Ahora se animó a decir que nunca le ha visto una sunga, que tal vez las haya usado en otro lado... Y a pedirle a su marido que no se pusiera “latero” extendiéndose sobre política. La aparición de Mega, como le dicen a Menem en Chile, promedió 17 puntos de rating, pero no alcanzó para sacar a La Noche... del crónico segundo puesto al que accede, en sus mejores performances. “Cuando saliste presidente en el año ’89 tenías bastante más pelo”, le tiró ella en otro imperdible de La Guerra de los Roses revisitada. “Y tú eras morocha”, respondió Catito, sin asco. La Bolocco no tuvo paz: mientras le apretaba la manito le preguntaba por su reciente derrota en La Rioja, le enrostraba la era de la pizza y el champán, como haciendo honor a la promo saturada de la emisión, a lo largo de la semana: “Cecilia pregunta todo”.
Catito: –Siempre gané por knock out, menos ahora...
Chechu: –Dicen burlonamente en Argentina que el suyo era el gobierno de fiesta de Menem, que eran años de mentira, la burbuja, que se comía pizza con champagne... Un gran número de personas lo responsabiliza por la debacle económica.
Catito: –Champagne, siempre me gustó el champagne.
A esta altura, Menem lucía desconcertado, como si de pronto se la hubieran cambiado, como si ella no conservara nada de la cándida entrevistadora que se cruzaba y abría de piernas, cual viuda negra antes del zarpazo, aquella vez en La Rioja, cuando se flecharon. Antes había ocurrido con Alberto Fujimori, el escritor Paulo Coelho, y hasta con el dictador Pinochet al que Chechu le dedicó besitos desde el podio de Miss Chile. Nada de eso quedó el martes: Menem estuvo tieso como desde la cintura hasta los ojos, pero nunca excusado de no contestar. ¿Se arreglarían en casa? “No sólo asumo como senador sino que voy a la contienda electoral en 2007 –retrucó el animal político–. Es fundamental.” Su mujer se entregaba al trato distante del usted, ya sin mechar el mi amor que marcó la diferencia; siguió provocando: “¿Me estás incluyendo? Porque es ¡tu! carrera política”, desafiante, sacudiendo la copa de vino tinto siempre a punto del derrame, preparando el tiro del final que ya no escatimó los adjetivos: “¡Machista! Está quedando como un machista”.
Chechu: –¿De verdad va a completar su mandato como senador?
Catito: –Voy a terminarlo.
Chechu: –Entonces no se va a presentar a las elecciones de 2007... Son seis años de mandato.
Catito: –Renunciaría a todo, menos a Cecilia y a Máximo.
“Bolocco protagonizó pequeñas pataletas cuando se molestaba con él –escribió el cronista Cristian Farías, en el diario chileno La Tercera– mirándolo con ternura y otras veces con impaciencia, tratándolo de tú y usted, subiéndole el tono y reclamándole por algunos comentarios como lo hacen las parejas en la cocina.” La ex malherida nunca dejó de tener las uñas afiladas, aportando ponzoña desde el look fatal a la toma de distancia física. Retroceder nunca, rendirse jamás, ni aun hablando del pequeño Máximo, que para Catito sacó todo de él, “es una gota de agua”, mientras que ella replicaba: “¡Fijaté! ¡No puedes decir eso Catito. Yo lo tuve nueve meses en la guata”. El ping pong no terminaba, como si lo hubieran ensayado cual coreografía verbal: para él, sería una bendición que su hijo se dedicara a la política...
Chechu: –¡Mi hijo va a hacer lo que quiera, lo que le dicte su corazoncito, a lo que haya venido a esta tierra!
Catito/Ulcito: –Yo soy el responsable de que la mujer pueda ocupar el 30 por ciento de los cargos electivos en Argentina
Chechu: –¡Entonces, cómo te mandaste aquella frasecita! (que la mujer debe ir al lado de su hombre).”
No pocas veces lo calló con unas ligeras palmaditas, o lo interrumpió para avanzar en su pequeña venganza pública. Así lo había promocionado durante toda la semana, como el reality de su propia vida, un experimento en el que derivó su programa fallido después de fracasar reiteradamente en la escalada por los más vistos. Sucede que La noche de Cecilia tiene uno de los presupuestos más caros de la TV transandina, y no alcanzó para repuntar ni el beso con Miguel Bosé, ni el pase de facturas a la dupla Joaquín Sabina/Diego Maradona, ni un amague de peleíta con Pampita cuando ésta se rehusó a hablar de su “vida privada”. Lo que vino no dejó afuera el momento emotivo. “Ayer hubiera sido el cumpleaños de Carlitos”, dijo ella repentinamente tierna, experta en el arte de mutar de estado anímico en tiempo record. “Y de tu mamá también”, respondió Catito, sensibilizado, dándole el gusto del final feliz que habilita una próxima entrega. Porque esta historia, por si a alguien le quedaba alguna duda, continuará...
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