Pinamar aprovechó el tiempo ventoso para imponer un nuevo deporte que mezcla parapente con surf. Es parte de una nueva tendencia que marca una vida más activa durante las vacaciones. Las playas llenas, los extranjeros que llegan, la falta de hoteles.
Por Carlos Rodríguez
Desde Pinamar
Se deslizan por el agua como si estuvieran colgados a la cola de un barrilete caprichoso, que en forma alternativa los eleva y los deposita sobre las olas de un mar que ayer estaba ideal para ellos y fatal para el resto de los turistas. El kite-surf es una actividad náutica que combina el surf, el windsurf y el parapente. “Es un deporte muy fácil, que en siete o diez clases se puede aprender. Es hermosa la sensación de saltar con cada ola y de seguir los mandatos del barrilete”, como llaman al parapente que ayer se agitaba violento, sumiso al mandato de un viento tirano. Ramiro Martínez, Rama, de 30 años, es instructor de kite-surf y participa en competencias como amateur. Las actividades físicas están a la orden del día en el parador Movistar Terraza del Alba, en Pinamar, y no se interrumpen por el mal tiempo que ayer volvió a castigar a la costa atlántica. “El mar y la playa siempre brindan cosas que mantienen el encanto, aunque no haya sol”, sentencia Indio Cabello, como gusta que lo nombren. Es el propietario del balneario y carga con una rica historia que combina sus comienzos como guardavida, su presente de profesor de educación física y su pasado como soldado en la guerra por las Malvinas.
“Para nosotros la historia fue mucho más allá del 14 de junio de 1982 (fecha de la rendición argentina) porque estuvimos otros 45 días prisioneros en el buque Saint Edmond. Es un recuerdo duro, pero a mí me sirve para revalorizar el hecho de estar vivo.” Cabello, a quien le llaman Indio por su rostro moreno cortado a cuchillo, estuvo confinado en una embarcación civil contratada por los británicos. Nacido en Villa Elisa, cerca de La Plata, el dueño del balneario prefiere hablar de sus comienzos de guardavida, en la vecina playa Posta Norte, y de su actualidad como anfitrión en Pinamar, en verano, y en Villa La Angostura en invierno. “Hace cuatro años estoy en este parador de Pinamar y es notorio el cambio de hábitos de los grupos familiares. Ahora las familias son mucho más activas, menos sedentarias y por eso organizamos mucha actividad física.”
Todos los días se puede participar en clases de entrenamiento aeróbico, subirse a las bicicletas fijas, practicar kite-surf y otras variantes de deportes náuticos, además de los tradicionales torneos de rugby, voley, fútbol y hockey. También funciona una escuela de surf, se hacen excursiones por las dunas, cabalgatas, juegos masivos y travesías en 4X4. A pesar de contar con modernos elementos técnicos, la playa conserva su lado salvaje, donde el mar y la arena siguen siendo la atracción principal. El parador está ubicado entre El Signo y Posta Norte, que ayer estaban prácticamente vacíos. A falta de sol y playa, en Terraza del Alba los turistas pudieron gozar de un buen almuerzo en el restaurante Bokoto, donde el sushi es el plato preferido, de la práctica de deportes sobre una pista de madera, o de actividades a mar abierto.
La exhibición de kite-surf contó con la participación de una decena de instructores que partieron desde Sport Beach y La Frontera, las últimas playas de Pinamar, hacia el norte. Los deportistas se calzan las tablas de surf como si fueran zapatos, ya que cuentan con elementos que impiden que se desprendan a pesar de las violentas maniobras. Usando el viento como aliado, saltan y cambian de ola en forma permanente. Luego de internarse unos 20 o 30 metros en el mar, sin soltarse del parapente que los hace sentir un poco títeres, se acercan a la orilla y vuelven a partir. Mientras hacían sus oscilaciones, el piloto de un avión pequeño, de los que se dedican a la publicidad, subía y bajaba hasta casi tocar las velas de los parapentes. Las maniobras, aunque no lo estaban, parecían coordinadas. “A nadie le gusta el viento en la playa, pero nosotros lo necesitamos. Siempre vamos a donde está el viento”, insiste Rama. Laura, una argentina que vive en México D.F., seguía la performance como si se tratara de una verdadera competencia, acompañada por dos amigos, Francisco Vago y Francisco Julián. “El instructor dice que es fácil, pero no lo es; es un deporte muy difícil, se necesita un entrenamiento muy severo.” Mientras sostiene con sus dos manos una graciosa gorra color verde oliva, la chica cuenta que se fue de la Argentina luego de la crisis que terminó con el gobierno de Fernando de la Rúa y que se dedica al cine. “Primero hice publicidad, pero después dejé porque se me estaba quemando la cabeza. Ahora estoy haciendo películas, primero cortos y ahora llegó el momento del largometraje. Voy a ser tapa de los diarios”, promete mientras se aleja como las olas. El viento, la lluvia fina que cae casi imperceptible, la temprana oscuridad de un día nublado, le dan a la playa un toque romántico, de dulce melancolía. Ajenos a todo, un par de parejas jóvenes se besan con pasión casi deportiva.
“Esta playa es muy tranquila, es un lugar para disfrutar. Hace cinco años que estoy en el balneario y por lo general conozco a todos los clientes. Acá se practican deportes, se camina mucho, pero todo se hace en forma distendida, sin estrés ni histerias, a diferencia de lo que suele ocurrir en otros lugares.” El pantallazo lo brinda Javier Purita, de 25 años, de profesión guardavida. Javier es nacido y criado en Pinamar, donde su padre, Alberto Purita, ostenta el título de haber sido uno de los dos primeros médicos que se instalaron. “Mi trabajo es ser guardavida. En el verano estoy en Pinamar y cuando llega el invierno, me voy a España, a Marbella, donde hago la misma tarea, con el agregado de que hago una buena diferencia de dinero.”
En Pinamar, a pesar de lo esquivo que está el sol, se está viviendo un verano a pleno turismo. En el segundo fin de semana ingresaron cerca de 50.000 turistas y en este la cifra fue superada. El porcentaje de ocupación ronda entre el 85 y el 99 por ciento. Las más solicitadas son las hosterías de dos y tres estrellas, que prácticamente no tienen plazas disponibles. Karina Pérez, de la oficina de prensa del municipio, destacó la presencia de un buen número de turistas extranjeros. En los primeros días del mes llegaron 369 extranjeros. La mayoría son estadounidenses, pero también hay españoles, franceses, alemanes e italianos. Las playas del norte, por su tranquilidad a la hora de tirarse en la arena o todo lo contrario, por las propuestas que ofrece a los deportistas inquietos, son las más buscadas. “El parador está lleno, no hay lugar para nadie. Si el tiempo acompaña, este va a ser un verano para recordar”, dicen Dolores y Soledad, las chicas de prensa de Movistar, dos buenos motivos para llegarse a Terraza del Alba. Lo mismo hay que decir de Muriel Giorgis, una de las chicas que atiende el restaurante Bokoto. Su sueño es recibirse de enfermera y conseguir trabajo en un hospital de gran complejidad. Tiene 19 años, vive en la ciudad bonaerense de Maipú y hace dos noches, cuando se cortó la luz en Pinamar, sus ojos claros siguieron encendidos.
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