Lun 13.02.2006

SOCIEDAD  › SAUL CASCALLAR, EL MAESTRO Y PERIODISTA QUE ESTUVO DETENIDO CON EL TANGUERO

“Pugliese limpiaba como todos los presos”

Disfrutó de la música de Osvaldo Pugliese cuando iba por Corrientes a escuchar tango y terminó preso con él, durante el gobierno de Perón. A los 89 años, reseña aquella agitada época, recuerda al Maestro y relata su vida de muchacho, cuando compartía la escuela con otro grande: Julio Cortázar. Saúl Cascallar, el hombre que también, de niño, jugaba con María Eva Duarte –mucho después– de Perón.

Por Sergio Kisielewsky

–¿Cuándo conoció a Osvaldo Pugliese?

–Lo conocí como hincha de tango. Yo lo veía a él como tanguero, como director de orquesta que se acababa de formar en el año 1940. Lo iba a escuchar al Café Nacional, que estaba en Corrientes al 900, al lado del entonces Teatro Nacional, con las famosas vedetes. Me recibí de maestro en 1935 en el Normal Mariano Acosta. Ahí lo conocí y fui amigo de Julio Cortázar. Me llevaba dos años de edad. Cuando yo estaba en tercer año, él estaba en primero o segundo año del Profesorado de Letras. En aquella época, en la Escuela Normal había dos profesorados nada más. Uno de Letras y otro de Ciencia. El de Letras abarcaba Historia, las materias humanísticas.

–Un mundo cultural...

–Había un clima muy cultural en esa época, en esa escuela. Había artistas plásticos, críticos de teatro. Había otros muchachos como Octavio Hornos Paz, que fue secretario general de redacción del diario La Nación.

Era un mundo de agitación enorme. Se leía la revista Sur, de Victoria Ocampo, que hacía poco había aparecido. Se leía la revista Nosotros. Estaba la polémica literaria entre los grupos Boedo y Florida. Y sobre todo ese grupito encabezado por Cortázar. Formamos una peña literaria que logramos instalar en el sótano de un café que estaba en Rivadavia, entre Urquiza y 24 de Noviembre. En ese recinto medio under, usando un lenguaje posterior, lo llamábamos “La Guarida”.

–¿Cómo lo recuerda usted a Cortázar?

–Era un cristal brillante. Ya en esa época era un muchacho que se destacaba entre todos nosotros. Era alto, tenía cara de bebé, parecía un chico de 15 años. Yo soy del ’16, él es del ’14.

–¿Cómo era?

–El impulsaba la inserción nuestra en el mundo de la cultura. El había creado una revista en la escuela. Una vez trajo a Pablo Neruda a “La Guarida”, en el año ’36.

–¿En persona?

–Lo trajo a Neruda en el año ’36 para hablar con nosotros de Literatura. Para esa misma charla también se invitó al poeta Enrique Banchs, que había publicado un libro que se llamaba El cascabel del halcón.

–¿Cortázar era tímido?

–En esa época, las relaciones con las chicas no eran tan fluidas como ahora. En esa época no nos dejaban fumar ni en la puerta de la escuela. Si a uno lo veían fumando en la esquina de la escuela, lo mandaban llamar de la dirección y le planteaban “cómo era esa falta de respeto”. La escuela era una cosa rara en esa época. Se aprendía mucho. Los programas eran muy ricos, teníamos buenos profesores. Al historiador Astolfi. Teníamos a Arturo Marasso como profesor de Literatura, a Fesquet en Química.

–¿Llegó a ser amigo de Cortázar?

–Eramos compañeros de colegio y en el ’37 andábamos con libros bajo el brazo como Los hermanos Karamazov, de Dostoievski. Era un año de agitación revolucionaria en el mundo. Acá había grandes luchas obreras que dieron lugar en octubre de 1935 a una huelga famosa del gremio de la construcción que después de cien días terminó con una gran huelga general.

–Volviendo a Pugliese y el mundo de la música, ¿usted iba seguido a escuchar orquestas?

–Me gustaba el tango. Es el comienzo de la famosa década del ’40. Empieza la eclosión de las orquestas. Hay una cierta reactivación económica en el ’40 porque la Segunda Guerra Mundial que se declaró un año antes va dando lugar a la “reactivación” de la economía nacional. Para dar solución al tema de reemplazar importaciones que dejaron de venir. Una cosa que después va a estallar en la época de Perón, pero comienza en 1939.

–¿En qué lugares tocaba Pugliese?

–De noche, con los amigos recorríamos la avenida Corrientes. Entonces, el lugar fuera de los cabarets y bailables, el templo del tango era El Nacional antes de llegar al entonces Trust Joyero Relojero (en Corrientes y Carlos Pellegrini), el punto de reunión de toda la muchachada de Buenos Aires.

–¿Usted bailaba el tango?

–No, casi nunca lo bailé. Me gustaba escucharlo. Yo no tenía una particular adoración por Pugliese en ese momento. Yo iba. Iba a escucharlo a él, a Troilo. Al Marzzoto, que es donde ahora está el restorán Arturito. Eran dos lugares típicos donde se iba a escuchar el tango. En esa época íbamos a escuchar tango.

–Lo fue siguiendo a Pugliese.

–En 1942 trabajaba en Avellaneda y ahí lo veo a Pugliese. El actuaba en los clubes los sábados. Está muy bien reflejado en la película Luna de Avellaneda. Por Gerli, Sarandí, Domínico, estaba lleno de clubes. Y Racing e Independiente, donde también se hacían bailables. Ya en esa época Pugliese empieza a ser popular. Esa orquesta funcionaba como una orquesta sinfónica. Tengo en los oídos y no consigo el disco con la grabación que tiene Pugliese de un tango que es una reconstrucción de La mariposa que es una joya, una mariposa dando vueltas. Es un tango muy elemental. La gente iba a bailar, pero en aquella época todavía era muy común que fuesen las madres con las hijas. Las madres rodeaban los salones allí sentadas vigilando a las hijas. Se formaban 500, 600 parejas. La gente aplaudía y cuando empezaban los tangos se arremolinaban alrededor del palco y no bailaba. Se paraba unos minutos escuchando la música, petrificada, y después se largaba a bailar.

–¿Qué representaba para usted Pugliese?

–Me impresionaba la música y el baile, la teatralidad. El valor que tenían los distintos instrumentos. Pugliese hacía que todos los instrumentos se valorizaran. Uno escuchaba los solos de bandoneón de Osvaldo Ruggiero con los otros tres bandoneonistas al lado. Los solos de violín, el valor del contrabajo y el piano de Pugliese sobre todo. Tenía una musicalidad que atrapaba, elevaba el sentimiento de la gente. El público tanguero, y eso en alguna medida refleja la orquesta de Pugliese, empezaba a cambiar. No era más el orillero, los seres casi marginales del arrabal. El público comenzaba a estar constituido por el nuevo proletariado. Un sector que aspiraba a algo superior en todos los sentidos de la vida. A que sus hijos fuesen a la universidad.

–¿Cuándo cambian las cosas para usted y también para Pugliese?

–El 4 de junio de 1943, con el golpe de Estado. No digo que nos toman por sorpresa porque había un clima malo, había bronca contra el gobierno. Era el fin de la famosa década infame que se inició en el ’30 y el desprestigio de Castillo que acababa de desplazar a Ortiz de presidente. Porque la fórmula triunfante en el ’38 fue Ortiz-Castillo. Y la perspectiva era que Patrón Costas sea presidente y eso provocaba mucha indignación.

–¿Cuál era la situación de la orquesta de Pugliese en ese entonces?

–Voy a verlo y empieza el período en que lo detienen y ahí nos empezamos a enterar de que Pugliese es seguido por la policía por comunista. Cuando íbamos a algún bailable estaba el clavel rojo sobre el teclado del piano.

–¿Clavel rojo?

–Lo ponían los músicos que lo acompañaban cuando él estaba preso.

–Cuando él no estaba.

–El clavel rojo aparecía. Nadie tocaba el piano. Tocaba la orquesta sin piano. El clavel rojo estaba en reemplazo de Pugliese. Y todo el mundo entendía ese mensaje. Y una cosa curiosa. Casi todas las detenciones se produjeron con el gobierno peronista, que iba obteniendo gran apoyo de las masas obreras y sin embargo, los peronistas adoraban a Pugliese sabiendo que era “contrera”. Pero lo seguían con pasión.

–¿Cómo era él? ¿Cuál es el primer recuerdo?

–El primer recuerdo de cuando lo veía caminar era el de un porteño típico. El porteño del ’35 al ’50. De corbata, saco, sombrero y tiene una forma rítmica de caminar moviendo todo el esqueleto, armoniosamente. Esa forma de caminar nuestra que está vinculada al tango y está vinculada al fútbol. El fútbol tiene pedazos de tango. Ese fútbol de pelota al piso. Los grandes jugadores de fútbol eran todos grandes bailarines de tango. Como Moreno, de La Máquina de River. En esa época iban a jugar el partido después de haber estado el sábado hasta las 5 de la mañana bailando. Pugliese era de una sencillez total. Uno no lo acariciaba por timidez, pero era muy entrañable. Recuerdo una charla donde me contó su actuación para la formación del Sindicato de Músicos. Vuelvo a estar preso en 1954, esta vez con Pugliese en el cuadro de 10 de Devoto.

–¿Los presos sabían que estaba Pugliese?

–Yo caigo preso el 23 de agosto de 1954 y de pronto, un día, por los celadores de la cárcel nos empieza a llegar el rumor: “Lo detuvieron al Maestro”.

–Los propios celadores.

–Lo decían como una cosa terrible. Un día, cerca de las once de la mañana, de pronto vemos que vienen por los pasillos seis celadores que lo traen preso a Pugliese. Lo ponen donde estaba yo, junto a 150 presos.

–¿Cómo estaba?

–Tranquilo. También estaba preso Héctor Agosti, Raúl Larra, Alfredo Varela. A la cárcel lo iba a visitar Hugo del Carril, porque se había propuesto hacer Las aguas bajan turbias sobre la novela El río oscuro de Varela. Quería conversar con el autor. Tuvo que ver a Perón para que lo autorizara a visitar a Varela en la cárcel.

–¿Perón le pidió disculpas a Pugliese alguna vez?

–Tuvo alguna expresión, un encuentro. Pero eso ocurrió muchos años después, cuando en una entrevista que se hizo con Pugliese, él se disculpó de alguna manera.

–¿Cómo fue la convivencia en la cárcel con un director de orquesta?

–Pugliese estaba allí, y cuando le tocó barrer los pisos, la gente le decía: “No”. Pero él decía: “Yo también”, y él también pasaba el lampazo con todos los demás presos, y al otro día le tocó ir a la cocina a pelar papas. Y peló papas. A la tarde, en la hora de la siesta, la gente lo rodeaba a Pugliese, sobre todo muchos presos que eran obreros de Avellaneda, para hablar de la orquesta. Y le preguntaban cómo estaba organizada y él contaba que estaba organizada en forma cooperativa.

–Usted conversaba con él.

–Yo había quedado impactado por una foto que salió en aquella época.

Por una entrevista que le hizo un grupo de músicos a Perón para que se creara una Ley de Protección del Tango. El que encabezó la entrevista fue Julio de Caro. En la foto aparece como que se “arrodilló” ante Perón. A mí eso me revolvió el estómago y se lo comento a Pugliese. Me dijo: “No, Cascallar. No hable así de De Caro, sepa diferenciar una cosa de la otra. El como persona puede tener debilidades, pero no podemos dejar de valorar lo que es De Caro para el tango”. De Caro es el que reconstruye el tango en la década del ’20. Pone sus conocimientos musicales y su integración al arte de Buenos Aires. Es el que crea el nuevo tango.

–Pugliese lo respetaba.

–El lo respetaba y me da una lección que no la olvidé nunca. De cómo saber evaluar a las personas en sus distintas facetas.

–¿De qué conversaba Pugliese?

–El comentaba su historia, su barrio. Villa Crespo. El padre le compró un piano. El padre tocaba el violín, tenía un conjunto que tocaba a principios de siglo. Villa Crespo era un barrio muy proletario, es el primer barrio que se crea en Buenos Aires. El padre era italiano, nació en una casa de la calle Canning (hoy Scalabrini Ortiz). Una casa con 5 o 6 piezas donde estaban la sala, la cocina y el patio. En 1954 salimos casi al mismo tiempo de la cárcel. Lo volví a ver varias veces. El me dijo, el tango tiene que ser bailable. Su padre le dio un consejo: “Cuando toques el tango en el piano, mirá los pies de los bailarines”.

–¿Por qué?

–Que el ritmo siga los pasos del baile. Ese ritmo que va a ser eclosión con La Yumba. Muy joven escribió el tango Recuerdo, que es el nacimiento del nuevo tango.

–¿Cuál es su tema preferido?

–A mí me gustan enormemente varios tangos, tiene muchos. Me gusta Recuerdo, La Yumba, pero por sobre todo La Mariposa. Cada tango es distinto, es un universo aparte y además el tango fue enriquecido por los poetas de la Argentina, lo fueron elevando. Alejo Carpentier, Carlos Fuentes, ellos reconocen que la poesía argentina hace punta en la cultura latinoamericana. Poetas como Tuñón, Gelman, de una gran riqueza.

–Fue testigo de dos personajes: Cortázar y Pugliese.

–Y haber tenido a Evita en mis brazos. Yo tenía 4 años y ella 1. Ella nació en Los Toldos y mi viejo tenía un campo por allí cerca. Un domingo íbamos a visitar a mi tío. Yo soy del ’16 y Evita nace el 7 de mayo de 1919. Eso me lo contó mi padre. Cuando Evita se hizo famosa, mi papá, que era radical, me dijo: “Si vos jugabas con Evita en la casa del tío Manuel”.

–Pugliese con su música recorrió el mundo. ¿Cree que se lo valora en la Argentina?

–Creo que la música tiene su origen en el ritmo. El ritmo forma parte de nuestra vida. Nosotros somos ritmo. El corazón tiene un ritmo y no podés clavar un clavo sin ritmo. Yo simbolizaría a Pugliese como un hombre que a través de su amor al pueblo, logra interpretarlo como artista, escribiendo los tangos que escribió, que son pequeñas joyas de interpretación del alma de Buenos Aires. Del alma del porteño, y por otra parte, su identificación con la lucha revolucionaria, por un mundo mejor.

Pugliese tuvo una vida muy dura. En un momento en la casa donde vivían estaba por poner un kiosco para sobrevivir. Les dice a los músicos: “Traten de salvarse como puedan”, pues la represión y la falta de trabajo se sentía y mucho. Uno vez contó que lo contrataron en un club y de pronto llegó la policía para detenerlo. El presidente del club protestó y se decidió que lo detenían cuando terminara de tocar. “Fue el concierto más largo de mi vida”, me dijo. Tocó La Cumparsita dos horas sin parar. Hasta que pudieron sacarlo por una puerta del fondo. Le organizaron la salida para que no pudieran detenerlo.

–¿De dónde surgió la expresión “Al Colón”?

–El contaba que su madre le decía: “Vos vas a ir al Colón”. Pero nunca se olvidó que nació en Canning al 300.

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