Sáb 15.06.2002

SOCIEDAD  › UN EQUIPO ESPECIAL DE LA FEDERAL INVESTIGA LA AGRESION AL ESTUDIANTE

Una ola de repudios que sigue creciendo

Después del perfil bajo exhibido el primer día, ayer el gobierno nacional reaccionó por el caso del alumno al que le tajearon tres A. Al repudio se sumaron diversos sectores. Y a la noche, los estudiantes armaron un festival de protesta y reclamo por el boleto.

› Por Horacio Cecchi

Dos días después de la agresión al estudiante del Colegio Mariano Moreno, y uno después de la denuncia pública realizada por el gobierno porteño, en conjunto con organismos de derechos humanos, tuvo lugar la reacción tardía del gobierno nacional. Ayer, el jefe de Gabinete, Alfredo Atanasof, hizo su obvio repudio: “Estamos preocupados”. Por su lado, la Secretaría de Seguridad puso en manos de un equipo especial de la Federal la investigación y búsqueda de los dos personajes de intenciones tan oscuras como sus anteojos. Será tortuosa la recolección de datos: la propia rectora del Moreno desairó al subsecretario de Seguridad, Carlos Vilas, negándole información sobre el caso. Por la noche, mientras los estudiantes del Moreno avanzaban con su anunciado festival de reclamos y repudio, cortando el aire denso de ánimos y miedo, los dos agresores seguían perdidos en penumbras, hamacándose en inexplicables cortocircuitos oficiales. No son los únicos, ni es necesario hacer memoria: el 2 de junio pasado picanearon a un estudiante platense, como culminación de una retahíla de casos recientes que apuestan a favor de los fantasmas y la paranoia (ver aparte).
Jueves 14, diez y media de la mañana. Dos días después de la agresión. El subsecretario de Seguridad de la Nación, Carlos Vilas, se presenta personalmente en la puerta del Mariano Moreno. Su intención, recoger datos que permitan dilucidar el caso y ofrecer su colaboración al chico, a su familia y a la comunidad estudiantil. La reunión duró no más de dos minutos y resultó, a todas luces, en vano. Este es su guión: Vilas se presentó ante la rectora y solicitó contactarse con el alumno, sus padres, y el centro de estudiantes. Ni uno ni otro. “En la escuela no pasó nada”, dijo la rectora. “Pero es un estudiante del colegio”, contestó Vilas. “Pero acá dentro no pasó nada.” “¿Podemos hablar con algún alumno del centro?”, preguntó Vilas. “Acá no entra nadie extraño al establecimiento”, respondió la rectora y derivó a las autoridades de la Secretaría de Educación porteña. “Lamentamos profundamente lo que le pasó a este muchacho, comprendemos el temor, pero también lamentamos la falta de colaboración de las autoridades del colegio.”
La necesidad de datos tiene su explicación. El jueves, el gobierno nacional quedó desacomodado, después de enterarse por este mismo diario de que había ocurrido lo que había ocurrido. Los pasos dados por el chico agredido revelan a quién se tiene miedo: la denuncia no pasó por la policía. Son tan palpables esos miedos que la propia Secretaría de Seguridad habilitó, hace pocos días, la línea 0800-555-5065 para recibir denuncias anónimas salteando el trámite ante los uniformados.
Ayer, la tardía reacción gubernamental la encabezó un escueto Atanasof: “Es un dato que preocupa tanto al Gobierno como a todos los argentinos”, dijo. “Pongan dos o tres buenos especialistas y resuelvan esto”, ordenó a los federales el secretario de Seguridad, Juan José Alvarez. El caso recayó en la División de Delitos Complejos. Por la tarde, después de reunirse con el secretario de Educación porteño, Daniel Filmus, y la directora de Derechos Humanos de la ciudad, Gabriela Alegre, finalmente Vilas logró contactarse con el padre del chico agredido. “Le ofrecí nuestra protección y una reunión, a realizarse en el momento, lugar y condiciones que ellos fijen”, confió Vilas a este diario.
El caso, que recayó en el Juzgado de Instrucción 41, de Daniel Turano, agregó una casualidad: el fiscal que interviene es Pablo Lanusse, el mismo que investigó la mafia del oro y cuya hermana fue agredida de un modo semejante, cuando le grabaron con un cutter en la frente la palabra “oro”. Lanusse solicitó a Gustavo Lesbegueris, adjunto de la Defensoría del Pueblo porteño, las actuaciones relacionadas con la denuncia de los padres del estudiante ante la Justicia.
Entretanto, el clima de ansiedad que arrastra la memoria fue palpable. De golpe, buena parte de la sociedad empezó a considerar que la realidadse presenta tan real como ella misma: llena de grietas. En esas fisuras se acomodaron la desocupación, el hambre, el corralito y ahora, la personificación del miedo. Habrá que ver cómo reacciona.

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