SOCIEDAD › SIN PISTAS DE LA BANDA QUE ROBO 88 MILLONES DE DOLARES
Scotland Yard puso en pie a todos sus sabuesos en toda Gran Bretaña. No hay pistas de la banda que asaltó a la empresa Securitas. Ofrecen una recompensa de 3,5 millones de dólares.
“Se ofrece esta recompensa porque sabemos que alguien vio o escuchó información que es vital para nuestra investigación, o alguien tiene sospechas de quién pudo ser responsable del robo.” La voz del inspector de Scotland Yard, Adrian Leppard, sonó entre quejumbrosa e incómoda. No era para menos: acababa de anunciar el ofrecimiento de una recompensa por 2 millones de libras (algo más de 3 millones y medio de dólares) para quien aportara datos sobre el robo a la empresa de seguridad Securitas, en la localidad de Tonbridge. El robo, con el pasar de las horas y el revelar de las cifras, se fue transformando en record en la historia de Gran Bretaña: 88 millones de dólares. La policía de investigaciones inglesa desplegó sus sabuesos en todas las comarcas, todos los condados, cerró rutas y puertos. Pero todo parece depender de una recompensa.
Todo ocurrió durante unas pocas horas, en la madrugada del miércoles pasado. Cuando el gerente de seguridad de Securitas en Tonbridge divisó las luces de la patrulla policial, sobre la autopista A249 y próximo a Stockbridge, y se detuvo, no imaginaba que él mismo pasaría a ser el primer eslabón del mayor robo en la historia de Gran Bretaña; tampoco que su esposa y su hijo se transformarían en el segundo eslabón.
El gerente, cuya filiación no fue proporcionada, fue detenido por la patrulla. Primero vio las luces, después las camperas amarillas de la policía de tránsito. Cuando descendió de su vehículo, lo encañonaron, lo esposaron y lo metieron dentro de una camioneta y le dijeron: “Tu familia morirá si no haces exactamente lo que queremos que hagas”.
Simultáneamente, otro grupo de policías, o supuestos policías, tocaba el timbre en la casa del gerente, en Herne Bay, sobre la costa del Mar del Norte. Su mujer preguntó quién era y el policía le respondió: “Lo sentimos mucho, pero su marido tuvo un accidente. Tiene que acompañarnos y también el niño, porque puede que se demore bastante”.
“Fue una tortura traumática para el gerente, su esposa y su pequeño hijo”, dijo más tarde, cuando todo había pasado, incluso el dinero, el detective Paul Gladstone, sin poder ocultar su malhumor. “Quiero subrayar que estos hombres están armados, son peligrosos y están dispuestos a recurrir a la violencia”, dijo Gladstone.
Dos horas y media más tarde, el gerente, su esposa y su hijo se reencontraron, como rehenes, ante la verja de hierro de Securitas, en la camioneta policial y acompañados por seis uniformados truchos. De ese modo, la banda, a la que los chalecos policiales le calzaban como si fueran trajes cotidianos, ingresó a uno de los mayores depósitos de dinero en efectivo de toda Europa. Para el caso, en el lugar se encontraba teóricamente resguardado uno de los mayores depósitos de billetes usados del Banco de Inglaterra. Que los billetes fueran viejos y de baja denominación no es un dato al margen: el rastreo de esos billetes es técnicamente imposible.
Lo cierto es que con los uniformes primero, con el gerente después, y con su esposa y su pequeño hijo, las puertas de Securitas se abrieron de par en par. Adentro, los 15 custodios del dinero fueron dominados, desarmados y maniatados, tomados por sorpresa como si fueran maniquíes.
Después, la tarea del grupo fue de destrezas y velocidad: se dedicaron a embolsar casi 88 millones de dólares en sacas que cargaban en un camión blanco. Así se los vio en los videos de seguridad de Securitas. Aunque, como ocurre en cualquier asalto de banco, los videos no tienen demasiada relevancia porque no alcanzan a distinguir con precisión los rostros de los asaltantes. Una vez cargado el camión, los seis visibles de la banda huyeron. La policía de Kent recién se enteró un par de horas después, cuando uno de los custodios logró zafar de sus ataduras y hacer sonar la alarma.
Para los investigadores, la banda estaba conformada por entre seis y nueve integrantes y están convencidos de que recibieron información desde adentro. Los billetes viejos, los movimientos internos, la cantidad de guardias y el monto del botín son datos que apuntan en esa dirección. Por ahora, Scotland Yard no tiene ni una sola pista, bloquea rutas de escape y espera el resultado de la recompensa.
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