SOCIEDAD • SUBNOTA
En 1963, Ronald Biggs dio el golpe más espectacular y recordado de la historia de Gran Bretaña, que de inmediato se conoció como “el asalto al tren postal real”, con el que se hicieron novelas y películas y con el que se alimentó el mito de Biggs, detenido, prófugo y residente en Brasil hasta que decidió entregarse a la Justicia londinense. En ese momento, Ronnie Biggs y su banda detuvieron el tren que va de Glasgow a Londres, en un lugar calculado del recorrido, y se alzaron con 120 sacos de oro, por un valor que en la actualidad alcanzaría los 50 millones de euros. Ayer, cuando el jefe de la policía de Kent, Paul Gladstone, aseguró furioso a la prensa que “estamos absolutamente decididos a cazar a los ladrones hasta que estén entre rejas”, los londinenses no pudieron menos que cruzar una sonrisa y murmurar algún recuerdo sobre el tren correo. Es que Ronnie Biggs y sus 13 cómplices también fueron perseguidos por la policía. Incluso estuvieron entre rejas. Y no fue obstáculo para que Biggs fugara. Llegó a Australia, desde donde huyó a Brasil con los sabuesos pisándole los talones. En Brasil tuvo una hija con una brasileña, lo que le permitió ganar la ciudadanía y la protección. A esa altura, Ronnie ya había perdido o dilapidado su parte pagando coimas a policías o empleando su dinero en fugas y ocultamientos. En Brasil logró sobrevivir merced a algunas changas, a una novela que publicó y a la fama que relativamente le permitía aparecer en algún que otro programa. Cuando tenía 71 años, enfermo y pobre, finalmente, Ronnie decidió entregarse a la policía.
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