SOCIEDAD › JUICIO POR EL CRIMEN DE UNA ADOLESCENTE EMBARAZADA
Camila Arjona, de 14 años, recibió un disparo por la espalda el 1º de abril de 2005 en Villa Lugano. Los acusados son tres policías que no estaban en el puesto asignado y realizaron un procedimiento irregular. La familia pedirá reclusión perpetua para el autor del disparo fatal.
A sus 14 años, Camila Estefanía Arjona ya tenía novio y estaba embarazada de cuatro meses y medio. Su agitada adolescencia terminó en forma trágica, cuando el 1º de abril de 2005 un balazo policial le pegó en la espalda, mientras caminaba por los pasillos de la Villa 20, en Villa Lugano. Ayer comenzó el juicio en el que tres policías de la Federal están acusados de haber participado en los hechos que terminaron con Camila tirada boca abajo contra el barro. Uno de ellos es sospechoso de haber realizado el disparo, mientras que los otros dos están imputados de golpear a otro joven de la villa antes de la muerte de la chica. Ninguno de ellos debía estar allí sino custodiando una casa del barrio. Las contradicciones marcaron las declaraciones de dos de los imputados que dieron su versión de los hechos al tribunal, mientras que el tercero se negó a declarar. Por su parte, el abogado de la familia de Camila anticipó que pedirá la pena de reclusión perpetua para el cabo Adrián Bustos, acusado de disparar.
Camila Arjona y su novio, Leonardo Ramos, de 17 años, dormían en la casa de él cerca de las 4 de la mañana de aquel viernes 1º de abril. Los estampidos de varios disparos los despertaron y decidieron salir para ver qué pasaba. Según contó Leo, una vez sobre la calle Corvalán, donde vive con su familia, vieron a tres personas. Se trataba de los cabos Miguel Angel Almirón y Adrián Bustos y del agente Mariano Cisneros. Uno de ellos les gritó que se quedaran donde estaban, pero los chicos se dieron vuelta para volver a la casa. En ese momento escucharon disparos. El chico pudo correr hasta la vivienda. Camila no, sólo levantó sus brazos y cayó al piso tras recibir un disparo en la columna.
La cuestión de cuándo se realizaron los disparos y quién apretó el gatillo es clave. Las pericias hablan de 16 cápsulas de nueve milímetros desparramadas en la zona, todas salidas de armas policiales. Cisneros asegura haber tirado “seis o siete veces” para responder un supuesto ataque que recibieron momentos antes de la muerte de Camila, y admite que más tarde sólo realizó un disparo al aire cuando ella y su novio se iban. Por su parte, Bustos reconoce que tiró “tres o cuatro” veces durante la primera agresión y afirmó que no gatilló al ver a la chica. Claro que los dos escucharon disparos cuando caía Camila, pero en sus declaraciones sugieren que partieron del arma de Almirón, que no está acusado del homicidio.
La escena quedaría un poco más clara con los dichos de un testigo que dice haber estado en una terraza y vio a uno de los policías tirar hacia donde estaba Camila. Se trataría de Bustos, que fue reconocido porque llevaba una mochila. En la primera sesión del juicio, ninguno de los dos recordaba quién tenía la mochila porque “la llevábamos un rato cada uno de los tres”.
Luego de los disparos, los dos corrieron hacia donde se iba Leo. Pasaron por al lado del cuerpo de la joven tirado en el suelo. “Vi una chica que levantaba las manos y se tiró al piso. Me pareció que era lo normal para alguien que al escuchar el grito de alto y los tiros trataba de cubrirse”, relató Cisneros. Bustos también la vio, “pero nunca creí que estuviera herida”.
Tanto Bustos como Almirón estaban asignados a la custodia de un vecino del barrio que estaba amenazado y “por cuestiones de seguridad” dejaba su casa por las noches, explicó Bustos. Almirón –que ayer se negó a declarar– había cumplido la misma tarea hasta el primer minuto de ese día, pero igual se quedó junto a los otros dos el resto de la noche. Bustos y Almirón reconocieron que los tres descuidaron su puesto. Sólo en eso hubo coincidencias.
El motivo que los llevó a abandonar la consigna difiere según las versiones, a pesar de que ambos comparten el abogado defensor. Bustos dijo que cerca de la una salieron a hacer una recorrida por la villa en busca de datos de un tal Gula, al que “todos en la comisaría querían agarrar”. “Se hizo una recorrida normal, era una noche tranquila”, sostuvo. Cisneros, en cambio, declaró que recién a las 3.30 fueron a comprarcigarrillos a un quiosco y que antes habían estado en la casa que custodiaban “hablando de cosas de trabajo”. Está comprobado que del polirrubro también se llevaron varias cervezas.
Luego de abastecerse, en uno de los pasillos los tres se cruzaron con Eduardo Omar Plaza, quien les resultó sospechoso. Por eso Cisneros lo puso contra una pared y lo palpó. Mientras se abocaba a esa tarea dice haber escuchado que le disparaban, entonces “lo empujé fuerte contra la pared para sacarlo de la línea de fuego”. Lo cierto es que el golpe dejó al hombre sangrando y con un diente menos. Por ese hecho los tres federales están imputados por “apremios ilegales y lesiones graves”. Aunque para Bustos “el diente lo pudo haber perdido antes o el día anterior”.
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