Lun 27.03.2006

SOCIEDAD

Nueve meses de tecnología de punta para convertirse en pura chatarra

Cámaras digitales, televisores, DVD, celulares, ni hablar de las videos, en nueve meses son reemplazados por modelos más nuevos. El crecimiento de los chips y la moda marcan el paso.

› Por Oliver Dubb *

Si no está roto, no lo arregles. Hubo un tiempo en que la frase tenía peso tecnológico. Uno no se compraba un televisor nuevo solamente porque el viejo de gabinete de madera de los años ’60 había juntado un poco de polvo. El walkman Bean de Sony tiene los rasgos básicos para el éxito: está bien diseñado, es más pequeño, y más barato que el conocido iPod, y tiene hasta 50 horas de batería de vida. Pero después de seis meses en el mercado, Sony anunció que el Bean se dejará de producir en abril.

El motivo detrás de esto puede rastrearse 40 años atrás con un tal Gordon Moore, cofundador de Intel. Predijo que el número de transistores en un chip –y por ende su rendimiento– se duplicaría más o menos cada dos años. “La ley de Moore” es lo que impulsó el rápido crecimiento de los procesadores de computación en la década de 1990. Ahora que las cámaras fotográficas, los televisores y los aparatos de música también se han “vuelto digitales”, la misma teoría es aplicable. La industria dice que el acelerado paso del cambio tecnológico y, más importante, la creciente influencia de la moda, significa que la mayoría de los teléfonos celulares y cámaras digitales se dejarán de producir dentro de nueve meses.

A los televisores y los equipos de DVD les va un poco mejor, pero el hardware actual será obsoleto por la inminente llegada de películas de “alta definición”, incompatibles con cualquier modelo de más de dos años. “Hay excepciones, pero de seis a nueve meses es el standard de vida para la mayoría de los celulares”, dijo Bryan Magrath, director de marketing y operaciones de Dixons.

En el pasado año, la empresa retiró progresivamente las videocaseteras, los aparatos reproductores de casetes, las cámaras de cine de 35 mm y más recientemente los tubos a rayos catódicos de los televisores. “El promedio de la venta de estos productos bajó en tal forma que ya no es viable mantenerlos en los negocios”, dijo Magrath. El motivo detrás de esto es obvio: la revolución digital. “Un montón de productos que tenían una vida útil más larga en el pasado eran análogos y no funcionaban en la senda digital”, explicó. “Una vez que los productos comienzan a tener circuitos integrados, entran en la infinita actualización que sucede con las computadoras.”

Hay un motivo más caprichoso detrás del cambio acelerado sobre el consumo de electrónicos: la moda. “Nuestra actitud hacia la tecnología ha pasado de usar algo hasta que se rompe y es imposible repararlo, a reemplazarlo constantemente porque hay algo más de onda en el mercado. Conozco gente que tiene cinco o seis iPods que cambian su celular cada par de meses. Eso no es inusual”, dijo Tom Dunmore, jefe editor de la revista de electrónica Stuff.

Hasta hace poco, los celulares viejos eran tratados como cosas obsoletas que llenan los cajones de la cocina, pero tuvieron su renacimiento ya que los usuarios se cansan de funciones que se multiplican incesantemente y crece la nostalgia por los “resistentes y elegantes” de la década de 1980.

Garry Evans dirige RetroFones, una página de Internet que vende teléfonos de segunda mano. Dice que algunos usuarios de celulares prefieren los más antiguos. Dos favoritos clásicos son el último Nineties Motorola StarTAC, que se convirtió en el prototipo de los celulares con tapa de hoy, y el Nokia 8118, famoso por aparecer en la película Matrix.

“El problema con los teléfonos hoy es que son tan complicados que son más proclives a descomponerse”, dijo. “Hay más cosas que pueden andar mal y no creo que estén fabricados para durar. Si su teléfono se rompe, es más barato comprar uno nuevo que reparar el viejo.” Magrath dice: “Nosotros dividimos los productos en dos categorías. Cualquiera que cueste menos de 250 dólares no vale la pena arreglarlo”.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12. Traducción: Celita Doyhambéhère.

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