“¿Novedades? No, novedades no hay. Lo único que hay es mucho laburo”, explicaba, Carlos, uno de los mozos que trabaja junto a los tres gallegos en el bar Británico, mientras mantenía equilibrada una bandeja cargada con dos cafés. Si tomarle el pulso a un bar fuese posible, entonces cualquiera hubiese asegurado ayer por la tarde que el Británico está más vivo que nunca. Las mesas llenas y los clientes disfrutando de cortados, medialunas y tostados son muestra de esa vitalidad. Para alejar el riesgo del cierre, persistía el aguante de los vecinos y clientes que hizo desistir al dueño del local.

El propietario del local de la esquina de Brasil y Defensa, en San Telmo, debió retirarse el sábado sin las llaves que pretendía. Gracias a la resistencia de los vecinos, José Miñones, Pepe Trillo y Manolo Pose –los mozos que desde hace más de cuatro décadas atienden el bar– no fueron desalojados. Las dos partes intentarán llegar a un acuerdo a partir de hoy.

“Ahora son los abogados de las dos partes los que van a negociar y los que van a tomar una decisión”, comentó Carlos. Detrás de él, con paso lento para no tropezar con tanta gente, Pepe llevaba en la mano derecha un plato con medialunas y otro con un tostado. Con la izquierda, se atajaba de los descuidados que pudieran hacerle caer el pedido.

Según anunciaban, los parroquianos de siempre y los vecinos no van a cejar en su apoyo. El motivo está claro en un cartel firmado por el Comando Trillo, que pegado en el frente del local asegura: “Si cierran el Británico, San Telmo llora”.