SOCIEDAD › MURIO LA MEDICA BALEADA POR SU AMANTE EN OCTUBRE
Después de seis meses en coma, ayer murió Ana María Rossi, de 36 años, herida de cuatro balazos por su amante, el visitador médico Agustín Arrien, que sigue detenido.
Después de una agonía de seis meses y 11 días, murió ayer la médica nutricionista Ana María Rossi, de 36 años, baleada en octubre del año pasado por su novio, el visitador médico Agustín Arrien, de 46, quien se encuentra detenido. Arrien había tratado de eludir su responsabilidad diciendo que él y su amante –la mujer estaba casada pero vivía distanciada de su marido, aunque compartían el mismo domicilio– habían sido víctimas de un asalto y que los delincuentes se la habían llevado. La mujer, malherida, fue hallada tirada en un zanjón, en la localidad de Villa Elisa, cerca de La Plata, el 4 de octubre. Desde entonces permaneció en estado de coma en la sala de terapia intensiva del Hospital San Roque, en Gonnet. La habían operado dos veces, en algún momento le habían quitado el respirador artificial, pero nunca volvió al estado de lucidez. “Estás loco”, fue lo último que dijo Ana María Rossi, según lo afirmado por Arrien al confesar el crimen. El le disparó cuatro veces con una pistola calibre 22. Tres impactos, dos en la cabeza, la dejaron al borde de la muerte, que llegó ayer. Los abogados del imputado pretenden demostrar que actuó “en estado de emoción violenta” porque la mujer lo iba a dejar para reiniciar la relación con su esposo.
La muerte de la médica ocurrió después de las siete de ayer. Los médicos del Hospital San Roque informaron que la muerte se produjo por “un cuadro grave e irreversible” del que no pudo salir en ningún momento. Ahora, la carátula por “lesiones gravísimas” que tenía la causa, será reemplazada por la de “homicidio simple”, con el posible agravamiento en razón del vínculo que ambos mantenían, desde mediados de 2004. Arrien, quien tiene dos hijos de un matrimonio anterior, seguía “profundamente enamorado” de Ana María Rossi, según pregonan sus abogados, pero ella “lo estaba por dejar, para volver con su marido, y eso lo llevó a un estado de enajenación”, insistió ayer Juan José Lossino, uno de los letrados del hombre que está preso por un crimen pasional.
“Fue conmovedora y extensa la confesión; él se quebró en llanto varias veces y reconoció su responsabilidad en un hecho de índole pasional”, le había dicho Losinno a Página/12 el 7 de octubre pasado. “Puede ser un caso de inimputabilidad porque sufrió un trastorno psíquico, porque sufrió un shock”, aseguró Losinno. La posibilidad fue rechazada de plano por el fiscal de la causa Marcelo Martini y la postura fue compartida por el juez de Garantías Guillermo Atencio. Por eso Arrien está preso desde el día de su confesión. El abogado Andrés Vitale, que representa a la familia de la víctima, descartó de plano la pretensión de los defensores de Arrien y aseguró que él fue “totalmente consciente de sus actos”.
Lo mismo opinó el fiscal Martini cuando le pidió la detención al juez Atencio. “El estaba plenamente consciente y recuerda a la perfección todo lo sucedido en la noche del 3 de octubre de 2005.0” El drama comenzó cerca de la medianoche de ese día, luego de que la pareja fuera a cenar en el restorán Primo Piatto de City Bell. Luego de estar varios días sin verse, Rossi y Arrien se encontraron para conversar. En ese encuentro, ella le hizo saber su decisión de retomar la relación con su esposo, con el que tenía tres hijos. El matrimonio vivía bajo el mismo techo, pero desde hacía años estaba quebrada la relación conyugal. Sólo permanecían juntos por los hijos que tenían en común.
El planteo no fue aceptado por Arrien, quien siguió la discusión una vez que subieron al coche, un Ford Sierra. “Me sentí degradado y comencé a disparar”, dijo Arrien ante la Justicia, para tratar de justificar lo injustificable. En el auto, de su propiedad, el visitador médico había sacado una pistola calibre 22 que llevaba en la guantera. Hizo cuatro disparos, tres de los cuales hirieron a la víctima. Dos impactaron en la cabeza y uno en el pecho. “Ella me contestó mal y me explotó la cabeza”, dijo el autor del crimen en su confesión. El fiscal sostiene que actuó con pleno dominio de sus actos. Como prueba citó la falsa coartada del supuesto asalto que habían sufrido. Armó la falsa historia luego de haber arrojado a un zanjón el cuerpo de la persona a la que decía amar.
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