Dom 30.04.2006

SOCIEDAD  › UN SITIO WEB CON TODOS LOS INGRESOS POLICIALES EN EE.UU.

Fichados

Por Maruja Torres *

Todo se lo debemos a The smoking gun. O bien a ww w.thesmokinggun.com. En estos tiempos en que la intimidad se confunde con la transparencia informativa y en que el morbo obtiene buenos dividendos, nadie está libre de delatar o de ser delatado; de que hurguen en su tacho de la basura o de ponerse a hurgar en los detritus ajenos. Miramos y nos miran. Queremos saberlo todo. ¿Que ciertas informaciones no son necesarias para aumentar nuestros conocimientos y, además, nos denigran? ¿Acaso no estamos hablando de espectáculo? Y el espectáculo debe continuar. Es algo que se decía en el teatro: había que dar la cara en el escenario, aunque hubiera ocurrido una desgracia. Hoy, el espectáculo está en los medios de comunicación, y sólo lo frenaría la falta de desgracias. Es decir, de carnaza.

The smoking gun (frase metafórica equivalente a la prueba o evidencia del delito) es el nombre con que un par de veteranos periodistas del Village Voice, William Bastone y Daniel Green, fundaron, en 1997, una modesta web. En ella aprovecharían los documentos oficiales acerca de todo tipo de delitos que habían atesorado a lo largo de su trabajo como reporteros de sucesos. Los amparaba la Legislación para la Libertad de Información, que regula los secretos gubernamentales y los pone a disposición de la opinión pública. Así fue como empezaron, colgando papeles: “Algo que parecía completamente inadecuado para Internet, que nació para sustituir el papel”, según Bastone.

La acogida fue sensacional. Uno nunca acaba de creerse que los asesinos en serie encerrados en prisión reciban sacas repletas de cartas de amor, y también resulta difícil –para algunas mentalidades retrógradas, entre las que cuento la mía– que exista quien se engancha cada mañana para ver qué delito le apetece para desayunar. Pero así es la vida. Y tal fue el éxito de The smoking gun que una empresa televisiva, la Court TV –que debe su éxito, también arrasador, a la retransmisión de juicios en directo: subió como la espuma cuando el de O. J. Simpson–, la adquirió, manteniendo a sus creadores y ampliando el equipo. Bajo su paraguas, la página creció en oferta, y hoy en día se puede seguir en directo una detención –“la heroica labor cotidiana policial”–, enterarse de cuál es el nuevo pleito en el que anda enzarzada una actriz de cuarta categoría, saber antes que nadie que una maestra rolliza y cuarentona abusó de un alumno de 13 años... y participar en un concurso relacionado con un delito (premian con películas de intriga). La página tiene mucha publicidad (una del gobierno de Estados Unidos, en castellano, ofreciendo por sorteo un permiso de trabajo), enlaces con Court TV y una sección francamente curiosa, facilitada por una serie de voluntarios especializados en detallar las rarezas que las estrellas exigen por contrato para actuar o durante los rodajes. Por ejemplo: para Instinto básico 2, Sharon Stone exigió de todo, desde un equipo Pilates a varios guardaespaldas armados, pasando por la prohibición de fumar en el set, un coche con chofer no fumador, un descapotable para uso personal, dos asistentes, tres niñeras... En su contrato, escrito de su puño y letra por su abogado, hay hasta la exigencia de un coche de alquiler para su peluquero, otro para el maquillador; eso sí, pueden compartirlo, si se ponen de acuerdo. David Bowie, en sus actuaciones, es mucho más modesto: café, fruta, agua Evian, pañuelos de papel, una bombilla extra de 110 vatios, línea telefónica exterior, un espejo de cuerpo entero y otro para maquillarse, con buena luz. De lo más sensato.

El vicepresidente Dick Cheney –una estrella también, aunque hoy bastante estrellada– exige en sus desplazamientos café descafeinado recién preparado, media docena de botellas de agua, cuatro latas de Diet Sprite sin cafeína, lámparas extras y cuatro periódicos. Si su mujer viaja con él, se precisan dos botellas adicionales de agua con gas, de ser posible Perrier. La mayor parte de los periódicos y cadenas de televisión reproducen las informaciones obtenidas por el largo brazo de The smoking gun y su niñera Court TV.

Pero el máximo atractivo de la web son los llamados mug-shots, que es como llaman en Estados Unidos a los retratos que le toman al personal en cuanto llega a la comisaría después de un arresto. Mug es una palabra de argot que puede significar careta o también mueca. Ahí sí ha encontrado The smoking gun una mina. La lista de fichados incluye gangsters, asesinos, iconos sociales, deportistas, estrellas pop, personajes históricos... Y no sólo tenemos acceso a las fotos. También podemos utilizarlas. Todo sea en nombre de la libertad de expresión.

¿Quiere vengarse de la amiga que le dio calabazas en los años setenta; ya sabe, esa que estuvo loca por el cantante Leif Garrett? Mándele un e-mail con la foto que le hicieron en la comisaría hace sólo unos meses, en enero de este año, cuando la detuvieron y ficharon por posesión de cocaína, y en la que parece un desconocido, calvo, malencarado. La foto de un delincuente.

Claro que, ¿quién no parece un delincuente en una instantánea policial? Incluso Rosa Parks, la mujer negra que, en 1955, hizo historia al negarse a ceder su asiento a un hombre blanco, en un autobús de Montgomery, Alabama. La ficharon por eso, pero su gesto inició una rebelión que duró 381 días, un boicoteo al servicio de autobuses con compartimiento trasero para negros que acabó con dicho tipo de segregación, al menos en Montgomery, y que llamó la atención de un joven Martin Luther King y lo concienció, preparándolo para su lucha por los derechos civiles. Por cierto que Luther King es otro de los delincuentes fichados, al igual que muchos otros héroes, igualmente valerosos y valiosos, de la comunidad afroamericana, entre los que se encuentra el reverendo Jesse Jackson. O alguien de la talla de Dalton Trumbo, el gran guionista de Espartaco, quizá el más talentoso de Los Diez de Hollywood, que en 1947 fue sentenciado a prisión como consecuencia de la caza de brujas desatada por el senador McCarthy (lo conocen por Buenas noches, y buena suerte). Los espectadores se quedaron sin el talento de sus mejores años, como les ocurrió a tantos otros que, como Trumbo, sufrieron humillación, cárcel y desempleo. Perdieron todo lo que tenían. Todo, excepto el honor.

Así que, según cómo se mire, es casi un premio figurar en los ficheros de la policía estadounidense en tan buena compañía. ¿Que Nick Nolte no muestra precisamente su mejor aspecto tras haber sido arrestado por conducir bajo el efecto de determinadas sustancias? Bueno, yo lo prefiero a la imagen de un Dick Cheney vestido de cazador (pero él no fue fichado; aunque sí una hija de Jeb Bush, gobernador de Florida, completamente drogada, y es comprensible, pobre criatura; yo en su lugar nunca iría serena). Y sí, confesémoslo, produce una secreta satisfacción que el dueño de Microsoft, Bill Gates, aparezca ofreciendo la imagen reglamentaria, de frente y de perfil; jódete, capullo, nos has tenido en un puño con tus malditas exclusivas. Sin embargo, el multimillonario es él. ¿Y de verdad compensa que su foto juvenil de fichado por infracción de tráfico dé vueltas por el sistema que él mismo ha ayudado a desarrollar con sus inventos? Al parecer, así es.

Que Carmen Electra, de la serie de televisión Los vigilantes de la playa, fuera acusada de golpear a su marido, el antiguo ídolo de la NBA Dennis Rodman, y que el cargo finalmente fuera desestimado, no implica que se le retirara la foto; al menos, él, que fue acusado de lo mismo, pronto volvió a posar en comisaría, por conducir bebido. Axl Rose, de Guns N’Roses, tampoco se libró de su fotomatón, ni de unas horas de celda, por haber supuestamente insultado a un guardia de seguridad en el aeropuerto de Phoenix. Vaya usted a saber quién estaba más en sus cabales. Todos los que pasaron por comisaría con o sin razón, justa o injustamente –de Charles Manson a, ya lo he dicho, Martin Luther King– están en la red. Frank Sinatra en sus años jóvenes (por ir con una mujer casada; no es extraño que, más adelante, pidiera protección a la mafia, para aliviar a la policía de tantas horas extras como hubieran tenido que hacer). Steve McQueen, carne de reformatorio, fue fichado por conducir bebido (y la verdad es que, en las fotos, parece contento). Robert Downey Jr., por su adicción a las drogas, repetidamente: antes de que se supiera que sufre desde niño trastorno bipolar que lo conduce irremediablemente a los fármacos; aunque seguirán fichándolo lo mismo. Christian Slater, tan modoso, quién lo iba a decir, por llevar un arma sin permiso (de haberlo tenido, lo habrían nombrado algo en la Asociación del Rifle). Marilyn Manson, por haberle dado en la cabeza a un guardia que lo acusó de conducta sexual criminal (tal vez porque le guiñó un ojo y ese día llevaba rímel); Hugh Grant, por el famoso caso de fellatio en una callejuela a cargo de Divine Brown.

Hasta Matthew McConaughey, que es casi de nuestra familia por su relación con Penélope Cruz, tuvo su foto de frente y de perfil por haberse dado unas alegrías: un vecino lo denunció por tocar el bongó a horas calmas, y cuando los agentes de la ley se apersonaron en su casa lo hallaron dando vueltas, con el mencionado instrumento como todo vestuario... en su propiedad. Acusado de estar en posesión de marihuana y otras drogas, al final todo quedó en una violación de las leyes de Austin (Tejas, naturalmente) contra el ruido. Dios, hay que ser temerario para ponerse a bailar en un Estado con tanto cristiano renacido.

También Eminem tiene su foto (un par: fue arrestado dos veces, al fin y al cabo no es más que un rapero) por broncas con arma incluida, y, al menos, la primera detención, que se produjo en el año 2000, no tuvo nada que ver con el hecho de que se haya manifestado tan en contra de la política de George W. Bush.

Por supuesto, no puede faltar el capítulo de los “pobres niños ricos”. El ex niño prodigio Macaulay Culkin, por posesión de marihuana y otras peligrosas sustancias sin receta (las tensiones a que el actor fue sometido por el litigio que rodeó el divorcio de sus padres, cada uno tirando de él, no figuran en el archivo). Y Christian Brando –protagonista del más terrible de los casos–, por haber asesinado al novio de su hermana, Cheyenne, que se suicidó tiempo después; Marlon Brando ya no levantó cabeza. Y, por supuesto, ese pobre monstruo estrictamente estadounidense, Michael Jackson, blanco como la leche en su fotomatón policial, aunque menos blanco que los velos que ahora se pone en Bahrein. Se me ocurre que, ya que podemos hacernos con las fotos y mandarlas por correo electrónico a quien queramos, deberíamos empapelar con ellas las escuelas, con una leyenda que dijera algo así como: “Quien mal anda, mal acaba”. Demasiado socorrido, ¿quizá? Seguro que a los que hacen las campañas admonitorias de Tráfico se les ocurriría un eslogan mejor.

Es una pena que los archivos policiales del franquismo hayan sido destruidos —lo fueron, ¿verdad?— porque ahora mismo podríamos deleitarnos con las fotos de sindicalistas, políticos, catedráticos, periodistas, escritores, travestis, homosexuales, mujeres adúlteras, estudiantes antes de ser defenestrados... En fin. Como diría Aznar, España se está quedando atrás.

Pero no perdamos la esperanza. Ya tenemos los blogs en donde lo mismo se nos ilumina con la verdad que se nos entretiene con chismorreos porteriles o, llanamente, con calumnias. Nadie está a salvo.

Y ésa es la parte buena de Internet. Que nadie está a salvo de que hurguen en su basura... O en su cerebro, que a veces es lo mismo.


* De El País, de Madrid. Especial para Página/12.

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