Dom 14.05.2006

SOCIEDAD  › QUE DELITOS SON RENTABLES AHORA Y CUALES SON DEMASIADO PELIGROSOS

El crimen paga, pero hay que saber cuál

Desde que cerraron el 90 por ciento de los desarmaderos es poco rentable robar coches, a menos que sea por encargo. De secuestros ni hablar, son peligrosos y no hay “arreglo” posible. Los bancos tientan, pero el riesgo es alto y la ganancia es poca. Los camiones son la nueva vedette –poco riesgo, buen dinero– y el peligro mayor son los “pibes cachivaches”, que roban cualquier cosa para venderla y comprar drogas.

› Por Raúl Kollmann

“Mirá, los que tienen algo de experiencia, ya no se dedican más a bancos. Tenés dos minutos y necesitás por lo menos cinco para entrar. Con suerte, cada uno se lleva 20.000 pesos, pero es mucho riesgo. Hoy por hoy, el que tiene experiencia ‘hace’ (roba) camiones. Siempre hay arreglo con los milicos (policías), pero lo que te ponen como condición es que no les rompas la zona, o sea que lo ‘levantes’ (robes) en otra jurisdicción. Eso sí, después podés bajar la mercadería en un depósito y ellos no te tocan si les das la parte de ellos. Y, además, ahora ya se le encontró la vuelta a cómo manejarse con el ‘bicho’ (sistema satelital).” El hombre se acomoda en su silla del patio del penal, mientras otros afirman con la cabeza.

Página/12 hizo una recorrida por varias prisiones y de los diálogos surge una especie de mapa actual del delito. Aunque la conclusión de los diálogos es que las cosas se han puesto más difíciles para quien anda en el mundo del delito, entre otras cosas porque perciben que hay mucha más policía en la calle, surge una luz de alarma para el próximo período: los jóvenes dispuestos a robar lo que sea, incluso cosas que valen 100 pesos, para ir a comprar “paco”. Esa franja inexperta, muy afectada mentalmente por el consumo de estupefacientes, puede disparar el gatillo ante el primer inconveniente y la clave está en que venden lo robado en los negocios de compraventa de usados que se han multiplicado en los últimos tiempos en todo el Gran Buenos Aires y que operan con toda impunidad, ante la sospechosa mirada policial.

Secuestros no

Los experimentados del mundo del delito, que hoy tienen entre 35 y 45 años, van cambiando de rubro delictivo. Han estado al menos una década en prisión y se mueven con pies de plomo. Conocen a algún comisario o subcomisario de la zona, o a algún retirado que a su vez les hace contactos con los que están en actividad y, más allá de lo que se diga, pactan en forma cotidiana. De cada hecho ilegal, una parte va para “los milicos”.

Esa especie de regulación policial hace que hoy casi no haya secuestros. “Uno sabe que si te metés en eso te parten la cabeza, porque no hay arreglo posible. El comisario sabe que lo echan, que se arma un quilombo bárbaro y nadie de nosotros, los que tenemos calle y contactos, nos metemos en eso”, dice El Tiburón, un tipo tatuado de pelo blanco que también se mete en la charla. “Los pocos secuestros que hoy se hacen son pendejos que piden mil o dos mil pesos por una cosa rápida. Pero también los parten porque no saben cómo hacerlo.”

Autos, poco

“De cada diez desarmaderos que funcionaban hasta hace tres años, hoy funciona uno –afirma un hombre gigantesco, lleno de tatuajes–. Todo es por pedido: traeme tal auto de tal color. Pero, además, esos desarmaderos ya no le compran un auto a un pendejo por 200 pesos, porque saben que ese auto viene sucio (hubo algún muerto o un herido en el robo). Por eso lo encargan a alguien que saben que se lo va a traer limpio. Antes, al pendejo le daban chauchas, hoy le sacás 1500 pesos al desarmadero por un auto más o menos nuevo. Ellos lo cortan y casi siempre mandan las partes para el interior. Es verdad que ahora también hay desarmaderos en Tucumán, Santiago del Estero, Entre Ríos, Santa Fe, Corrientes, así que algún coche lo ‘levantan’ un viernes a la noche y el sábado, antes que esté la orden de captura, está en las provincias.”

En realidad, la ofensiva contra los desarmaderos fue clave para reducir la cantidad de muertes. En el robo de autos, los ladrones inexpertos producían el 40 por ciento del total de homicidios de la provincia deBuenos Aires. Al desaparecer la mayoría de los desarmaderos, la cifra de homicidios por robo de autos se redujo a menos de la mitad.

Entre los “pesados” que hablaron con este diario hay discrepancias. No faltan los que dicen que hay un mercado del robo de camiones, pero no para vender lo que llevan, sino para vender el camión mismo. Unos dicen que también se llevan al interior. Los otros afirman que no, que el “bicho” hace que eso sea imposible.

El bicho

En lo que todos coinciden es en que la piratería del asfalto ha pasado a ser el delito preferido de los experimentados. El mecanismo es el siguiente:

- Dos de los delincuentes, en un auto, encierran al camión.

- Bajan al chofer y lo suben al coche. Otro de los delincuentes pasa a manejar el camión.

- Al chofer lo tienen dando vueltas dos o tres horas dentro del auto para que no pueda hacer la denuncia.

- Mientras tanto, el camión es llevado a un depósito donde se baja la mercadería o directamente se carga en otro camión.

- Al final, abandonan el camión y, al mismo tiempo, sueltan al chofer.

- El chofer hace la denuncia y, por el sistema satelital que se acciona con la denuncia, detectan dónde está el camión.

Hay un punto en el que los presos están de acuerdo: el robo se hace por pedido. De manera que si “levantan” un camión de remedios, ya los tienen vendidos de antemano, por lo general al 40 por ciento del valor. Otras mercancías apetecidas son los electrodomésticos, los celulares y, por supuesto, hay mercado para los alimentos. En promedio, si en un robo a un camión participan entre cinco y seis personas, cada uno se queda con unos 10.000 pesos como mínimo. La cifra es menor a lo que conseguían antes en bancos o secuestros, pero todos coinciden en que hay menos riesgos. “Mientras no le rompas la zona al milico (es decir, mientras el camión se robe en otro distrito, aunque sea cercano), no hay problema. El se lleva su parte y punto. Si chapás celulares, hoy por hoy se los llevan a Paraguay, pero el arreglo se hace acá y le entregás las cajas acá.”

Bancos

En la cárcel, todos opinan que ya no vale la pena. Por supuesto que envidian a los que “hicieron” el Banco Río de Acassuso, pero coinciden en que no es “un trabajo” de “comunes”. “Está claro que eso lo financió alguien durante muchos meses y después arreglaron con algunos ‘culatas’ para entrar al banco ‘de caño’. Detrás de ese afano hay gente de traje y corbata”, dice convencido otro personaje, más bajito, pero igual de ancho.

–¿Policías? ¿Militares? ¿Ex Side? –pregunta este diario.

–Podría ser, pero también gente que lo haya hecho en otro lado. Alguno que tenga experiencia en organizar un robo de boqueteros. Por ahora los que están presos son la línea media y la mano de obra. Los de saco y corbata vienen zafando –insiste el petiso.

Según la mirada de los que tienen experiencia, el robo de bancos dejó de ser “negocio”. Las normas del Banco Central y las medidas que tomaron los mismos bancos hacen que haya muy poco dinero en las cajas de atención al público y que no sea nada fácil llevarse una buena cantidad de una institución bancaria. “Te queda la variante de entrar, manotear en uno o dos minutos lo que hay en las cajas, pero el riesgo es grande. Siempre hay un milico, alguno de seguridad privada y en el público tampoco sabés quién está. En promedio te llevás unas 50 lucas, pero a dividir entre muchos y con demasiado riesgo. Es cierto que igual algunos se tientan, casi siempre porque les tiran algún dato. Pero muchas veces esos datos son una engañapichanga de los buchones de la cana, que te hace un entre para hacer méritos. Después te esperan y te voltean.”

La mayoría de los que tienen experiencia dicen que hacen arreglos con oficiales de la policía, pero al mismo tiempo los desprecian. “No te creas que están laburando mejor. Lo que pasa es que hay muchísimos. La calle está llena de milicos. Y si descubren algo es porque se tropiezan con el hecho”, minimizan.

Hay, igualmente, un dato curioso que surge de la charla. Varios dicen que se retiran, que con el botín de algún hecho que protagonizaron van a poner un ciber, un locutorio, un bar, e incluso un bar de chicas. Otros apuntan a ser “culatas”, guardaespaldas, de la venta minorista de drogas.

Pendejos

En la cárcel, todos hablan mal de los más jóvenes. “Son cachivaches”, diagnostican. La teoría de los experimentados es que el paco –pasta base de cocaína, mezclada con tabaco, mercurio sacado de tubos fosforescentes y hasta insecticidas con efectos alucinógenos– produce un ejército de chicos desesperados por conseguir una bocha que vale un peso y sirve para una sola pitada. “Esos pendejos son los que les pegan a los ancianos, roban un plancha o una bicicleta y después la venden por 20 o 30 pesos. Tienen la cabeza quemada. Antes, levantaban autos y se hacían 200 pesos, ahora se meten en las casas y cada vez más son un peligro. Los que andan de caño hacen negocios, un quiosco, una pizzería, lo que sea.”

–¿Y dónde venden las cosas?

–Se está llenando de compraventas. Van ahí y entregan la plancha o la bicicleta por esos 20 o 30 pesos que te dijimos. Lo que antes hacían los desarmaderos ahora lo hacen esos negocios de compraventa. Si no lo paran, va a haber más muertos. En algunos lugares vos ves que venden autostereos: ¿conocés a alguien que haya vendido un autostereo? No, son todos choreados. Y te imaginás que esas compraventas están arregladas con los milicos.

Desde el punto de vista criminalístico, los negocios de compraventa resultan un desafío igual al que representaron en un momento los desarmaderos. Algunos funcionarios sostienen que cuando en uno de esos negocios no pueden exhibir una factura que respalde algo de lo que tienen en venta se le puede adjudicar una irregularidad en materia fiscal, pero no hay normas que permitan clausurarle el local. En algún momento esto fue evaluado en una reunión conjunta hecha entre la Afip y la Secretaría de Seguridad, en 2003, pero los proyectos están demorados y la cuestión se vuelve cada vez más acuciante.

Parece obvio que la estrategia central de prevención del delito consiste hoy en llenar la calle de policías. Esto lo perciben los que están en la cárcel, que están muy al tanto de lo que sucede afuera. Sin embargo, las políticas de prevención más profundas parecen estar muy atrasadas: urbanización de los barrios más humildes, apertura de calles, asfalto, instalación de luces, mejoramiento de las escuelas, planes de integración de los adolescentes, planes de empleo. Una fuente consultada de la División Homicidios de la Policía Federal, consultada por este diario, evaluó que hay entre uno y dos asesinatos semanales en barrios humildes porteños, la mayoría relacionados con disputas por cuestiones delictivas.

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