SOCIEDAD › PROYECTO PARA QUE LOS NIÑOS LLEVEN DOS APELLIDOS
La iniciativa que el Gobierno enviará al Congreso la semana próxima ya despertó polémicas. Mientras algunos especialistas están de acuerdo, otros aseguran que discrimina a las mujeres y a los hijos de madres solteras.
› Por Pedro Lipcovich
“Si la reforma a la Ley del Nombre se aprueba tal como está por presentarla el Poder Ejecutivo, se habrá perdido una oportunidad valiosísima para erradicar una discriminación padecida por las mujeres.” Esta fue una de las expresiones más fuertes que se hicieron oír en el debate, registrado por Página/12, sobre el proyecto que anunció el Gobierno. La reforma propuesta incluye la obligatoriedad de que los recién nacidos lleven los apellidos del padre y de la madre, en ese orden; los que no tuvieran padre reconocido llevarían los dos apellidos de la madre, si ésta los tuviera, o dos veces el mismo apellido materno. Las opiniones especializadas obtenidas por este diario, si bien coinciden en la necesidad de reformar la ley, destacan dos objeciones. Una: la obligatoriedad de que vaya primero el apellido del padre implica que los apellidos maternos sólo se preserven por una generación; en la legislación de otros países, el primer apellido puede ser el materno. La segunda objeción advierte que la obligatoriedad del segundo apellido puede ser –como lo fue históricamente en América latina– discriminatoria para los hijos “ilegítimos”, ya que pone de manifiesto la falta de apellido paterno.
¿Por qué, en el proyecto de reforma de la Ley de Nombres que el Poder Ejecutivo elevará al Congreso, es obligatorio que el apellido paterno vaya primero? Quien formula esta cuestión es Sofía Harari, abogada del Equipo Latinoamericano Justicia y Género: “La pregunta puede parecer trasnochada, porque en nuestra cultura está muy arraigada la noción de que el apellido es el paterno, pero en muchos países no es así. En España, Francia y Gran Bretaña, cuando una pareja se casa o cuando tiene el primer hijo decide cuál será el apellido familiar con el que serán nombrados los hijos; puede ser el paterno o el materno. Más aún, en Brasil, es obligatorio que el primer apellido sea el materno”.
Harari observó que “si el apellido de la madre debe quedar en segundo término, entonces este apellido se conservará durante una generación pero caerá en la generación siguiente. De este modo, el cambio resulta sólo cosmético y en definitiva se mantiene el sistema patriarcal que existe hoy: las mujeres seguimos sin poder transmitir un apellido a las generaciones futuras. Por eso, con este proyecto se pierde una oportunidad valiosísima, como lo es la de erradicar una de las discriminaciones que, respecto de la mujer, subsisten en la legislación”.
Nelly Minyersky, profesora titular de Derecho de Familia en la UBA, recordó que “el uso de los dos apellidos en muchos países de América latina tenía un explícito sentido de discriminación entre, por una parte, el que tiene mamá y papá, y por lo tanto cuenta con ambos apellidos, y por otra parte el que sólo tiene mamá, y entonces no tiene más que un apellido. En este sentido, hay que observar que, en la Argentina, la legislación y la costumbre del apellido único proceden de una raíz democrática más fuerte en cuanto a los derechos civiles”.
“En el caso de la reforma propuesta –continuó Minyersky–, el hijo que no tenga padre reconocido y cuya madre tenga un solo apellido no tendría otra opción que ese único apellido repetido, que es lo mismo que tener uno solo: hay un riesgo cierto de discriminación.”
No obstante, y sin perjuicio de las críticas, “el proyecto tiene aspectos positivos: por ejemplo en casos de divorcio, puede ser más importante, como registro formal del vínculo entre la madre y el hijo, que conste el apellido materno”, finalizó la profesora de Derecho de Familia.
También Irene Meler –coordinadora del Foro de Psicoanálisis y Género de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires– destacó la importancia de incluir el apellido materno: “La portación exclusiva del apellido paterno representa una usurpación del origen materno, que, además de ser el más evidente en términos biológicos, es el que muchas veces corresponde a la crianza efectiva de los hijos; muchas madres crían a sus hijos sin elconcurso psicológico ni material del padre, y sin embargo éstos llevan sólo el apellido paterno”.
La especialista en género también apreció la opción, incluida en el proyecto, de que el hombre casado pueda agregar a su apellido el de su esposa: “Esta reciprocidad permitirá a las mujeres negociar su propio rechazo a agregarse el apellido de él, en tanto el marido se niegue por su parte a agregarse el apellido de ella”.
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