SOCIEDAD › ¿LOCO? ¿EXPERTO? ¿ASESINO POR ENCARGO?
Los investigadores del caso de la avenida Cabildo siguen oscilando entre las dos hipótesis principales. La más probable es que el sujeto que disparó sufrió un desequilibrio mental y todo indica que del estilo paranoico, porque mientras disparaba iba retrocediendo, como si alguien lo estuviese atacando. La otra hipótesis, que tiene menos adhesión, es que el individuo le disparó en especial a una persona, Diego Claros, que resultó herido en un brazo y es el afectado que se encontraba más cerca del agresor. Claros tiene un antecedente por tenencia de arma de guerra, lo que lo emparentaría con el atacante, que –según coinciden todos los investigadores– tiene el perfil de un aficionado o un profesional de las armas. Anoche, se seguían las distintas pistas, que van desde un ex integrante de fuerzas de seguridad, un vigilador privado, algún skinhead o militante de un grupo nacionalista, hasta una persona vinculada con el herido. El caso de la avenida Cabildo plantea numerosos interrogantes:
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¿Qué elementos sostienen la teoría del desequilibrado mental?
Según el testimonio judicial más certero, el de un joven que vio toda la secuencia, el individuo no habló con nadie y, de pronto, se abrió la campera negra, sacó la pistola del lado izquierdo, se dio vuelta, se puso en posición de tiro con las dos manos en la pistola –postura conocida como Weber & Scott– y empezó a disparar, mientras daba pasos cortos hacia atrás. A primera vista, la escena sugiere que el agresor sufrió un delirio paranoico, imaginó que alguien lo perseguía, y empezó a disparar como defendiéndose.
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¿Se trata de un hombre experimentado en el manejo de armas?
Sí. Más allá de que, por ejemplo, en la Policía Federal se enseña a tirar con una sola mano, la posición Weber & Scott es utilizada por los que concurren a polígonos de tiro. A veces son aficionados, a veces custodios, vigiladores privados y también policías o efectivos de las Fuerzas Armadas. Hay un detalle que llama la atención: el hombre cruzó el brazo, es decir que tomó con la mano derecha la pistola que guardaba en el costado izquierdo. En general, en las fuerzas de seguridad argentinas eso no gusta mucho porque se pierde tiempo, pero es más habitual en Estados Unidos. La otra alternativa es que sea zurdo. Por otra parte, los proyectiles son nuevos, lo que hace suponer que era un tirador habitual.
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¿Existe alguna prueba que resulte decisiva para probar que se trató de un desequilibrado?
Sí. Como adelantó este diario ayer, se está verificando si la persona que disparó en Cabildo es la misma que efectuó 15 disparos contra una confitería de Cramer y Juramento. En aquel momento se dijo que el agresor fue un ex novio de la joven que fue alcanzada por dos disparos, uno en el glúteo y otro en una pierna, pero esa pista quedó desechada. El calibre del arma es el mismo, 3.80, o sea nueve milímetros corto, y un portero que resultó el principal testigo afirmó que el sujeto usaba una campera negra, tenía el pelo muy cortito y era de gran contextura física, todas características que también tiene el atacante de la avenida Cabildo. El cotejo de los proyectiles todavía no se empezó a hacer porque la causa de la calle Cramer está en otro juzgado y parece que existe cierta lentitud para encontrar los proyectiles que están archivados en ese expediente. Si el peritaje demuestra que en los dos hechos se usó la misma pistola, se confirmaría la presencia de un desequilibrado mental que dispara sin razón. Hay un tercer hecho, un disparo contra un colectivo en Cabildo al 300, que también está siendo analizado. Se trataría de incidentes ocurridos todos en la misma zona, en un radio de unas 15 cuadras.
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¿Qué elemento sostiene la hipótesis de que no se trata de un desequilibrado mental?
El primer dato que les llamó la atención a los investigadores es que el sujeto no disparó en todas las direcciones, sino que los ángulos de tiro son muy parecidos. Es decir que apuntó en una sola dirección. La primera evidencia de ello es que Alfredo Marcenac, quien resultara muerto, recibió cuatro tiros, pese a que estaba a 35 metros del tirador: tres en el tórax y uno en la cabeza. Pero, además, ayer se hizo un nuevo estudio de la trayectoria de los proyectiles y se ratificó que hubo una única línea de tiro. Ese elemento por sí mismo no resulta suficiente para inclinarse por la hipótesis de que no se trató de un brote psicótico, ya que el sujeto puede haber tenido una alucinación de que lo atacó una persona que estaba en esa dirección y disparó hacia allí.
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¿Qué otro elemento refuerza esta hipótesis de que no actuó un loco?
Los investigadores tenían, sí o sí, la obligación de investigar a las víctimas del ataque, para ver si de esa revisión podía surgir algún elemento que permitiera identificar al agresor. De los archivos surgió que el herido que estaba más cerca del hombre que disparó, Diego Claros, registra un antecedente de tenencia de armas de guerra. Además, según refirieron a este diario varios movileros que llegaron enseguida a la esquina de Cabildo y José Hernández, Claros tuvo una extraña actitud. Daniel Lorenzo, del programa de Ari Paluch, contó que Claros se puso una gorra Adidas, bajaba todo el tiempo la cabeza como ocultándose y finalmente la gorra se la bajaron hasta cubrirle desde la nariz para arriba. De todas maneras, puede ser el comportamiento de alguien que tiene un antecedente, no quiere aparecer en los medios y tal vez no tuvo ninguna relación con lo ocurrido. El punto que lleva a investigar si el agresor no le disparaba a Claros es que el antecedente no es cualquiera. La tenencia de armas habla de una relación con el armamento que también está presente en el agresor.
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¿Hay indicios que relativizan la hipótesis de que le disparaba a ese herido?
El principal elemento en contra es que uno de los testigos claves el hijo de la dueña del quiosco de diarios y revistas, afirma que el agresor no venía conversando con nadie, no se peleó con nadie, sino que venía caminando, de golpe abrió la campera, extrajo el arma y disparó. El otro elemento es que Claros estaba a unos diez metros del sujeto y si tenía práctica de tiro es difícil que no le haya acertado más impactos. Ambos indicios contrarios a esta hipótesis no alcanzan para disolverla. Los investigadores la siguen y la seguirán hasta el final.
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¿Qué sucede con los identikits?
Por ahora, la jueza María Dolores Fontbona de Pombo no autoriza su difusión. Se trata de dos rostros hechos con programas informáticos de la Policía Federal y el FBI. La idea es que publicando las características del individuo, su rostro, la campera negra conocida como Alfa, la bandera argentina cosida en la campera, el pelo casi rapado, la gran envergadura, la agilidad física y la afición por las armas provocarían más de un llamado alertando sobre personas con ese perfil. Al no hacerse público el identikit oficial, surgió alguno amateur, de muchísima menos precisión, que provocó ayer la entrada de casi cien llamados. Como es obvio, el comisario Ricardo Torre y su equipo de investigadores tienen que seguir cada dato aportado, aunque no conduzca a nada, porque en alguno puede estar la pista decisiva.
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¿Qué chances hay de encontrar al agresor?
Los expertos policiales afirman que alguna de las dos hipótesis terminarán dando resultados en los próximos días. Por de pronto, han surgido varios nombres de personas del perfil buscado, es decir ex integrantes de Fuerzas Armadas, de seguridad o inteligencia, al igual que vigiladores privados y sujetos que tuvieron alguna militancia nacionalista. No falta el investigador que cree que el rasgo más notorio es la campera con la bandera cosida y que eso encaminará la pesquisa. La otra pista, la que vincula al agresor con el herido, también se seguirá hasta el final.
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