Lo responsabilizó por las fallas en la investigación. Fue el primer testigo en declarar en el juicio por el crimen de Axel. Recordó, llorando, el momento en que reconoció su cadáver.
› Por Horacio Cecchi
“Yo vengo acá porque asesinaron a mi hijo y por supuesto quiero la máxima verdad y que los responsables sean condenados y apartados definitivamente de la sociedad.” En ese tono comenzó a declarar Juan Carlos Blumberg, sentado frente a los jueces del Tribunal Federal 2 de San Martín, y abriendo la rueda de testimonios en el juicio que trata el secuestro extorsivo y asesinato de su hijo Axel, en marzo de 2004. Durante dos horas, interrumpidas con un cuarto intermedio para el almuerzo, Blumberg cargó buena parte de la responsabilidad de la muerte de su hijo sobre el fiscal federal Jorge Sica, quien investigaba el caso. Por momentos no pudo sostener el tono de denuncia y su voz se agrietó hasta el llanto, especialmente cuando describió el momento en el que llegó al hospital para reconocer el cuerpo de su hijo muerto. Minutos antes de iniciar su testimonio, se produjo una sorpresiva rebelión en la granja, cuando los defensores de los procesados se levantaron en bloque (todos menos uno) y abandonaron el recinto, en inocultable repudio al permiso que el tribunal acababa de dar, “por única vez”, a que se tomaran imágenes de Blumberg sentado frente a los jueces.
Tomó un apunte de varias hojas, caminó lentamente y se sentó en la incómoda silla ubicada en el centro del recinto y frente al presidente del tribunal, Daniel Cisneros. Eran las 12.38. La tercera audiencia del juicio oral por el caso Axel abría el debate con el primero de los casi 200 testimonios que fueron programados y distribuidos en alrededor de tres meses, quizás el testimonio más esperado, el del padre de la víctima, el testimonio de Juan Carlos Blumberg. Lo hizo, mientras el Oso Peralta apoyaba sus brazos sobre sus muslos, sentado y desaparecido tras las espaldas de los defensores, perdido de la vista de los demás, o no pudiendo él mismo ver a aquel hombre dolido iniciar el mismo relato que él ya conocía, pero desde el otro lado.
Previamente, el juez Cisneros había planteado al testigo lo que es obligación del caso, o sea, si existen intereses contrapuestos con el conocimiento de la verdad y el juramento de ley. “Por supuesto que quiero la verdad”, parafraseó Blumberg mientras el juez continuaba. “Yo vengo acá porque asesinaron a mi hijo...”, comenzó su juramento el ingeniero. Más adelante llegará el momento de describir lo que ocurrió instantes después, y que pareció una reacción en cadena, con el retiro espontáneo, intempestivo y casi total de defensores del recinto. Por ahora sólo basta decir que el suceso fue una perlita encadenada a un collar en el que parecen dirimirse problemas no estrictamente jurídicos, y en el que, a través de los medios, se dicen o se ocultan diferentes cuestiones a la sociedad.
Pero salteando por un momento la perlita y regresando al testimonio, Blumberg prosiguió con una fuerte crítica al mismo tribunal: “Yo no tengo nada que perder –dijo– y el tribunal no me va a devolver a mi hijo”. Después descargó las críticas: que el caso fuera dividido en diferentes juicios; que no tuviera la potestad de querellar a todos los imputados, que lo obligaron a apelar a Casación, e incluso a la Corte; que el juicio fuera a puertas cerradas, lo que finalmente Casación rechazó.
“Lo que yo digo acá, lo digo de corazón. Es como cuando hablaba a Axel”, sostuvo de inmediato y describió cómo lo castigó en una ocasión cuando tenía 8 años y “era vago en la escuela”, y lo llevó a barrer a la fábrica donde él era director. “Después vino y me dijo, ‘papá, quiero estudiar’.”
Sentenció que “las cosas hay que agarrarlas cuando son chiquitas para que no lleguen a mayores”. También denunció que los jueces Gabriel Cavallo y Jorge Ballestero habían dejado de lado en 2000 investigaciones con escuchas telefónicas que demostraban la conexión entre el Oso Peralta (el líder de la banda) y el desarmador de autos Daniel Sagorsky. En realidad, ambos jueces son federales. Primero Cavallo y después Ballestero (lo reemplazó cuando aquél ascendió a camarista) analizaron el expediente11.702/2000 de aquellas escuchas en la que se investigaba falsificación de DNI. Pero en esas escuchas no surgía nada sobre los DNI y sí sobre robo de autos. Ambos jueces derivaron esa investigación a la Justicia que corresponde, o sea la criminal. Le tocó al juez Julio Lucini, que fue el que efectivamente archivó el caso de los robos de autos.
Después, Blumberg se abrió a la trágica experiencia, el relato desde la hora en que Axel desapareció. Relató las terribles dudas que se fueron abriendo en el horizonte, repitió textualmente cada una de las llamadas en las que negoció el rescate de su hijo. “El primer llamado fue a las 8.37 del día siguiente (jueves 18 de marzo de 2004)”, dijo y repitió la comunicación. Recordó la siguiente llamada, a las 9.18. “Era un joven bruto y mal hablado. ‘Tu hijo está secuestrado’”, recordó que le dijeron y que después reconoció como C.D. uno de los menores detenidos. “Quiero hablar con Axel”, pidió y la voz del otro lado le contestó “50 lucas y no llames a la gorra”.
Relató la reunión en la que ofreció al fiscal del caso, Jorge Sica, especialistas y equipos de los laboratorios Bayer. “Nos dijo que no lo necesitaba. También nos dijo que su política era la de cortar el pago, no aceptar pagar porque era algo que no tenía fin. La estrategia sería capturar al cobrador y llegar a la banda.” También relató el momento en que, después de reunir el dinero, unos 16 mil pesos, fue con su auto hasta la Ruta 202 y Panamericana, donde en una estación de servicio Rhasa debía entregar el dinero. “Estuve en la YPF de la esquina a la hora que me dijeron”, y empezó a describir cómo una operación supuestamente secreta fue derivando en el más absurdo de los momentos cuando un patrullero estacionó a unos metros, y otro llegó al rato para cargar nafta, obviamente sin la menor idea de que la banda había exigido “no vayas con la gorra”.
Alguna duda se generó cuando Blumberg acusó a Sica de no haber informado a la SIDE de que el VW Passat robado a Ortiz de Rozas (también secuestrado) en el que la banda fue a cobrar el rescate era blindado y por ese motivo resistió el tiroteo hasta perderse. “Usted acusa al fiscal Sica de no haber informado de que el vehículo era blindado. ¿Lo supone, o cómo supo que Sica estaba enterado de que el vehículo era el de Ortiz de Rozas?”, preguntó el juez Nieves y Blumberg debió admitir que lo suponía.
El momento más duro del testimonio, el más descarnado fue, no parece que casualmente, cuando Blumberg dejó de hablar como la voz de la fundación que él representa y habló como el padre destrozado. Y fue cuando llorando y con la voz quebrada describió su llegada al hospital y “abrí la bolsa y lo saqué y tenía la cabeza con la bala y lo abracé y le dije, ‘hijo, me voy a ocupar de que esto no vuelva a ser’”.
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