SOCIEDAD › CUATRO NENAS MUERTAS POR UN HOMBRE EN PENSILVANIA
Un hombre entró en la escuela, ató a varias niñas al pizarrón y empezó a disparar. Luego se suicidó. El colegio pertenece a la comunidad amish, conocida tras la película Testigo en peligro.
En Pensilvania ocurrió otra masacre al estilo de la de Columbine en 1999. Esta vez, un hombre de 32 años entró en una escuela de la comunidad religiosa amish, adonde solía llevar leche, y mató a cuatro niñas. Primero las ató al pizarrón y después les disparó en la cabeza con una pistola automática. También dejó heridas a seis personas más, algunas muy graves, y luego se suicidó. Aparentemente, el autor del crimen buscaba venganza por algo que le había ocurrido hace 20 años y sus víctimas “debían” ser mujeres. La matanza de ayer es el tercer hecho de este tipo en ocho días en escuelas norteamericanas.
El atacante fue identificado como Charles Roberts, un transportista que solía llevar la leche desde las granjas a varias plantas procesadoras. Era casado, padre de tres hijos. No pertenecía a la comunidad amish y nunca había llamado la atención de las autoridades.
Ayer ingresó en la escuela Nickel Mines y tomó a unos 30 niños, maestros y asistentes como rehenes. En la escuela había chicos de entre 6 y 13 años, de los cuales 15 eran varones y 12 mujeres.
El hecho ocurrió en un colegio de la pequeña ciudad de Nickel Mines, en el condado de Lancaster, en Estados Unidos. Esta escuela pertenece a la comunidad amish, que pregona la no violencia.
El hombre había ingresado con un revólver semiautomático y una escopeta y tapió las ventanas del aula con maderas. Allí le ordenó a algunas niñas y a la maestra que permanecieran en el aula. Luego las ató. La policía precisó que todas las niñas resultaron muertas o heridas.
La policía informó que el pistolero había atado los pies de las niñas con cables y que fue una profesora que logró huir la que pudo avisar a las fuerzas de seguridad de lo que ocurría. La docente llamó al 911, por lo que los efectivos rodearon el lugar.
Cuando el hombre notó la presencia policial, les advirtió que si no se retiraban en diez segundos iba a comenzar a disparar a los diez alumnos que estaban atados dentro del aula. Cumplido ese plazo, el hombre pasó a la acción.
El resultado de la balacera fueron cuatro niñas muertas y seis heridas, además del atacante suicidado. “Antes de disparar, el hombre le comunicó a su esposa por teléfono que todo lo que hacía era por una venganza de un hecho ocurrido hace 20 años”, relató la policía. También escribió varias notas de suicidio antes de su partida a la escuela.
Este es el tercer tiroteo que tiene lugar en ocho días en un colegio de Estados Unidos y es inevitable recordar la masacre de Columbine, en Littleton, Colorado, que dejó 13 muertos en abril de 1999. El primero de esta serie se registró el 27 de septiembre, cuando un hombre tomó como rehenes a seis chicas en el instituto “Platte Canyon” de Bailey (Colorado) y a las que el autor de los hechos seleccionó por ser rubias. Una de ellas murió, junto con el pistolero, después de que las fuerzas de acción rápida entraran para liberarlas. El segundo caso tuvo lugar el viernes, cuando un estudiante de 15 años quitó la vida al director de un colegio en una zona rural del estado de Wisconsin.
En el otro extremo del país, dos escuelas de Las Vegas (Nevada, oeste) fueron rodeadas por la policía ayer luego de que se recibieran informes de que había un hombre armado en las cercanías. La policía ya logró dar con el sospechoso.
Los amish son una comunidad descendiente de inmigrantes predominantemente suizos de habla alemana. Esta comunidad se hizo célebre en 1985 con la película Testigo en peligro, protagonizada por Harrison Ford y Kelly McGuillis.
Ellos son un movimiento protestante pacifista y deliberadamente aislado del progreso, que cuenta con unos 200 mil miembros repartidos en una veintena de estados en Estados Unidos. Rechazando cualquier influencia del mundo exterior, no están conectados a la red eléctrica y no tienen derecho a tener televisión, radio o computadora. Se desplazan en calesas tiradas por caballos y respetan el Ordnung, un código de conducta centrado en los valores evangélicos y que fija las prácticas permitidas y las prohibidas.
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