SOCIEDAD › DEBERA PAGAR UNA MULTA POR ENCONTRAR DOLARES
› Por Camilo Ratti
Desde Córdoba
A dos días de que prescriba la causa, el Juzgado de Villa María condenó ayer al ex cartonero Paulo Altamirano a pagar una multa de diez mil pesos por el delito de defraudación atenuada, aunque no lo obliga a devolver los bienes que supuestamente se había comprado con el dinero y las joyas que la señora Emilia Bascoy de Aguirre denunció en 2004 estaban en una caja de cartón que una empleada sacó por error a la calle. “Si no lo obligan a devolver los bienes, entonces por qué lo declaran culpable”, dijo con mucha lógica el abogado de Altamirano, Mariano Ludueña, quien, además de resaltar que su cliente tiene “injustamente embargados todos sus bienes”, confirmó que van a apelar el fallo. Ni la señora Bascoy ni su hija asistieron a la audiencia ni hablaron con la prensa, “por encontrarse de viaje”, según contaron a Página/12 unos amigos que cuidan su casa en la localidad de Oliva.
La historia parece un cuento, aunque su final no sea el que imaginaron sus protagonistas. Uno de ellos, Paulo Altamirano, es un ex cartonero de la localidad de Oliva (a unos 80 kilómetros al sur de la capital) que de la noche a la mañana se compró dos autos, una casa y se puso un kiosco. La otra es Emilia Bascoy de Aguirre, una rica comerciante de esta pequeña ciudad de la pampa cordobesa que el 31 de mayo de 2004 denunció ante la policía que una empleada había sacado “por error” a la calle una caja con cuarenta mil dólares y doce joyas. Versión que fue corregida el 15 de junio del mismo año ante sede policial, cuando la mujer declaró que en realidad habían desaparecido cincuenta mil dólares y seis joyas. Como el que recogía los restos de la basura que el servicio de limpieza dejaba era Altamirano, la Justicia lo imputó como autor del robo, hecho que el ex cartonero nunca aceptó.
Aunque todo lo narrado tiene su buena dosis de lógica, Mariano Ludueña, abogado de Altamirano y vocero de éste, contó a este diario otra versión de los hechos: “El padre de mi cliente murió el 16 de mayo de 2004 y él heredó de éste un campo de dieciocho hectáreas en la zona de Oncativo, en plena pampa húmeda, cuyo valor de mercado oscila en los ocho mil dólares la hectárea. Además, Altamirano, que fue peón rural toda su vida antes de ser cartonero en el 2001, recibió una indemnización por un accidente que tuvo con la toma de un tractor, cuando trabajaba para la empresa El Quebracho SRL, propiedad de la empresa La Nueva. Este fue el capital con el que adquirió sus bienes”.
Para el letrado, la historia de vida de Altamirano está “absolutamente probada”. Lo que es un misterio según sus dichos es “la existencia de la caja con los dólares y las joyas, que nunca nadie vio ni pudo acreditar que fueran de la propiedad de esta mujer. Pero las conclusiones del fiscal son evidentes: mi cliente es cartonero y la mujer denunciante una de las personas más ricas de Oliva”, disparó Ludueña.
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