Mié 17.07.2002

SOCIEDAD

Una campaña para plantar árboles que recuerda a un viejo chiste

Ya se pueden plantar árboles en las veredas porteñas sin hacer trámites. Para publicitarlo, contrataron a Joe Rigoli, quien protagonizó años atrás un famoso sketch sobre la burocracia.

› Por Eduardo Videla

A fines de los 60, un sketch humorístico inmortalizó un emblema de la burocracia y la corrupción: aquel hombre que quería plantar un arbolito frente a su casa y que recibía, además de trabas e impedimentos, la sugerencia de recurrir a un gestor para que su trámite prosperara. La víctima de aquella odisea –una parodia de lo que ocurría en la vida real- era interpretada por el actor Joe Rigoli quien hoy, a los 65 años, se ha embarcado en una campaña oficial para promover la plantación de árboles en las veredas porteñas, ahora sin necesidad de iniciar expedientes.
“En las veredas de Buenos Aires, según el último relevamiento realizado hay unos 200.000 árboles (sin contar los que están en parques y plazas), una cifra que habría que duplicar”, según afirma el director de Espacios Verdes, Eduardo Malis.
De acuerdo con el diagnóstico oficial, el arbolado de alineación –como se denomina al ubicado sobre las veredas– ha sido eliminado a lo largo de los años, en forma clandestina, en muchos casos por dueños de comercios que querían evitar que las copas taparan el frente de su local.
Hasta ahora, cualquier vecino que decidía plantar un árbol frente a su casa debía iniciar un trámite ante la Dirección de Espacios Verdes de la Ciudad, ubicada en el Jardín Botánico. Tras la presentación de la solicitud, se iniciaba un expediente: un inspector debía visitar el lugar en cuestión y emitir un dictamen técnico. El expediente debía ser aprobado por el director del área. Finalmente, por si fuera poco, el trámite necesitaba el visto bueno final de la Secretaría de Medio Ambiente. Todo ese trámite no demora menos de 60 días, lo que termina desalentando los pedidos. “En los últimos años, prácticamente, no se iniciaron trámites”, afirmó Malis.
Una resolución que está a la firma del secretario de Medio Ambiente y Planeamiento Urbano, Eduardo Epszteyn, elimina esos requisitos y autoriza a todos los frentistas a plantar árboles en su vereda, siempre que haya en el lugar un espacio de tierra destinado a la forestación.
La norma modifica la reglamentación de una ordenanza de 1991. En su artículo 1º sugiere que las especies a plantar deben guardar concordancia con las predominantes en la cuadra o en la zona, pero no fija penalidades para el que no respete ese requisito. Y establece cuáles son las especies prohibidas, potenciales destructoras de veredas por el desmesurado crecimiento de sus raíces. De acuerdo con la reglamentación, podrán plantarse ligustros pero no ficus, y estarán permitidos el lapacho, la tipa y el jacarandá, pero no los sauces o los gomeros (ver recuadro).
El gobierno porteño contrató a Rigoli para impulsar una campaña de difusión, que parece destinada a aquellos que tienen más de 40: el sketch que protagonizó nació en 1966 y se prolongó hasta el ‘67. “La historia partía de una idea de Héctor Maselli, el productor de ‘La Tuerca’ (un programa que iba por Canal 13), y se basaba en un caso real”, cuenta Rigoli. “Un vecino quería plantar un árbol frente a su casa porque el sol lo despertaba al amanecer. Cuando iba a hacer el trámite, el funcionario le pedía los requisitos más absurdos, como la partida de nacimiento del árbol”, recuerda el actor. Semana tras semana, una demanda absurda frustraba la aprobación, pero el burócrata sugería la intervención de un gestor, Gurruchaga, recordado por toda una generación, capaz de obtener aprobaciones automáticas para todos sus expedientes.
“En las primeras semanas hubo presiones del gobierno (por ese entonces, la dictadura de Juan Carlos Onganía) para levantar el sketch. Pero como se instaló enseguida en el público fue imposible sacarlo”, relata Rigoli.
Con trabajos más que esporádicos en el teatro, Rigoli se dedicará por un tiempo a promover las facilidades para arbolar las veredas. “Voy a hablar con los vecinos y con las empresas, para impulsar donaciones o padrinazgos en las zonas donde hay más necesidades de arbolado”, explica Rigoli. Para la Dirección de Espacios Verdes porteña todavía queda un desafío: resolver las demoras en los reclamos de podas de árboles que en algunos casos superan los dos años, según admiten los funcionarios del área. “En la ciudad tenemos alrededor de 100 podadores y su edad promedio es de 50 años. Hoy no damos abasto para atender los pedidos y en diez años el oficio se va a perder”, sostiene Malis. Para resolver el problema, el gobierno piensa crear, en acuerdo con el sindicato de trabajadores municipales, un curso para formar podadores matriculados. “El trabajo lo van a poder hacer los mismos vecinos, pero solo aquellos que estén capacitados para realizarlo sin arruinar los árboles”, concluyó.

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