SOCIEDAD › SEIS MUERTOS TRAS EXPLOSION E INCENDIO EN FABRICA DE LA MATANZA
El estallido en una fábrica de aerosoles provocó la muerte de seis operarios y quemaduras a otros tres. Vecinos y ex empleados denunciaron condiciones de trabajo irregulares.
› Por Pedro Lipcovich
“Hizo falta que se murieran seis personas para que, por un día o dos, nos escuchen decir cómo se trabaja y cómo se vive aquí, en La Matanza”, dijo a este diario, mientras acompañaba a su hermano a reconocer el cadáver quemado de su esposa, el cuñado de una de las víctimas del incendio que ayer, además de causar esas seis víctimas fatales, dejó con graves quemaduras a otros tres trabajadores, en una fábrica de aerosoles que funcionaba en un barrio de Virrey del Pino. Otros cinco empleados pudieron escapar, algunos trepando y otros cuando los vecinos abrieron con barretas la puerta de acceso, que los responsables de la empresa –propiedad de Norberto Zon– mantenían cerrada con candados. Los testimonios de vecinos, familiares de víctimas y ex empleados son concordantes: “No había ninguna norma de seguridad”; “No les daban ni siquiera ropa de trabajo”; “Trabajaban menores de edad”; “Hacíamos jornadas de 16 horas seguidas”; “Coimeaban a los funcionarios”; “Sabían cuándo venían los inspectores y encerraban a los empleados en una piecita”. Una de las chicas que ayer murieron quemadas había tenido un desvanecimiento; la otra padecía asma de origen laboral; ambas habían tenido ampollas y otros problemas cutáneos. Ayer, cuando se produjo el siniestro, había once trabajadores en el local; en temporada alta, llegaba a haber 50.
Eran las 8.30 de la mañana en Amancay y Querandíes, localidad de Virrey del Pino, partido de La Matanza, a seis cuadras del kilómetro 42 de la Ruta 3. “Escuchamos una explosión y después un griterío adentro; se vino el techo abajo y no hubo más gritos; enseguida salió fuego por todos los costados”, contó Eugenio Orrabaliz, que vive del lado de atrás de la fábrica Aerosoles Argentinos, en la calle Melgar. Según Claudio Gómez, que reside en la manzana de la fábrica y que sabe de construcciones, la losa que cayó enseguida sobre los operarios “era de vigueta y ladrillo ‘sapo’, sin malla de alambre”. Ayer, ya anocheciendo, un humo blancuzco todavía brotaba entre las chapas hundidas.
Once personas trabajaban ayer en la fábrica de Zon. Gisela de Paula no iba a ir, pero “a las seis de la mañana la llamaron, porque tenían que hacer una entrega –contó su cuñado, Miguel Miranda–. En temporada la obligaban a trabajar hasta dieciséis horas; ella tuvo problemas en la piel, ampollas, alergias, por los productos químicos y porque los aerosoles, sobrecargados, reventaban. No les daban ropa de trabajo ni nada; la veíamos llegar a la casa manchada por los productos”. Anoche, Miranda acompañaba a su hermano a reconocer el cadáver de Gisela.
La fábrica funcionaba desde hacía unos cuatro años y se había extendido hasta ocupar la mitad de la manzana sobre terrenos fiscales que “se los cedieron”, según el mismo vecino que denunció “coimas a los inspectores” y sostuvo que la empresa echaba los desechos “directamente al barro de la calle, porque no hay ni desagüe pluvial”. “Hace unos meses se habían juntado firmas para que la cierren, porque con el calor los envases reventaban y volaban”, contó otra vecina.
Ayer, los vecinos llegaron mucho antes que los bomberos y forzaron con barretas el sólido portón gris. Después llegaron 16 dotaciones de bomberos. Anoche, en el barro de Amancay había restos de ropa quemada y zapatillas.
Según un empleado que trabajó un año y medio para la empresa de Zon, la firma “tenía habilitación para fabricar aerosoles con nieve de carnaval, pero fabricaba también ‘curabichera’, un insecticida para animales, y gas para encendedores. Una vez Marga (Margarita Miranda, una de las trabajadoras que murieron ayer) se desmayó mientras trabajaba en sala de llenado: le pagaron unos remedios y le dijeron: ‘Olvidate’”. Alba Núñez, cuñada de Marga, recordó que, además, “ella había tenido un accidente en un dedo; antes de que se curara la apuraban para que volviera al trabajo”.
El ex empleado agregó que “fui a quejarme al Sindicato de Perfumistas, pero no me hicieron caso. En la empresa sabían cuándo iba a venir una inspección y escondían a todos los empleados en una piecita. También la nieve de carnaval era peligrosa en los últimos tiempos, porque la hacían con sustancias de desecho y no le ponían freón, que impide la combustión”. Según este ex empleado, “en plena temporada trabajaban 40 y hasta 50 personas; a los que estaban en blanco les reconocían cuatro horas nada más; yo llegué a trabajar 16 por día”. Facundo Reina, también ex empleado, afirmó que “nadie nos daba normas de seguridad” y señaló que “trabajaban chicos de 15 años”. Según otros testimonios, “el encargado, Gastón, fumaba en el local” y “el tanque grande de butano tenía pérdidas”.
También murió carbonizada Carmen Toscano, de 24 años. Su hermana Fanny contó que “la habían trasladado a la sala de empaque porque los insecticidas que envasaban le habían causado principio de asma”.
El subsecretario de Gobierno de La Matanza, Daniel Barrera, afirmó ayer que “nunca recibí ninguna denuncia sobre esta fábrica; quizá la hayan ingresado por otra entrada de la municipalidad”. Ese municipio aclaró que “el gobierno bonaerense era el que debía controlar”, porque “era una industria que podía afectar el medio ambiente”. Silvia Suárez Arocena, secretaria de Política Ambiental bonaerense, sostuvo que “lo que ocurrió no fue un problema ambiental”, sino un “accidente laboral” y que “se habían llevado a cabo controles e inspecciones, la última en febrero”.
Los trabajadores heridos son Andrés Pereira, con quemaduras en el 80 por ciento de su piel, Darío Sueldo y Rubén Martínez, con el 30 por ciento del cuerpo quemado. Hasta anoche no se contaba con la lista completa de fallecidos y, según la información oficial, “las causas del siniestro no se pudieron establecer”.
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