SOCIEDAD
Una técnica que evita la impotencia después de la cirugía de próstata
La nueva técnica, premiada por la Facultad de Medicina, se aplica al operar el cáncer de próstata y permite mantener la función eréctil. Pero en muchos centros aún no la utilizan.
› Por Pedro Lipcovich
Un equipo de cirujanos argentinos perfeccionó una técnica para operar el cáncer de próstata que permite eludir una secuela que antes era inevitable: la impotencia sexual. El nuevo método –que fue premiado por la Facultad de Medicina y la Sociedad de Urología– se practica en el Hospital de Clínicas de la UBA y otras instituciones públicas. En otros servicios, sin embargo, la operación todavía se hace con técnicas antiguas y los pacientes no son avisados de que tendrían la posibilidad de preservar su función eréctil. El cáncer de próstata llega a afectar a uno de cada 11 varones. Como el de mama o el de cuello de útero en las mujeres, su gravedad puede prevenirse mediante controles periódicos para diagnosticarlo a tiempo: los chequeos deben hacerse a partir de los 50 años, o antes de los 40 en hombres con antecedentes familiares de la enfermedad.
La extirpación total de la próstata es una técnica tradicional que, desde principios del siglo XX, salva vidas de hombres con cáncer en esa glándula, pero tiene efectos indeseables: “El pene queda enervado, desprovisto de toda posibilidad de sentir ni de funcionar”, resume Carlos Scorticati (h.), cirujano en la sección oncológica de la cátedra de urología del Hospital de Clínicas de la UBA.
Ya hace diez años el norteamericano Patrick Walsh había desarrollado una técnica para extirpar la próstata preservando los nervios erectores del pene. Un equipo de cirujanos dirigido por Scorticati –e integrado también por Norberto O. Rodríguez y Diego Surur– perfeccionó el método, reduciendo sus riesgos. Su innovación les valió el Premio Alfonso Von der Becke, otorgado por la Facultad de Medicina de la UBA hace dos años, y el Premio al Mejor Aporte del Congreso Argentino de Urología, en 2001.
La próstata tiene la función de producir la mayor parte del líquido seminal, que nutre y preserva a los espermatozoides. Esta glándula, no mayor de cuatro por cuatro centímetros, “tiene –grafica Scorticati– forma de corazón de naipe francés”. Ese corazoncito está en lo más profundo de la pelvis, en contacto con la pared del recto. A sus lados corren dos delgadísimas bandas nerviosas. Estas, en la operación tradicional, simplemente se cortaban.
Y todavía se cortan en muchos quirófanos. “Hay profesionales que no indican la técnica de preservación”, observa Scorticati. Sin embargo, “está demostrado que la preservación de los nervios erectores no conlleva ningún aumento del riesgo de recidiva tumoral”. La técnica se utiliza en el Hospital de Clínicas, desde donde se difundió a otros centros. Hay todavía, sin embargo, muchos servicios donde los pacientes no son siquiera informados de esta posibilidad.
El nuevo método requiere entrenamiento especial del médico que lo practique, pero no exige aparatos de especial sofisticación. Para identificar que el nervio sea efectivamente el que hace falta preservar, “lo electroestimulamos mediante un electrodo: si se produce una erección parcial, quiere decir que hemos estimulado el nervio adecuado”. En todo caso, “una vez que se aprendió la técnica, el cirujano la puede aplicar con el equipamiento habitual en los quirófanos”, destaca Scorticati.
De todos modos, la potencia no retorna enseguida: “La función sexual tarda entre seis meses y un año en recuperarse, porque el nervio, aunque ha sido preservado, queda golpeado”, advierte el cirujano.
A fin de contribuir a esta recuperación, los especialistas utilizan medicamentos para hacer llegar más sangre a los cuerpos cavernosos del pene, cuyo llenado hace posible la erección. Lo hacen así porque “la erección en sí misma actúa como un mecanismo fisiológico para que el pene se mantenga bien irrigado –explica Scorticati–: en los hombres sanos que no tienen actividad sexual, esta función es cumplida por las erecciones durante el sueño”.
Tan necesaria es la erección, que comienza cuando el varón todavía no ha nacido: “Con ecografía trasvaginal tridimensional, se constataronerecciones intrauterinas desde el segundo trimestre del embarazo, en cuanto el feto deja de ser embrión”.
Cuando nazca, el bebé –si es argentino o norteamericano– tendrá una probabilidad sobre 11 de padecer cáncer de próstata en algún momento de su vida. En frecuencia, estos tumores ocupan el segundo lugar entre los varones, después del de pulmón. Como los de mama en las mujeres, dependen de las hormonas sexuales: los varones castrados antes de la pubertad no desarrollan cáncer de próstata. En países orientales como Japón y China, la incidencia de esta forma de cáncer es mucho menor, y se constató que esto no se debe a razones genéticas sino ambientales y culturales, probablemente vinculadas con una alimentación más saludable.
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