SOCIEDAD
› ASESINARON A UN IMPORTANTE EMPRESARIO FRENTE A SU CASA DE AVELLANEDA
Una lluvia de balas en la madrugada
Presidente de la Unión Industrial de Avellaneda y socio de Julio Grondona, Jorge Fernández Prieto fue sorprendido en su BMW. Intentó esquivar a sus asesinos, pero fue baleado. Aunque inicialmente se habló de un intento de robo, no se descarta un crimen por encargo.
Jorge Fernández Prieto, 44 años, presidente de la Unión Industrial de Avellaneda y socio de Julio Grondona, murió ayer bajo una balacera. Eran las dos de la mañana cuando a bordo de su lujoso BMW no alcanzó ni a parar sobre la vereda del garaje de su casa, pegó un volantazo para continuar camino esquivando a los tiradores y una ráfaga de calibre 22 y de calibre 3.80 alcanzaron su auto, su axila y su clavícula. Fueron no más de diez segundos los que pasaron hasta que, en su desesperado escape por la calle San Martín, se estrelló contra un árbol y un remís estacionado una cuadra más allá. Aunque ayer la policía insistió que el crimen se trató de un robo o de un secuestro que salió mal, y los allegados de Fernández Prieto descartaron otras motivaciones que el robo, fuentes de la fiscalía que investiga el crimen aseguraron a Página/12 que la carátula de la causa es “homicidio”. “Por el momento nada indica que haya habido intención de robarlo. Por eso no podemos descartar que haya sido un crimen por encargo o por venganza”, le dijo a este diario uno de los investigadores del caso que ayer rebrotó el discurso de la seguridad ciudadana.
Toda clase de conjeturas sobre el tipo de interés económico que pudieron tener los asesinos se calcularon ayer en las oficinas policiales donde se lleva la investigación del crimen. Los políticos y los dirigentes que se solidarizaron con la familia de la víctima aprovecharon para lamentar una vez más lo duro de la calle a raíz de la inseguridad y la violencia. “La cercanía, la cantidad de robos y secuestros que nos toca ver de cerca a cada uno... es toda una psicosis”, dijo por la mañana el intendente de Avellaneda, Oscar Laborde. “Todos podemos ser Jorge”, dijo en las puertas del velorio, adonde fue como amigo del empresario asesinado. Culpó a la violencia de los delincuentes y a la falta de profesionalismo de la policía. Por su lado, la Coordinadora de Actividades Mercantiles Empresarias, CAME, sostuvo que “la familia gremial empresaria argentina ha sido víctima de la ola de violencia del país”. Casi de la familia de Fernández, Nélida Grondona, esposa del presidente de la AFA, lamentó la muerte de “un gran muchacho” y reafirmó su temor por la inseguridad. Fernández Prieto y los Grondona llevaban veinte años de amistad y el empresario de la construcción era socio de la familia en el corralón de materiales que poseen en Sarandí.
Ahora, los hechos hasta el momento para la Justicia poco tienen que ver con el típico robo de autos importados al voleo, o con el frecuente secuestro express. Hasta ayer a la noche no había testigos presenciales del homicidio. El vigilador privado del coqueto edificio de San Martín al 900, donde hacía unos 15 años vivía Fernández como vecino de uno de los hermanos Grondona, sólo pudo advertir que llegaba el BMW, que frenaba como para hacer bajar el portón eléctrico y que continuaba la marcha retomando bruscamente la calle, pero no vio en ningún momento a los tiradores. A esto se le suma que la cámara instalada en la entrada del lugar por el ángulo en que está puesto el visor no alcanza a registrar ni siquiera el cruce del auto de Fernández cuando escapa. “No tenemos más que un testimonio, en el que una mujer sostiene que al asomarse al balcón pudo ver un automóvil rojo”, le dijeron en la fiscalía a Página/12.
De hecho se trata de una vecina de los Fernández Prieto, que a esa hora de la madrugada esperaba que llegara su marido. Cuando escuchó los disparos salió al balcón a mirar qué pasaba. Lo que vio sería un coche de color rojo del cual no pudo identificar el modelo y al que tampoco terminó de observar con qué dirección se desplazaba. La mujer en ningún momento vio a otras personas caminar por San Martín. Lo de los disparos que escucharon al menos dos vecinos es todavía difuso para la policía. “Los testigos hablan de ‘un par’ de disparos. Y si a eso le sumamos que el tiempo entre que la víctima esquivó a los atacantes y su colisión con otro coche fue de breves segundos podríamos estar ante el uso de armas derepetición automática, de alta sofisticación para ladrones comunes”, analizó ante este diario un investigador.
El tercer testigo de la causa es el propietario de la remisería ubicada en al cuadra siguiente al departamento de Fernández. Fue justo allí donde se estrelló el BMW, primero contra un árbol y luego contra un Peugeot 505 estacionado, fuera de control al quedar herido el empresario. El hombre escuchó las detonaciones y el choque, cuando salió ya no vio ni un auto rojo ni a las personas que habían disparado, que podrían ser dos. Si se intenta reconstruir lo que ocurrió, es importante el testimonio del vigilador que asegura que la costumbre de Fernández –además de presidente de la Unión Industrial dirigente del club Independiente– era llegar, frenar el auto frente al garaje, mirar a ambos costados por las dudas, y recién abrir el garaje presionando el control remoto. “No hizo eso en esta ocasión, ni tampoco dio marcha atrás como se dijo, sino que se subió a la vereda un poco más allá de la entrada, lo que indica que pegó una especie de volantazo para retomar la calle”, señaló un pesquisa.
Es el poco tiempo que duró la escena lo que hace sospechar a los investigadores que pudo no haberse tratado de un simple robo. En la puerta del garaje se encontraron 12 vainas servidas de calibre 22 y de calibre 3.80. Los pesquisas creen que pudieron haber sido disparadas no cuando Fernández escapaba, sino desde que llegó. La bala mortal, que habría entrado por la axila, más la que está cerca de la clavícula podrían haber ingresado por la única ventanilla rota, la del conductor. Se halló un casquillo que quedó en la puerta de ese costado, y dos cerca del baúl. El tipo de escena del crimen que surge de las primeras pruebas hace pensar en unos ladrones a los que no les importó perder, si iban a robar el auto, el auto, y si iban a secuestrar al empresario, el empresario. De allí que los investigadores prefieran caratular la causa como “homicidio” y presuman que podría haber mucho más que inseguridad urbana en esta historia.
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