SOCIEDAD › PABLO SCHAMBER, ANTROPOLOGO
Investigador de la Universidad de Lanús, Schamber relata a Página/12 cómo se consolidó una actividad que es pieza clave de la industria del reciclado.
› Por Eduardo Videla
“La idea de los candidatos a jefe de Gobierno de emplear a los cartoneros en centros verdes no cierra en los números: se puede dar trabajo a unos cientos de los miles que hay en la calle. ¿Y los otros?”, se pregunta el antropólogo Pablo Schamber, que desde hace seis años investiga este fenómeno urbano que creció al calor del desempleo y la crisis de 2001. En cambio, el investigador propone que los recuperadores presten un servicio de recolección diferenciada, “como un engranaje de un sistema económico” en el que ciertos materiales pueden reutilizarse como materia prima. Junto con su colega Francisco Suárez, Schamber es autor y compilador de una serie de artículos reunidos en el libro Recicloscopio: Miradas sobre recuperadores urbanos de residuos, que editaron las universidades de Lanús y General Sarmiento y se presentó ayer en el centro verde del Bajo Flores.
–Después de casi una década de trabajo en las calles, ¿se puede decir que la actividad de los cartoneros se ha consolidado?
–La actividad no sólo fue recibiendo más voluntades a nivel de la recolección sino que también se fueron abriendo más depósitos, que son los lugares donde los cartoneros vende los materiales. La actividad en sí misma, la industria del reciclaje informal, en algún punto se formalizó y se blanqueó. Hicimos un relevamiento desde la ciudad en relación con antecedentes y registros de depósitos, aunque mayoritariamente se vende en el Gran Buenos Aires, y vimos que muchos de esos depósitos se fueron abriendo en este período. Eso contribuyó a consolidar la actividad. También se consolida porque los que continúan trabajando en la recolección informal van realizando la tarea con menos esfuerzo: en función de su recorrido van conociendo a los vecinos, a los encargados de edificios o dueños de comercios que van separando los materiales. Van haciendo clientes. Y el día que les sale un trabajo, para no perder a ese cliente, manda algún familiar para que lo reemplace.
–¿Lo que empezó como una changa pasó a ser un trabajo permanente?
–Empezó siendo como la última alternativa ante la intemperie del desempleo. Ahora puede ser tanto una actividad principal para una familia o un complemento. Y está mucho menos estigmatizada socialmente que hace unos años, aunque no represente una posibilidad de mejora económica. También hay casos de muchos chicos jóvenes para los cuales cartonear es su primera actividad generadora de ingresos. Eso no necesariamente está ligado a la manutención del grupo familiar, sino que representa una entrada para poder comprar sus zapatillas o teñirse el pelo.
–¿Cuál ha sido el resultado de las políticas públicas que se aplicaron hasta ahora respecto de los cartoneros?
–Si quisiéramos establecer una línea de continuidad, ha sido un híbrido que no termina de definir si está a favor o en contra, porque quienes están a cargo de su planificación están muy atentos al humor social. Si hay cartas de lectores en los diarios que dan cuenta de quejas porque ensucian las veredas, entorpecen el tránsito u ocupan el espacio público, creen que lo mejor que se puede hacer es limpiar la ciudad, una actitud más bien represiva. Cuando se percibió el tema en los primeros años, en la época de las asambleas barriales, hubo una actitud más solidaria, se implementó la bolsa verde, una política más amiga de reconocer el rol de los cartoneros como un engranaje de un sistema económico, algo a lo que no se le ha prestado la debida atención, y además un beneficio ambiental.
–¿Por qué dice que no se ha prestado atención al cartonero como parte de un sistema económico?
–Como toda actividad informal, esto tiene un circuito económico. Los materiales que se recolectan en la vía pública siguen un circuito que recorre varios eslabones hasta que se consumen como materia prima para la fabricación de un nuevo producto. Entonces, hay una articulación entre esa industria y aquel que los recogió. Hay una relación que no es formal, que no está reconocida, que no es de empleador a empleado entre los diferentes eslabones del circuito. En este sentido, creo que el área que debe atender a los recolectores informales no debería ser exclusivamente la oficina que se encarga del contrato con las empresas recolectoras en un municipio, sino el área que se ocupa de las asuntos de producción. Porque acá se está trabajando con insumos industriales. Por supuesto, como también hay cartoneros que viven en plazas o debajo de la autopista y que desarrollan su actividad en un contexto de enorme marginalidad, el área que debería atenderlos es el de la asistencia pública. Pero hay que resaltar que hay actores que participan de un circuito productivo.
–Cuando el Estado advierta esto, lo primero que va a hacer es tratar de recaudar impuestos...
–En general, las políticas que intentan blanquear la actividad se presentan como de combate, como una guerra a lo que está en negro. En realidad, no hay una apreciación exacta de que esta actividad existe de esta manera no exclusivamente para no pagar impuestos. Hay depósitos que están deseosos de estar inscriptos y en regla. Pero no encuentran que la ciudad donde están radicados tenga legislación capaz de reconocerlo, o encuentran que la actividad que realizan está prohibida. Las políticas hacia el sector deberían generar facilidades para el blanqueo en vez de establecer posiciones de combate, que siembre han fracasado.
–El registro de recuperadores que se instrumentó en la ciudad solo ha logrado blanquear a una parte minoritaria de los cartoneros.
–Sí. También incluye a gente que ya ha dejado de ser cartonera y sigue estando en el registro. Porque ese registro es acumulativo: hay gente que trabaja en la actividad de manera muy coyuntural, cuando afloja otro tipo de trabajo.
–¿Las organizaciones de cartoneros podrían llegar a reemplazar a los intermediarios del negocio del reciclado?
–Las políticas que se han acercado a generar beneficios para los cartoneros han promovido que éstos sean los gestores de nuevos depósitos de clasificación, llamados centros verdes o plantas de clasificación. Esa actividad, la que haría un centro verde, es la que realizan hoy los depósitos. Me pregunto si en vez de crear un nuevo depósito, por qué no generar una política donde los que ya existen y tienen un conocimiento de la actividad, por qué no se hace un intento por integrarlos, antes que combatirlos. Hoy se revirtió la idea que existía sobre los cartoneros, que eran vistos como ladrones de basura, y hay una idea de que la mafia está en la intermediación. Seguro que no es gente fácil de tratar. Pero creo que es inútil combatirlos y sé que hay muchos actores de está intermediación que están deseosos de blanquear su situación. Muchos que se blanquearon hoy ya no se reconocen como depósitos sino como prestadores de servicios para la industria, han conseguido ser una empresa reconocida.
–También hay muchos que mandan camiones repletos de gente que es explotada.
–Bueno, algunos cartoneros trabajan por un jornal, pero los que son cuentapropistas son la mayoría.
–La idea de los candidatos a jefe de Gobierno porteño es sacar a los cartoneros de la calle dándoles un lugar en los futuros centros verdes. ¿Cuál sería el ideal para resolver el tema?
–Los candidatos pueden marcar diferencias en muchos puntos, pero en este tema han tenido una coincidencia absoluta. Todos han dicho que su propuesta es volverlos empleados, operarios de plantas de clasificación y acopio de residuos reciclables. Esa puede ser una alternativa laboral para muchos recolectores en una ciudad pequeña, pero no para Buenos Aires, Rosario o Mar del Plata, donde tener a los cartoneros en centros verdes como una cuestión de reconversión laboral no cierra en los números. Puede dar trabajo a unos cientos de los miles que hay en la calle. ¿Y los otros? Acá no se ha explorado cuál es la tarea que los cartoneros realizan, para llevar propuesta de mejoras para su actividad. Los cartoneros identifican trastos útiles entre los desechos, los recolectan, les hacen una primera clasificación y los venden. Hacen una recolección diferenciada. Esa es la actividad que aún no se realiza en términos formales, de una actividad empresarial, como una reconversión laboral asistida. Hay un nicho inexplorado que es el retiro de materiales reciclables. Hay infinidad de comercios pequeños medianos que no clasifican los materiales que desechan, casas de familia que tampoco lo hacen. Hay que organizar pequeños emprendimientos dedicados a prestar un servicio de retiro, con algún tipo de asistencia para su desenvolvimiento inicial a través del Estado u ONG. Eso puede recibir muchas más voluntades que el trabajo como operario de un centro verde.
–Puede pasar que un día la gente separe residuos en origen y los pase a recoger una empresa. Entonces, ya no habría trabajo para los cartoneros.
–Pero, ¿por qué tendría que ser una empresa y no los cartoneros? No sé si en los costos cierra, pero me parece una política pública auspiciosa.
–¿El cartonero prefiere ser cuentapropista a ser un empleado?
–Esa es otra discusión. Porque se pueden generar iniciativas de empresas que son colectivas. No creo que haya que apoyar esta actividad sólo en la medid en, que la industria demanda este tipo de insumos. El reciclaje tiene una razón económica para su existencia, pero además debe tener una razón de Estado, por la preservación del medio ambiente, evitando el enterramiento de materiales utilizables, y por el desempleo.
–¿La lógica de una actividad que empieza siendo individual no conspira contra la idea de desarrollar cooperativas?
–La organización de cooperativas es algo que se trata de imponer con un criterio de racionalidad que desconoce la verdadera situación de esta actividad. El problema, además, es que muchos de los que la promueven como una panacea nunca han participado de una cooperativa. Es una organización muy compleja, donde se superponen muchos intereses, y muchas veces los recuperadores se preguntan: si tengo mis clientes y tengo mi ingreso asegurado, ¿por qué lo tengo que compartir con otros? Las cooperativas que han sobrevivido, como el Ceibo, es porque tienen como sustento todo un trabajo barrial vinculado a demandas de género y de vivienda, durante muchos años, antes de salir a la calle para prestar un servicio de recolección diferenciada.
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