SOCIEDAD › OPINION
› Por Sandra Russo
Esto es viejo, es feo, es obvio. Es uno de los debates periodísticos recurrentes y seguirá habiendo este tipo de opiniones a favor y en contra de quienes desde los medios masivos deciden competir con el arma más fácil, barata y asquerosa: el morbo. La gente que suele ver esos canales o leer los diarios en los que se publican fotografías de cadáveres con todo detalle suele tener una marcada inclinación por el morbo, pero por un tipo de morbo especial, acotado. Es gente que se engaña creyendo o diciéndose a sí misma que el azar (“lo vi por casualidad”) fue el responsable que haberlos convertido en testigos obnubilados de cuerpos deshechos, cuerpos acribillados, cuerpos sucios de sangre, cuerpos agujereados, cuerpos color violeta, cuerpos carbonizados, cuerpos visiblemente muertos, muertos violentamente, con la violencia de la muerte atravesada por la mirada ajena. Esos cuerpos los llaman, los seducen desde su muerte abismal por evidente.
Un canal de televisión privado decide con qué armas compite. Es una decisión editorial, es decir, política. Nadie que lucre con el morbo puede fingir que ama al prójimo, porque con lo que lucra es con la parte más sucia del prójimo, con la parte maloliente del prójimo. Los dueños de ese mismo canal, América, que mostró en plena tarde las imágenes del cuerpo asesinado de Nora Dalmasso, cuyo caso ha despertado una oleada de morbo como se han visto pocas, recientemente impidió que funcionara la antena repetidora de Canal 7 en Mendoza. Los mendocinos no acceden a la televisión pública. En Mendoza el soporte televisivo ha sido completamente privatizado con esa medida. La política que impone en un horario de reencuentro familiar, y que disfraza como “noticia” emergente de un “noticiero” las imágenes de ese cuerpo en descomposición, es coherente con la medida mendocina. Negocios son negocios, y no hay umbrales de pudor o prudencia que los negocios deban respetar. Ese es el mercado, amigos, el mercado que parece que algunos ahora comienzan otra vez a reivindicar. ¿Qué los sorprende? ¿Vamos a pedirles qué, ética profesional, decencia, límites de decoro a quienes para hacer negocios impiden que los habitantes de una provincia puedan acceder a la programación de un canal que es público y les pertenece?
¿Otra vez vamos a discutir qué es una noticia? ¿Otra vez vamos a argumentar en contra del mal uso de pantalla? Yo no estoy a favor de medidas restrictivas, ni en este caso ni en casi ninguno. La salvedad es por las apologías del delito y algunas otras pocas cuestiones. La libertad tiene sus riesgos, pero ninguno de ellos es tan atroz como para renunciar a la libertad.
Eso no quiere decir que no discrimine entre gente que hace televisión, y gente que hace años que junta basura. Gente que opera. Gente que se reserva el nicho de las bajas pasiones y se revuelca en la mierda. Siempre los hubo. Siempre los habrá. No hay que verlos.
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