Mar 13.08.2002

SOCIEDAD  › JUICIO POR RAMALLO: LO RELATO FLORA LACAVE, SOBREVIVIENTE DE LA MASACRE

Pedido para rematar a un ladrón

La mujer dijo que tras la balacera, oyó que un policía sugirió rematar a un asaltante. Se quebró al recordar la muerte de su esposo.

Por Alicia Simeoni
Desde Rosario

“Reventalo a ese hijo de puta”, dijo un policía. “No, esperá que es la señora”, lo frenó otro. La descripción de Flora Lacave, sobreviviente de la masacre de Villa Ramallo, reconstruye el instante posterior a la lluvia de balas que recibió el auto en que iba con los tres asaltantes y otros dos rehenes, cuando los policías se acercaron al vehículo para saber si había sobrevivientes. El relato –evidencia de que la policía intentó rematar a los delincuentes– fue vertido ayer por la principal testigo del juicio contra los autores del asalto al Banco Nación, en setiembre de 1999. La mujer, esposa de Carlos Chaves, el gerente de la sucursal muerto por las balas policiales, se quebró cuando tuvo que contar la escena en la que murió a su marido. “Me diste, hijo de puta”, fue la última frase del hombre, alcanzado por las balas.
Flora, de 57 años, revivió las 20 horas que duró el copamiento de la sucursal y el final trágico cuando salieron del banco, con los rehenes como escudos humanos.Además de Chaves, murieron en el hecho el contador Carlos Santillán y uno de los captores, Javier Hernández. El tercer asaltante, Martín Saldaña, alias “Cristian”, murió ahorcado en su celda, después de ser detenido.
La viuda del gerente aportó su testimonio ante el Tribunal Oral Federal de Rosario que integran los jueces Santiago Harte, Laura Inés Cosidoy y Otmar Paolucci. Vestida con pantalón y chaqueta verde oscuro, la mujer comenzó su testimonio a las 10.40. Durante todo el tiempo tuvo un pañuelo y un crucifijo en sus manos. Con hablar pausado, puso a la sala en máxima tensión.
Lacave contó los detalles de las horas que vivió como rehén. Recordó los pedidos por teléfono para que el tesorero Héctor Raúl Valverde llevara las llaves y las respuesta que recibían de que ese hombre “estaba descompuesto”.
El “Negro” Martínez la llevaba de un lado para otro: en una ocasión fueron hasta la cocina para lavar toallas. En otra ocasión subieron con Saldaña y Martínez hasta su casa, en la planta alta del banco, para buscar bebidas y fotos de los nietos de los Chaves.
Durante su testimonio, Lacave aportó algunas precisiones. Dijo que vio a Saldaña y a Martínez siempre encapuchados. Recuerda el rostro de Miguel Hernández, “que era el mayor”. Dice que tenían miedo de que los helicópteros aterrizaran en el techo del banco y reconoció la existencia del handy que casi siempre manejaba Cristian, pero que también a veces le daban a su esposo.
–¿Qué paso con el handy? –le preguntó el tribunal.
–Vi un bolso negro, antes de que saliera el último rehén (que fue el empleado del banco Ricardo Pascuali). Cristian abrió el cierre, no sé si para sacar o poner las monedas que habían sacado de la caja fuerte chica, guardó las cintas de embalar que usaron para maniatar y puso el handy.
Ese bolso negro con manijas claras fue subido luego al baúl del auto en los momentos finales.
A Flora la mandaron a abrir la puerta del garaje. Antes, el Negro y Cristian le habían preguntado a su marido detalles del auto, un Volkswagen Polo.
Vio la camioneta de OCA, que había dejado el rehén Fernando Vílchez, por entonces ya liberado, y volvió. La mandaron de nuevo, Cristian la ayudó con la puerta y le pidieron que gritara que no fueran a tirar.
Ella fue la última en subir al auto, su esposo iba al volante y ella se ubicó sentada sobre las rodillas de Martínez.
Se sacó el tapado y lo puso sobre las piernas del hombre por si estaba armado, pero no vio que el Negro tuviera armas.
“Salimos por la vereda, querían ir por la autopista, hacia Rosario, Cristian me dijo que baje el vidrio para que nos vean a nosotros. Pero cuando quiero bajar empiezan a tirar con todo.” A las 11.15 Flora Lacave no pudo seguir y hubo un cuarto intermedio.
“¡Por favor!, ¡Por favor!”, clamó la mujer con la voz entrecortada. Su voz se escuchaba más alto que la de la jueza Laura Cosidoy, quien decía que si no había más preguntas, Lacave se podía retirar. En tono de súplica, la testigo mostró que no podía seguir. Su relato llegó hasta el ruido de la balacera, llevó a la sala la imagen de su esposo en el auto, con el collar de explosivos.
“Me quise tirar sobre él por si algo lo hacía explotar. Los dos gritamos que no dispararan hasta que él dijo ‘Me diste, hijo de puta’, cerró los ojos y dio vuelta las manos.” Carlos Chaves había muerto. Ella rompió en llanto y no pudo hablar más.

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