Ayer fue la primera reunión con vecinos, funcionarios y organizaciones, coordinadas por la ONG que lidera Mijail Gorbachov.
› Por Pedro Lipcovich
Gracias a las travestis del Rosedal, Mijail Gorbachov podría recuperarse de los reveses que padeció cuando intentó la perestroika en la ex Unión Soviética: no por atenciones que esas chicas hayan de prodigarle, sino porque la ONG que él preside ha tomado en sus manos –por encargo del gobierno porteño– la coordinación del proceso de diálogo entre vecinos y trabajadoras del sexo para resolver los conflictos relacionados con ese espacio público. Ayer se efectuó una reunión plenaria, en un clima de respeto mutuo: “El famoso paisajista Carlos Thays, que diseñó el parque, jamás hubiera imaginado una audiencia como ésta”, observó un representante vecinal. A partir de ahora habrá reuniones de trabajo para llegar “antes de fin de mes” a elaborar “una propuesta consensuada”.
En la reunión de ayer –efectuada en el Golf Club de Palermo– hablaron unas 40 personas. La mayoría de los participantes defendieron el derecho de las trabajadoras del sexo a ubicarse en los alrededores del Rosedal y una minoría de representantes de entidades vecinales se opuso a ello. Esta distribución puede sintonizarse con el hecho de que –a diferencia de lo que sucedía cuando las travestis paraban en Palermo Viejo– son contados los vecinos que han formulado quejas por esta causa ante los organismos respectivos. El debate fue coordinado por Marisa Arienza, encargada en la Argentina de la entidad Green Cross, que preside el ex presidente soviético y Premio Nobel de la Paz Mijail Gorbachov.
Claude Della Paolera, titular de la Asociación de Amigos de la Ciudad, sostuvo que “el paseo del Rosedal siempre fue familiar, dominical” y solicitó “reservarlo para lugar de recreación de la familia”. En contrapartida, Ilona Axel –del área de estudios queer de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA– afirmó que “las chicas travestis, en el Rosedal, se organizaron y lograron que el gobierno de la ciudad pusiera más luz y lomos de burro para evitar picadas” y consideró que “las culpan para encubrir la transfobia”.
Bruno Bimbi, de la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Travestis y Transexuales, sostuvo que “el propósito de sacar la prostitución de la vía pública es enviarla a los ‘departamentos privados’ manejados por proxenetas” y, como varios otros oradores, reclamó “que el Estado facilite a las travestis educación y otras posibilidades de trabajo que no sea la prostitución”. Elena Reynaga, de la Asociación de Mujeres Meretrices Argentinas, observó que “si bien el Código de Convivencia restringe la oferta y la demanda de sexo, nadie habla de la demanda, que es sostenida por los maridos, por los yernos, en la ciudad”.
Martín Engelman, de la Asociación Civil Gondolín, sostuvo que “el problema de los residuos (que suelen aparecer) se resuelve simplemente con baños químicos y tachos. Las chicas convirtieron el Rosedal en un lugar seguro, donde se puede transitar y no hay narcotraficantes”. En cambio, Ricardo Picchiello, del Círculo de Amigos de la Plaza San Martín, afirmó que “Buenos Aires tiene sólo 900 hectáreas de espacios públicos. El Rosedal fue diseñado por el gran paisajista Carlos Thays, que jamás hubiera imaginado una audiencia como ésta: ese parque es un espacio de gran valor patrimonial, que resiste algunos usos pero otros no; el desafío es convivir armónicamente”.
Intervino también Claudio Bloch, titular del Programa de Sida del gobierno porteño, para señalar que “la presencia de las travestis en el Rosedal no produce enfermedad: sus organizaciones participan en la distribución gratuita de preservativos para cuidar su salud y la de los clientes”. Pedro Mouratian, vicepresidente del Inadi, destacó que ese organismo recibe “muchas denuncias de chicas trans que son golpeadas: son el grupo más discriminado después de los inmigrantes”.
Juan Manuel Velasco –ministro de Medio Ambiente porteño–, que había convocado la reunión, se manifestó “muy satisfecho”, ya que “desde distintas posiciones, los participantes trataron de encontrar puntos en común”.
El próximo paso, según anticipó la coordinadora Marisa Arienza, será “trabajar con grupos focales de unas 12 personas, sobre distintos temas, para lograr antes de fin de mes una propuesta consensuada que lleve a una solución ganador-ganador”. Los grupos se reunirán desde esta semana.
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