SOCIEDAD › LOS CHICOS DE UN BARRIO MARGINADO QUE ESCRIBEN POESIA, COMPONEN MUSICA Y ESTAN POR LANZAR UN CD
Viven en el sur, en el conurbano más profundo, el de los pibes ganados por la droga, el desempleo, la miseria y hasta los suicidios. Ellos buscan zafar a través de la música. Los acompañan Marcelo Boccanera y una ONG que trabaja en la inclusión social. Y ya están grabando su primer disco, en el que participarán Teresa Parodi y Antonio Tarragó Ros, entre otros.
› Por Mariana Carbajal
La música, dicen, les cambió la vida. Y lo expresan cantando: “Pensaba dejar/ de remar en este río/ Hasta que un latido/ en mi pecho sentí/ Desperté de la angustia/ y del encierro/ Fue la música la llave/ para salir”, dice la letra de una de sus canciones. Son adolescentes del sur del conurbano profundo que les escapan a la droga y el alcohol que, dicen, acecha en las esquinas de sus barrios olvidados. Aprendieron a componer en el último año en un taller a cargo del cantautor Marcelo Boccanera y les pusieron palabras a sus sentimientos y a sus miedos. El suicidio de otros pibes –que cada vez dicen ver con más frecuencia– es uno de sus fantasmas. Diez de sus canciones formarán parte de un disco que están terminando de grabar en un estudio profesional, y en el que se escucharán también las voces de artistas invitados de la talla de Teresa Parodi y Antonio Tarragó Ros. El proyecto es parte de un innovador programa de inclusión “socioeducativa” de jóvenes en situación de pobreza, que lleva adelante una ONG de Lomas de Zamora con el apoyo de Unicef.
–Chicos, necesito afinar las guitarras. Por favor, silencio absoluto –casi les imploró Boccanera. Pero el nerviosismo y sobre todo un entusiasmo desbordante conspiraban contra su propia voluntad de cerrar herméticamente la boca. Fue hace algunas semanas, el día en que empezaron a grabar el CD en el estudio Lomas Record, como culminación del primer año del taller de composición que viene dando el músico en la Villa IAPI, de Bernal Oeste, partido de Quilmes y en otro barrio de Claypole, partido de Almirante Brown, en el marco del Programa Desafío de la Fundación de Organización Comunitaria (FOC), una entidad de Lomas de Zamora con una extensa trayectoria en el trabajo con niños y adolescentes en el sur del conurbano (ver aparte).
Para la mayoría fue la primera vez que estaban en un estudio profesional de grabación. Ahí mismo el propio Boccanera grabó su último disco.
–Yo no me reconocí la voz –le cuenta a Página/12 una de las chicas que le puso su voz a uno de los temas.
Mañana está previsto que se acerque al estudio Teresa Parodi, que se sumó generosamente al proyecto. También cantarán como artistas invitados Tarragó Ros y Raúl Porchetto y Esteban Morgado tocará la guitarra en una zamba.
–Para mí es una experiencia muy rica. Cuando termino de darles clases salgo con el alma brillante –dice Boccanera a Página/12. Este año cumple 25 años con la música y se ha podido dedicar poco al recital que dará hacia fin de año para celebrar el aniversario por la energía que le está poniendo al CD de los chicos.
Es de noche y acaba de terminar el taller del último martes en una de los salones del Centro Integral Comunitario del barrio IAPI. Un hombre con la cabeza ensangrentada pasa frente a la puerta. Se comenta que le dieron un “fierrazo” calles adentro. Nadie parece sorprenderse ni alarmarse, más allá de los remiseros que esperan a esta cronista y al fotógrafo del diario y al propio Bo-
ccanera. El barrio es parte del CD. Leo Recalde, uno de los participantes del taller, de 17 años, le dedicó el Tanguito de la IAPI, uno de los temas elegidos para el disco.
–Los gustos musicales de los chicos son variados. Hay hip hop, rock, balada, cumbia, zamba, murga, pero faltaba un tango. Y un día los desafié a escribir uno. Y Leo a la semana siguiente me sorprendió con el suyo –cuenta el músico que supo compartir escenario con León Gieco, Jaime Roos y el cubano Silvio Rodríguez.
La música del tango y la voz arrabalera se la aportó otro de los chicos del grupo, Néstor Dávalos. El tema es muy bueno y suena lindo. “Calle de tierra en mi barrio popular/ que cuando el viento se enfurece/ en un silbido hace bailar/ a ese polvo singular/ y ahí estoy para mirarte barrio mío”, empieza el Tanguito de la IAPI. Y algunas estrofas más adelante habla de la decadencia del barrio, la misma de otros del conurbano. “Arroyo negro que perdiste tu esencia/ de aguas cristalinas donde ayer bebí/ y esos ranchos que decaen a tu paso/ de fantasmas que piden volver a vivir”.
Los temas del CD son diez. Pero son muchos más los que ha creado este grupo de flamantes compositores. Entre los dos talleres, el de Quilmes y el de Claypole, hay unos cincuenta jóvenes, entre chicos y chicas. Al principio, destaca Boccanera, algunos de ellos no sabían ni separar en sílabas. La convocatoria se hizo a través de volantes pegados en postes de luz y en kioscos de los barrios. Muchos en la IAPI se acercaron pensando que lo que iban a aprender era a tocar la guitarra. Como Leo, el autor del tanguito.
–Le dije a un amigo: “¡Vamos, vamos!” Pasamos pero no nos animamos a entrar y la otra semana entramos. Al principio no nos conocíamos con nadie. A todos nos gusta escribir y nos “regustó” la idea de aprender a componer, aunque nos acercamos pensando en aprender guitarra –cuenta en diálogo con Página/12. Un año después, el grupo de la IAPI, dice Leo, es “reunido”.
–Acá hay muy buena onda. Nadie con pensamientos malos, gente muy buena, muy humilde –aclara. Leo está en 5º año de la Técnica Nº 10 de Barracas. Varios van a la escuela en Avellaneda o en el sur de la ciudad de Buenos Aires. Tienen entre 15 y 22 años. Algunos han abandonado las aulas, otros han vuelto. Algunos tienen 18 o 19 años, y han repetido un par de años.
–La llegada de Marcelo al barrio fue una explosión. Estos chicos tienen un cielo y un infierno. Son pibes muy golpeados –cuenta Fabián Calvo. Tiene 33 años y vive en la IAPI. Y es parte del Proyecto Desafío, como integrante de la Red de Jóvenes Unidos, una pata fundamental de esta iniciativa. Son jóvenes que “pasaron por situaciones similares a las de los chicos excluidos, que los conocen del barrio y los van a buscar a las esquinas, para que vayan a algunos de los talleres”, explica Juan Amichetti, director Institucional de FOC, en la sede de la entidad, ubicada en el centro de Lomas de Zamora.
–Fabián es como el psicólogo de todos nosotros –dirá Daiana Maldonado, otra de las participantes del taller de composición de la Villa IAPI, mientras sus compañeros se “amuchan” para la foto que saldrá en el diario. Daiana también tiene 17 años y va a 2º año del Polimodal de la Técnica Nº 4 de Avellaneda. Tiene una gorra con visera que le tapa parte de la cara y un pantalón camuflado en tonos de grises y negro. Negro es el color que predomina en la vestimenta de los participantes del taller.
–Fabián es un hombre que te ayuda en todo. Nos juntamos en su casa. Si te ve mal te ayuda. Somos todos una gran familia –dice Cecilia Rojas. Está en 3º año del Polimodal de la Media Nº 9 de Avellaneda. Su papá es profesor de Letras. Dice Boccanera que de su mano brota poesía pura. Una de sus letras forma parte del disco. Es una canción que cuenta la historia de un compañero del colegio que se suicidó el año pasado, ahorcándose en el parque de Villa Domínico.
–Carlos, “El Negro”, le decíamos –recuerda Cecilia, con los ojos apagados–, no pudo más..., tenía muchos problemas, no tenía familia, vivía solo, de noche le venían muchos pensamientos. Como esa historia hay varias que se escuchan siempre. Muchos jóvenes se deprimen y no encuentran ninguna razón para vivir y se quedan en el camino.
–La mayoría de ellos tiene problemas con drogas. Los chicos que ves en las esquinas se criaron con vos desde chiquito, los conocés. A veces por miedo uno no se acerca o los grandes te dicen que no te acerques porque son peligrosos. Mis amigos son así y yo trato de ayudarlos. Yo les digo que eso no es vida –dice Daiana. Su papá es ex combatiente de Malvinas.
Orlando Romero se suma al diálogo. Tiene 18 años y cursa 3º año del Polimodal en la Técnica Nº 6 de Avellaneda.
–Hay muchos en el barrio que se suicidan. Acá en el CIC aparece cada tanto la noticia de que se ahorcó alguien. Uno trata de no terminar así –dice Orlando. Es disc jockey y además de ir a la secundaria, concurre a varios cursos del Programa Desafío, que se dictan en distintas escuelas, para asegurarse un futuro con trabajo, dice: uno de herrería, otro de cocina de restaurante. Además, FOC le acaban de conseguir una beca para estudiar violín en el Teatro Roma, de Avellaneda. Y los fines de semana, tiene como pasatiempo boxear.
–Estoy estudiando bastantes carreras para poder terminar en algo –dice Orlando.
Varias de las letras de los chicos le cantan al amor y al desamor, y también a los sueños en peligro. René, que perdió a su mamá, le dedicó a ella todas sus letras. Una canción de Sergio Maidana, del taller de Claypole, forma parte del CD. El mismo le puso la voz. Se llama Abismo, y es una mirada oscura sobre la juventud que tiene problemas con la droga y el alcohol. “¿Adónde voy?”, se pregunta y afirma que ésa es la pregunta de otros pibes que se “crucifican solos”.
Pero también hay letras que hablan de esperanza, que dan cuenta del impacto que el mismo taller de composición tuvo en el corazón de muchos. Como Dos historias, una balada compuesta y cantada entre todos. “La terminaron de componer en el estudio, a lo beatle”, se ríe Bo-ccanera. Y el tema dice así:
“Estaba entre los brazos/ del anochecer/ un tanto temía/ y otro poco vivía/ Tomando se borraban/ las ilusiones/ Perdí fronteras/ de realidad en mi cabeza./ En la casa se acabó/ la felicidad/ Perdí el vicio de amar/ una vez más/ Ni en mis amigos/ podía confiar/ Compartía todo/ con mi soledad/ (...)
“Pensaba dejar/ de remar en este río/ Hasta que un latido/ en mi pecho sentí/ Desperté de la angustia/ del encierro/ Fue la música la llave/ para salir./ Encontré en sus manos/ una razón/ Para que en mis ojos/ pueda descubrir/ Que ahogado en tristeza/ y soledad/ En una canción/ puedes empezar (...)”
El disco se editará en noviembre. Los chicos primero cantaron. Y después los músicos convocados por Boccanera –Daniel Corrado, batería y percusión; Gustavo Corrado, piano, teclas y bajos, y Víctor Lasear, guitarras– hicieron lo suyo. Está en proceso de mezcla. El nombre todavía no está definido. Saldrá con un librito que incluirá también las letras que compusieron y no se cantaron. A todos les cuesta creer que del taller, donde apenas tienen tres guitarras y un grabador familiar, saldrá un CD de verdad. “Que alguien te acepte una letra, que te diga que es buena, ya es demasiado. Que se grabe, increíble”, concluye Leo, el del tango.
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