SOCIEDAD › CUMPLE DIEZ AÑOS GOOGLE, EL MONSTRUO DE LA WEB
Fue una aventura de dos veinteañeros. Hoy se cotiza en unos 138 mil millones de dólares. Es el principal motor de búsqueda en la red. Qué es, qué fue y qué puede llegar a ser Google.
› Por Federico Kukso
Los monstruos muy raramente cumplen años. Será tal vez porque una de las condiciones fundamentales para afiliarse a su sindicato consista en borrar todo rastro de origen, todo indicio que conduzca a pensar que alguna vez no fue y, por ende, que alguna vez no será. Sin embargo, siempre quedan huellas y registros que demuestran que sí, que en cierto momento de la historia nacieron, crecieron a los tumbos y luego pegaron el gran salto que media entre la adolescencia y la madurez. Es justamente lo que ocurrió con Google, el gran buscador-oráculo de Internet, que hoy cumple diez años.
Si bien para estas épocas parece eterno, como si hubiera estado siempre allí, a la espera de que el navegante desorientado lo convocara para orientarse y disipar sus dudas informativas, el motor de búsqueda más famoso y más solicitado de la red nació el 15 de septiembre de 1997, cuando el norteamericano Larry Page y el ruso Sergey Brin, dos hasta entonces ignotos estudiantes de 24 años de la Universidad de Stanford, registraron el nombre del dominio www.google.com, reservando un espacio en ese no-espacio que es la World Wide Web. Había nacido como idea y sólo tardaría un año en convertirse en una empresa hecha y derecha que se dispone (si es que ya no lo ha hecho) a convertirse en el seudónimo de Internet (aunque desde ya la red siempre será más –otra cosa– que Google).
Sus creadores ahora dicen que estaba todo pensado, pero lo cierto es que el nombre del buscador nació de un error. A Page y Brin, por entonces estudiantes de ciencias de la computación que se quemaban las pestañas buscando un nombre para su iniciativa, un amigo les recomendó que le pusieran “googol” (o “gogol” en castellano), o sea, aquel número exorbitante que es 10 a la centésima potencia (un uno seguido de cien ceros). Pero entendieron mal y lo llamaron “google”. Cuando quisieron rectificar su error, se percataron de que se les habían adelantado y “googol” ya estaba tomado.
Mucho no les importó. Les preocupaba más hacerse un lugar entre los gigantes buscadores que reinaban por entonces: Altavista, Hotbot, Yahoo, Ask Jeeves, Metacrawler y muchos otros más ahora olvidados que indexaban las millones de páginas que por día iban inflando la web (que ya alcanzó 600 mil millones, esto es, 100 páginas por cada persona viva en el planeta). Y lo hicieron, con creces: hoy Google es la entrada a un mundo paralelo que promete siempre felicidad, satisfacción, conocimiento total, y la forma de ser más vanagloriado de esta época: el estar comunicado (que se engarza con el mandato incentivado por el celular: el estar disponible). Google administra casi el 51 por ciento de las búsquedas totales y es considerada la compañía de crecimiento más rápida en la historia de la humanidad; su valor ronda los 138 mil millones de dólares (cuando entró en la bolsa, en 2004, una acción de Google valía 85 dólares; hoy cuesta 525).
El éxito de la empresa y de la marca Google se puede rastrear por muchos lados: su interfaz limpia y simple con toques cromáticos de su logo, su manera de presentar y rankear las páginas web (gracias a un algoritmo inspirado en la teoría de grafos), su constante preocupación por mostrar benevolencia (forzando a olvidar su decisión de permitir la censura en China) y tomando distancia de todo mal (su motto es “No hacer el mal” y en su código de conducta indica: “Puedes hacer dinero sin ser diabólico”); el hacer creer a los ingenuos internautas que sus “bots” o “crawlers” (un ejército de programas informáticos que indexan las webs) se toman el trabajo de cubrir toda la web (tarea considerada imposible dado su explosivo dinamismo) y brindarle en segundos la respuesta al interrogante planteado (dicho sea de paso, Google no busca en Internet; Google busca en sus más de 170 mil computadoras donde se copia o fotografía de la red). Sin embargo, su verdadera habilidad está en su forma de ser en los negocios. Google es una topadora que compra estratégicamente sitios. Los fagocita. Dos casos son paradigmáticos: cuando compró Blogger (epicentro de todos los blogs) y cuando desembolsó casi dos mil millones de dólares para alzarse con la televisión de Internet, YouTube.
También suma muchos puntos con su voraz ritmo innovativo. Desde su usina de ideas Google Labs salieron joyitas como Gmail (que día a día afilia a más usuarios), Google Book Search (para buscar en miles de libros digitalizados), Google Earth (para ejercitar el costado voyeur que todo internauta lleva dentro), el flamante Google Sky, para expandir la curiosidad fisgona a constelaciones y galaxias, y pronto aparecerá Google Mars, para ver al detalle las colinas del planeta rojo.
Las preguntas que se hacen en todo el mundo son: ¿tiene Google un plan para dominar el mundo? o ¿hasta dónde puede llegar? Nadie lo sabe, pero los signos indican algo: hace no mucho Vinton Cerf (uno de los padres de Internet) se sumó a la cúpula directiva de la empresa. ¿Un indicio de que Google no pisará el freno hasta estar cual Gran hermano (el orwelliano, no el de Telefé) en cada rincón del ciberespacio? Quizás.
Pero no todo es oro en la “era Google”. Muy de a poco, a Google se lo empieza a comparar con Microsoft y se le critica que está orientándose a convertirse en un monopolio. Eso por un lado. Y por el otro, están las acusaciones de violaciones a la intimidad de los usuarios (una vez que el nombre de uno entra en Google, difícilmente salga).
Hace un par de años, los directores Robin Sloan y Matt Thompson produjeron un falso documental al que llamaron “EPIC 2014” (que hoy se puede cazar en Youtube). Allí imaginaron los futuros pasos del superbuscador y se muestra cómo se come todo lo que se pone en su camino. No sea que la profecía se cumpla y se profundice. Y la Tierra se vea forzada a cambiar de nombre.
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