SOCIEDAD › UN CHICO DE 12 ACUCHILLO A OTRO DE 13 EN CORRIENTES
El crimen tuvo lugar en Ituzaingó, a 230 kilómetros de la capital correntina: su autor no soportaba más burlas. El caso recuerda a los de Carmen de Patagones en 2004 y Rafael Calzada en 2003.
“Lo maté porque me tenía cansado. Me molestaba todos los días en la escuela; lo tenía que matar.” Con esas tres frases, un niño de 12 años confesó en Ituzaingó, Corrientes, el asesinato de su compañero de aula, Agustín Esteche, quien el jueves pasado apareció sin vida y con una cuchillada en el cuello. La víctima, de 13 años, había ido a hacer un trabajo práctico a la casa de su colega de estudios y fue allí que se encontró con la muerte. El chico –que reconoció la responsabilidad por el homicidio– vive con su madre y su padre, un trabajador de la Marina Mercante que pasa largos períodos en altamar. La comunidad de la ciudad norteña, todavía conmocionada, resalta también como datos del pequeño que su abuelo paterno pertenece a la Prefectura, mientras el materno es un ex policía.
El hallazgo del cuerpo sin vida de Esteche, con una herida cortante en el cuello y otras tres en el pecho, arrancó el jueves de su tranquilidad habitual a Ituzaingó, una ciudad con 18 mil habitantes ubicada a 230 kilómetros al norte de la capital provincial. La policía había llegado a la casa de la familia alertada por uno de los abuelos del chico, que había recibido un llamado en el que su nieto le decía que él y su amigo habían sido víctimas de un asalto.
Dos días después, y luego de esbozar una versión en la que un delincuente encapuchado había sido el autor del crimen, el chico se quebró y contó la verdad: “Me tenía cansado. Todos los días me molestaba en la escuela”, señaló ante los investigadores el pequeño, que había invitado a Esteche a que fuera a su casa, aprovechando que ese día estaría solo.
De todas formas, que su hogar estuviera en soledad no era una situación extraordinaria, ya que su padre trabaja como marino, por lo que, según cuentan los vecinos de Ituzaingó, pasa largos períodos sin verlo. El marco social del chico se completa con dos abuelos empleados de las fuerzas de seguridad. El paterno, integrante de la Prefectura. El materno, policía retirado. En este contexto, el chico quedó aprisionado por su propio plan de venganza, incapaz de dilucidar qué era aquello ajeno a él que lo empujaba a pretender semejante idea, que venía imaginando desde julio pasado. Y la llevó a los hechos el jueves: en un momento de la tarde lo dejó solo a Esteche frente a la computadora, fue a buscar un cuchillo y lo apuñaló por la espalda en el cuello.
Luego de eso, la víctima intentó escapar para buscar ayuda, por lo que salió hacia un patio interior y caminó los 20 metros que lo separaban del portón de entrada, dejando en su camino un reguero de sangre. Como la puerta de rejas estaba cerrada con llave, no pudo salir y cayó.
Cuando los investigadores comenzaron con su trabajo, el niño de 12 años relató que él y Agustín habían sentido ruidos en el patio, por lo que ambos salieron a ver qué había pasado. Según esa primera versión, en ese momento un delincuente encapuchado entró a la vivienda, ubicada en la calle Corrientes al 200, y los atacó a ambos. “Yo escapé”, aseguró, para luego sostener que su compañero no pudo y fue asesinado por el intruso.
En un primer momento, la policía creyó el relato. Sin embargo, con el paso de las horas comenzaron a aparecer contradicciones en su versión, que despertaron las sospechas. En primer lugar, su relato no coincidía con el lugar donde fue hallado el cuchillo; en segundo, su historia se modificó entre el primero y el segundo interrogatorio. Al profundizar las preguntas, el chico de 12 años comenzó a ponerse nervioso, hasta que se quebró y confesó el crimen.
Carmen de Patagones –en Chubut– y Rafael Calzada –en el conurbano bonaerense– fueron escenario en los últimos años de casos parecidos. El pueblo patagónico fue sacudido cuando, en septiembre de 2004, Junior –un chico de 19 años, hijo de un integrante de la Prefectura– tomó el arma de su padre y mató a tres compañeros e hirió a otros.
En Rafael Calzada, los disparos fueron a la salida del Polimodal 9 en el año 2000 y terminaron con la vida de un adolescente de 16 años, integrante del grupo que con sorna solía burlar diciéndole “Pantriste” a un compañero, autor de los tiros. El 8 de abril de 2003, el Tribunal Oral Nº 6 de Lomas de Zamora lo declaró inimputable y ordenó su internación psiquiátrica.
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