SOCIEDAD › ATRASO SALARIAL Y FALTA DE REMEDIOS EN LA “CASA FLORES”
Los profesionales de la “clínica del paco” llevan cuatro meses sin cobrar. Y los pacientes ya no reciben medicamentos. El gobierno porteño asegura que el centro no será cerrado.
› Por Pedro Lipcovich
Vincularse con el paco puede traer graves problemas: por ejemplo, quedarse sin dinero hasta para pagar un boleto de colectivo, no poder dar de comer a los hijos o quedarse sin luz por falta de pago. Sólo que quienes hoy atraviesan estas desesperaciones no son los adictos, sino los empleados y profesionales de Casa Flores –el único centro especializado en atender a pacientes adultos con adicción al paco–, a quienes, desde hace casi cuatro meses, el gobierno de la ciudad les adeuda los salarios. En realidad, los pacientes también la están pasando muy mal, no sólo porque la atención está parcialmente suspendida –por eso de que los operadores no pueden pagarse el boleto–, sino también porque, desde hace diez días, la institución tampoco recibe los medicamentos necesarios. El ministro de Derechos Humanos de la Ciudad aseguró que Casa Flores “no va a cerrar”.
“El último mes que cobramos fue junio –contó Mauricio Redondo, consejero en dependencias químicas y operador socioterapéutico en Casa Flores–; no podemos pagar los impuestos, somos monotributistas: estamos en mora con el Estado, que por su parte no nos paga. A muchos nos han cortado el gas o la luz.”
–¿A usted, por ejemplo?
–Me cortaron el gas. Se había vencido y, lógicamente, al no tener plata, hay que optar por comer –contestó Redondo, quien tiene un hijo de dos años–. En el fondo, uno elige estar acá –agregó–: llevo quince años trabajando en esto y es la primera vez que desde el gobierno de la ciudad se implementa un programa como éste, que está dando resultado: muchos chicos cuando llegaron eran semilinyeras, nadie daba un peso por ellos; ahora se sienten un poco más libres, con la autoestima un poquito mejor; para ellos, bañarse, poder estar con la familia, compartir un plato de comida son cosas nuevas, porque el adicto, cuando está sometido al consumo, no las puede vivir. Y sus familias también están mejor; las familias llegan desesperadas, sin saber qué hacer con los chicos. Nosotros tratamos de armar una red social.
Maximiliano Fanton, psicólogo de Casa Flores, señaló que “hasta hace casi diez días veníamos trabajando normalmente, pero llegó un punto de tal necesidad y desborde que tuvimos que reducir las actividades, incluso porque muchos operadores no tienen para pagarse el boleto hasta la institución: sólo podemos atender emergencias y mantener el funcionamiento de un par de grupos por día. Y son pacientes que no pueden quedar desatendidos. Este es el único lugar de atención para personas mayores de 18 con adicción al paco, y éste es un problema que afecta a la sociedad entera, porque el que consume se ve en la necesidad de hacer casi cualquier cosa para conseguir el paco. Cuando Casa Flores se inauguró, el gobierno la anunció con bombos y platillos y ahora, a los pocos meses, hay una total falta de apoyo. Durante semanas nos tuvieron siempre con la misma respuesta: ‘Este viernes va a ser el día de pago’; llegaba el viernes, y nada; y el lunes, de nuevo: ‘Este viernes va a ser’”.
“La situación se resolverá esta semana –aseguró a este diario Omar Abboud, ministro de Derechos Humanos y Sociales de la Ciudad de Buenos Aires–: hubo una demora administrativa y el factor central fue el cambio en la modalidad contractual: la mayoría de los empleados pasan a planta transitoria, ya no van a tener que facturar.” Según el funcionario, “la clínica de paco no va a cerrar: no es política de este gobierno cerrar algo que consideramos de primera necesidad y que viene dando muy buenos resultados”.
Gabriela Cerruti, ex ministra de Derechos Humanos de la Ciudad –bajo cuya gestión se inauguró, este año, Casa Flores–, sostuvo que “cuando nos fuimos, el 26 de junio, quedó previsto que los contratos de Casa Flores se renovaran automáticamente: la acción contra el paco debe considerarse una política de Estado, que no debe detenerse”.
¿Cómo experimentan los pacientes esta situación? “Al principio, se indignaban por el hecho de que no cobráramos, porque desarrollan una relación de afecto hacia los profesionales; pero hoy su preocupación es la posibilidad de quedarse sin tratamiento –contestó Fanton–. Y se están involucrando mucho las familias, se están movilizando para impedir eso.”
–No parece una respuesta desesperada, sino activa –comentó Página/12.
–Es que no se quedaron sin tratamiento: no es que se hayan visto ante una situación de abandono. Lo que está pasando afecta sus estados de ánimo, se refleja en sus conductas y hasta lo podemos ver en sus caras. Pero no han quedado sin contención y hacemos lo posible para que eso no suceda –respondió el psicólogo de Casa Flores.
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