SOCIEDAD › OPINION
› Por Eduardo De La Serna *
El 10 de octubre, a raíz de la justa condena a Von Wernich, León Ferrari escribió un artículo en Página/12. Pocos días después, tuvo un reconocimiento de la Bienal de Venecia. Esta nota no pretende reflexionar sobre dicho premio ni comentar su obra. Otros sabrán hacerlo con más autoridad. Es simplemente un eco a su artículo, con la firme convicción de que el disenso enriquece y no estar de acuerdo no nos transforma en enemigos.
Oportunamente, ante grupos que buscaban impedir una muestra de León Ferrari, e incluso violentamente atentaron contra algunas piezas, manifesté públicamente mi indignación. Esto no significaba –ciertamente– que la muestra me gustara (no me gustó), ni que en algunas cosas no hiriera mi sensibilidad (poco, para ser justos).
Ahora, Ferrari escribe una nota (“Responsabilidades”), donde desarrolla sus temas predilectos en relación con la Iglesia. Muchas de estas cosas ya se las he planteado a León en correspondencia personal, aunque no hemos estado de acuerdo, o no nos hemos entendido. Pero ahora, ante esta nota pública quiero expresar también públicamente algunas incomodidades:
León distingue entre lo que él llama “católicos completos” e “incompletos”, y entiende como “completos” a los que hacen una lectura lineal y sin interpretación alguna de los textos que él cita. Eso es lo que otros llamamos “fundamentalismo”. Leer textos sin interpretarlos a la luz de los autores, el tiempo, los destinatarios, los géneros literarios, la intención del autor, etc... es ciertamente fundamentalismo, no “completez”. Y bastante sabemos en nuestro tiempo de fundamentalismos cristianos, judíos, islámicos o de mercado... y sus consecuencias casi nunca sanas. Podría responder uno a uno a los textos que él cita, pero no es el caso. Como profesor de Biblia, debo decir que nada de lo dicho por León tiene el más mínimo sustento y nadie –salvo los fundamentalistas– lee hoy la Biblia de esta manera (por no mencionar algunos errores, que tampoco es el caso).
Luego, León hace una trasposición lineal de algunos textos a la historia, y afirma que es lógico en la completez, la Inquisición, la tortura, la dictadura... y que los que seríamos –según su peculiar mirada– “incompletos” somos responsables de todo esto por permanecer en la institución. Personalmente no le reconozco autoridad a León Ferrari para decirme dónde debo estar, como tampoco para afirmar de mí y de cientos de miembros de la Iglesia que somos “incompletos”. Ciertamente tiene derecho a pensarlo, y a que no estemos de acuerdo. Creo que la diversidad enriquece y el diálogo edifica, pero la descalificación, y el pretender cargar “responsabilidades” en otros nos vuelve a tiempos de “discurso único” y en esos casos, el diálogo se volvió imposible.
* Sacerdote, doctor en Teología.
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