Vie 09.11.2007

SOCIEDAD  › RECONOCIMIENTOS EN BUENOS AIRES

Oficios distinguidos

“Que no se pierda el oficio es tan importante como que no se pierda el patrimonio cultural”, sentencia Casimiro Sejas López, un yesero boliviano que llegó al país para continuar el arte que su padre le enseñó. A su lado, lo escuchan Carlos Amadini y Juan Winhold, duchos en restaurar órganos litúrgicos. Cuando les toca el turno, afirman estar “orgullosos” de haberse quedado en Argentina, a pesar de las “largas temporadas” sin trabajo. La escena tuvo lugar ayer en la Basílica San Juan Bautista y sus protagonistas son los tres hombres distinguidos por el Ministerio de Cultura de la ciudad por “su aporte al patrimonio cultural porteño”.

Sus habilidades, que “aseguran la existencia del patrimonio cultural”, son el motivo de que los nombraran “Artífices del Patrimonio de Buenos Aires”, junto a la folklorista Celia Rocha y la cocinera artesanal Coti Bustamante, en un acto realizado ayer en la Casa de la Cultura porteña.

A Sejas se le traba la voz si recuerda sus inicios como yesero, allá en Bolivia, a los 8 años, cuando acompañaba a su padre a restaurar iglesias. Hace 50 llegó a Argentina y con él ese “privilegio” que tiene su pueblo: “El boliviano es hábil en hacer arte con las manos”, explica a Página/12.

Desde entonces, dedicó “toda una vida” al oficio y a “dejar herederos”. Restauró el Museo de los Querubines, el Isaac Fernández Blanco y la casa de Carlos Gardel junto a sus alumnos de la Escuela Taller del Casco Histórico, en la que desde 2000 transmite todos los secretos de la yesería. No se guarda nada, enseña todo lo que conoció “amasando el barro”.

La voz de Amadini resuena entre los tubos de un órgano de comienzos de siglo, mientras pronuncia en francés los nombres de sus partes. Junto a Winhold, que lo mira apoyado en su última obra juntos, es de los mejores restauradores del país: los órganos de las basílicas del Santísimo Sacramento, Espíritu Santo y San Juan Bautista dan fe en cada misa.

“Un órgano tiene un pulmón, el fuelle; un cerebro, la consola, y cientos de voces que cantan esplendorosas, los tubos”, ilustra Amadini. Ahora es Sejas el que escucha. Winhold se suma. Los tres están orgullosos.

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