Sáb 29.12.2007

SOCIEDAD

Los captores de las secuestradas en Somalia piden 250 mil dólares

La banda armada que tiene capturadas a la enfermera argentina y la médica española reclamó ese rescate para su liberación. También aseguró por carta que están en buen estado de salud.

Están localizadas, vivas, sanas y alimentadas, pero siguen cautivas. Su libertad tiene un precio: 250.000 dólares (169.000 euros), según una carta enviada ayer, supuestamente por los secuestradores, a las radios locales de Massaso, la ciudad portuaria de Puntlandia (nordeste de Somalia) donde la española Mercedes García Valcarce y la argentina Pilar Bauza, cooperantes de Médicos sin Fronteras (MSF), fueron capturadas por la banda armada que las retiene desde el miércoles en una zona montañosa y de difícil acceso.

Ni las autoridades locales –que hasta ayer temían que las dos mujeres no estuvieran recibiendo alimentos– ni Nicolás Martín Cinto, embajador español en Kenia, que llegó a la zona el jueves para colaborar en las negociaciones, quisieron hacer comentario alguno sobre la carta, argumentando que no tenían constancia de ella. Tampoco lo hizo la ONG, que prefiere mantener todas las cautelas sobre su autoría. No obstante, después de que las emisoras de Basasso comenzaran a difundir su contenido, la agencia EFE confirmó que la misiva existe y que no hay ninguna duda de que está redactada por los captores. El texto, además, contiene una frase esperanzadora. “No se preocupen por la salud de las dos señoras, están en buenas condiciones.” Y una advertencia: sólo negociarán con Martín Cinto y con el diplomático enviado por Argentina, Fernando Rolandelli, pero no con las autoridades de Puntlandia, una de las regiones que se han desgajado de Somalia desde que la espiral de guerras civiles que se han sucedido a partir de 1991 sumió el país en la anarquía.

Los secuestradores, que el primer día ofrecieron soltar a las rehenes si la policía y la Justicia los dejaban huir como si nada hubiera pasado, ofrecieron al fin la primera pista sobre las intenciones que los llevaron a capturar a las voluntarias. En los últimos días se habían amontonado los rumores sobre si detrás del rapto se escondían reivindicaciones políticas, religiosas o de cualquier otro tipo. Pero al final se ha impuesto la primera tesis que se barajó: lo que demandan es dinero. El episodio es similar al del secuestro del reportero gráfico francés Gwen le Gouil, el pasado 16 de diciembre. Ocho días después, Le Gouil fue liberado sin que haya trascendido si alguien llegó a pagar los 80.000 o 100.000 dólares –según diversas fuentes– que se pedían por entregarlo con vida.

Tampoco MSF quiso comentar la petición de rescate. Reafirmaron que las informaciones que tienen es que están sanas, vivas y que las localizaron con prismáticos. También que están recibiendo alimentos, aunque, “por si acaso”, los responsables de la ONG reclamaron que dejen acceder a la zona a un coche medicalizado para comprobar su estado de salud, prestarles atención sanitaria en caso de que sea necesario y proporcionarles comida y agua. Anoche seguían a la espera de respuesta.

La presidenta de MSF España, Paula Farias, y el responsable de relaciones externas de la organización, Carlos Ugarte, se presentaron en rueda de prensa para insistir, por tercer día consecutivo, en que el incidente debe resolverse negociando y por la vía pacífica. En ningún caso, añadieron, con una intervención violenta de los centenares de policías que tienen sitiados a los secuestradores, porque eso pondría en peligro la integridad de las rehenes. A su vez, el presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, afirmó que su gabinete está realizando todas las gestiones posibles para liberarlas lo más pronto posible.

Ugarte aseguró, por otra parte, que MSF seguirá presente en Basasso y en el resto de emplazamientos donde desarrolla misiones humanitarias, matizando lo que dijo el jueves un portavoz de la ONG, que aseguró que se plantearían marcharse si no podían trabajar seguros en Puntlandia, donde atienden a más de 7000 niños desnutridos que viven en un campamento de refugiados.

De El País, de Madrid. Especial para Página/12.

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