SOCIEDAD • SUBNOTA
› Por Pedro Lipcovich
“Los aviones de Estados Unidos, los mismos que arrojan bombas, hacen misiones para arrojar ‘ayuda humanitaria’: esto crea confusión entre las poblaciones sobre la independencia de las auténticas ONG y compromete la seguridad de los voluntarios”: así lo denunció la responsable en Argentina de Médicos Sin Fronteras (MSF), que lleva adelante 500 proyectos en más de 70 países. La Argentina es uno de los 18 países donde MSF tiene oficinas: durante la crisis de 2001, la organización colaboró en la distribución de medicamentos, y, en 2003, dio ayuda en las inundaciones en Santa Fe. Actualmente, Buenos Aires es un centro de selección de voluntarios rentados, cuyo acercamiento se canaliza por Internet.
“Para preservar la seguridad de Pilar Bauzá y Mercedes García, la organización mantiene en reserva toda información sobre cómo fueron las negociaciones en casos similares –advirtió Laura Calonge, responsable de MSF en la Argentina–. Esos casos fueron muy pocos, ya que la organización atiende la seguridad de su gente en el terreno.” Según Calonge, “desde 2001, cuando Estados Unidos invadió Afganistán, en los terrenos se acentúa la confusión sobre quiénes son realmente los trabajadores humanitarios. Los mismos aviones militares que por la noche lanzan bombas, por la mañana lanzan comida; la ‘acción humanitaria’ de los militares genera confusión en las poblaciones locales y nos dificulta el trabajo; también, en ciertos lugares, muchísimas entidades, de muy variadas procedencias, operan como ONG. Es cierto que, en el caso de Somalia, hay poca presencia internacional, justamente por la situación en que se halla ese país”.
Según MSF, “Somalia es el único país donde nuestros equipos se ven obligados a emplear guardas armados. Es el único país del mundo sin Estado ni gobierno, en manos de clanes y señores de la guerra, a los que se añaden los actores externos”. Como consecuencia, “de 300.000 a 500.000 somalíes murieron, medio millón están refugiados en otros países y hay 400.000 desplazados internos, la mayoría de los cuales no recibe ninguna asistencia, a causa de la violencia y el caos. Un 78 por ciento de la población no tiene acceso a los servicios de salud, que están en manos privadas”.
MSF difunde estos datos porque “su vocación es, además de curar, dar testimonio”, destacó la responsable local de la entidad, fundada en 1971 y que en 1999 recibió el Premio Nobel de la Paz. En la Argentina, “nuestra oficina se abrió en 2001. Ese mismo año, durante la crisis, intervinimos en Salta y Jujuy para garantizar la distribución de medicamentos. En 2003 dimos apoyo con motivo de las inundaciones en la provincia de Santa Fe”. Actualmente “hay alrededor de 70 argentinos, en distintos lugares del mundo, trabajando en MSF”, contó Calonge.
Hoy “Buenos Aires es un centro de selección de voluntarios, que ingresan sus datos en nuestra página web (www.msf.org.ar); han de estar dispuestos a participar en por lo menos dos o tres misiones de seis meses o más. Antes de la primera efectúan un curso en Barcelona. La organización tiene unas 4000 personas en el terreno: no sólo médicos, enfermeros, psicólogos y otros profesionales de la salud, sino también economistas, expertos en administración, ingenieros, especialistas en transporte y en abastecimiento”.
“Tienen que ser personas con vocación y compromiso –subrayó Calonge–. En sus misiones, la organización se ocupa de su alojamiento, seguro médico y gastos y también reciben alguna remuneración” (alrededor de 400 euros mensuales). MSF se sustenta en donaciones privadas, procedentes de sus 3.200.000 socios en todo el mundo, “lo cual asegura nuestra independencia de autoridades políticas o religiosas”.
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