SOCIEDAD › EN UN NUEVO ANIVERSARIO DE CROMAÑON LOS FAMILIARES MARCHARON CON RECLAMOS
Alrededor de cinco mil personas manifestaron desde Plaza de Mayo hasta Once. Previamente, Bergoglio ofició una misa. Hubo una muestra de fotos y suelta de globos en el Obelisco para recordar a los 194 fallecidos en el incendio del boliche de Once. Se escucharon consignas críticas hacia el Gobierno, la Justicia, y la libertad de Chabán.
Alrededor de cinco mil personas marcharon anoche desde Plaza de Mayo hasta el santuario de las víctimas de Cromañón, en Once, en medio de un clima de crudos cuestionamientos al poder político, y con participación de organismos de derechos humanos. La marcha fue el epílogo de un día dedicado a diversas actividades en memoria de los 194 fallecidos por el incendio y las muertes que siguieron luego. Fueron 194 tañidos de las campanas de todas las iglesias de la ciudad, un homenaje a las víctimas fatales de Cromañón. Fue, según lo programado, a las 17.45 de ayer, cambio de hora mediante. La fecha de conmemoración en realidad había iniciado el día anterior, con una vigilia en Plaza de Mayo de familiares y amigos de las víctimas del incendio. Los participantes habían pasado la noche decorando con guirnaldas la plaza para las actividades que se realizaron ayer, mientras que los más jóvenes se reunían en grupos para pasar la noche alrededor de sus guitarras.
El escalofrío es una sensación lógica y presente al aproximarse al santuario armado contra el vallado policial que cierra la calle Bartolomé Mitre en la esquina de Ecuador. Treinta metros hacia dentro, atravesando el vallado, está la puerta que se llevó a 194 pibes. Pero la puerta no se divisa, tampoco el vallado. Está cubierto por un santuario denso de fotos y de aire enrarecido. Abajo, sobre el pavimento se lee en letras bien grandes, “Nunca Más! Cromañón”. Arriba, colgado del techo del santuario, un cartel dice “Nuestros ángeles del rock, 30 12 04, Nunca más Cromañón”.
Dentro, la vista se pierde entre fotos, medallitas, rostros de una sonrisa que será para siempre. Un cartel reclama “Ni olvido, ni perdón. Por los pibes. Cárcel a todos los responsables”. Otro, hacia dentro del santuario, declama con sorna, “Sin corruptos ni asesinos, 2007-2011, Lista 194”. En la base del santuario pequeñas macetas parecen ayudar a recordar las ausencias.
El clima en Once durante la tarde es casi de mármol, rostros endurecidos, labios murmurando. Hay unas 200 personas alrededor, entre familiares y amigos. José Guzmán es el padre de Lucas, que tenía 18 años, había ido al recital para festejar el fin del secundario y quería ser carpintero. “Los familiares no vamos a bajar los brazos aunque haya que ir contra el poder político, económico y judicial”. Leandro, hermano de Yamila, dice que “la ausencia no tiene costumbre”. Mencho Damián, de 21 años, es sobreviviente y dirige la batuta de la murga Los Que No Cayarán, la murga de los sobrevivientes, conformada por unos 25 pibes. “Se apagó todo, nadie sabía lo que pasaba ahí adentro, se escuchaban los grititos de las pibas y se sentía a la gente correr. No caí en lo que había pasado hasta una semana después”, recordó Mencho.
Diego es un sobreviviente y hace de vocero de los demás. Leyó un discurso, en el que denuncia las muertes que siguieron a Cromañón, las secuelas psicológicas, pidió que los jóvenes se organicen para evitar otros cromañones, cuestionó la asunción de Ibarra y la liberación de Chabán, y exigió una lista oficial de asistentes y víctimas. A la 17.20 terminó su discurso. Durante media hora, los presentes siguieron alrededor del santuario.
Luego, partieron a las 18.15 hacia el Obelisco. Marchaban al ritmo de los bombos y redoblantes de Los Que No Cayarán. Tomaron por Pueyrredón y después Corrientes, ocupando dos carriles y sin cortar el tránsito. A las 19, pisaron el Obelisco. Allí los esperaban con su ritmo la murga de Los Desconocidos de Siempre. A esa altura ya eran más de 300 personas. Entre ellas estaba Manolo, de 26 años, con tres amigos, los cuatro mexicanos. Se sacaban fotos con todos los manifestantes mientras Manolo decía que “en el DF se sabía que hubo un incendio en un boliche y que hubo muchos muertos”.
Antes de continuar camino a la Plaza de Mayo, donde esperaban los que habían permanecido de vigilia, se hizo una suelta de globos. No por casualidad fueron 194, de todos los colores. En derredor, los automovilistas no se dieron por enterados.
Alrededor de las 19.40 se arribó a Plaza de Mayo. Allí ya se encontraba abierta, desde el mediodía, la muestra “Vidas Robadas, Sueños en marcha”, que cuenta a través de fotos la historia de cada chico, cómo eran ellos, sus proyectos. Son 112 fotos que fueron reuniendo los padres. Los organizadores de la muestra sostienen que muchas fotos faltan porque muchos padres “todavía no se pueden desprender de ellas por el dolor que tienen”.
También hubo misa en la Catedral. La ofició el arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio. “Los intereses escondidos y la justicialidad son cómplices de la tragedia” de Cromañón, señaló Bergoglio. “El llanto de los padres, que lamentablemente, como dije hace dos años, no llegó a toda la ciudad. Un llanto que no se contagió por falta de solidaridad, de sensibilidad, y hoy tengo que repetir: Buenos Aires todavía no lloró suficiente esta tragedia”, subrayó. Y advirtió que “Buenos Aires necesita paz, pero no la paz de cosmético que tapa todo, sino de la justicia, para no caer en el mismo error”.
Alrededor de diez minutos antes de las ocho de la noche, desde los parlantes de una camioneta se empezaron a escuchar los nombres de las víctimas. Uno a uno, mientras toda la Plaza escuchaba y contestaba “¡presente!” a coro. Después, empezaron a encolumnarse hacia Once, por Avenida de Mayo. El tránsito, en la vuelta, quedó cortado. Las cinco mil personas desbordaron unas seis cuadras. Adelante marchaban los padres y familiares, llevaban una bandera con fotos de los muertos, y otra bandera con la leyenda: “Sin verdad no hay justicia”.
El clima de la marcha era entre silencioso y crítico hacia el poder político. Un sector cuestionó con cánticos al kirchnerismo y a Ibarra. También la libertad de Chabán. A la marcha también se plegaron organismos de derechos humanos, estuvieron las Madres Línea Fundadora, representantes de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, y familiares del maestro asesinado Carlos Fuentealba.
Héctor Taborda, padre de Marcelo, dijo que “aunque con las sentencias no vamos a recuperar la vida de nuestros hijos, queremos con nuestra lucha dejar un legado a la próxima generación para que esto no se repita. La negligencia sigue y si la gente no presiona, todo va a seguir igual”.
Pasadas las nueve de la noche, la marcha se detuvo en la Plaza Congreso. Martín, de Boedo, un sobreviviente, recordó que “cuando vi la primera chispa, un pedazo de bandera quemada, fueron veinte segundos de incertidumbre colectiva, todos paralizados”.
A las nueve y media de la noche, la marcha ya estaba llegando a plaza Once. Durante una hora habían tomado la avenida Rivadavia. “Hay que mirar para adelante, esta marca nunca se va a borrar”, dijo Martín. Cuando llegaba la multitud al santuario, a unos diez metros aproximadamente, se detuvo en seco, se clavó en el piso como si se hubiera detenido el tiempo, mientras que el silencio empezaba a avanzar sobre la noche oscura de Cromañón.
Informe: Luis Paz
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