SOCIEDAD
› REPRESION POLICIAL A OBREROS QUE AHORA MANEJAN UNA FABRICA
La guerra de la lana en Avellaneda
Tras el cierre de la empresa Lavalan, los empleados decidieron salvarla. Y se unieron en una cooperativa. Ayer, los ex dueños intentaron llevarse 330 toneladas de lana que habían quedado allí. Vinieron con la policía, que entró a los golpes. Pero los obreros resistieron. Y lograron el apoyo del municipio y la Justicia. Después de una tensa jornada, los camiones se marcharon vacíos.
A las cinco y media de la mañana de ayer, a Víctor lo despertaron los golpes. Primero, los que los policías dieron sobre la puerta de la Cooperativa Lavalan de Avellaneda, donde estaba de guardia con otro compañero. Los bonaerenses tenían una orden judicial para llevarse las casi 330 toneladas de lana que hay en la fábrica. Cuando Víctor logró salir para dar aviso a un compañero que vive a la vuelta, no pudo creer lo que veía. Y ahí vinieron los otros golpes, directo contra su cuerpo. “Estaba lleno de policías y el primero que vi me pegó sin decirme nada”, contó a Página/12. En un costado de su cabeza, la venda mal acomodada le recuerda el violento amanecer. Más de 25 trabajadores que intentan poner en marcha de nuevo la empresa que los despidió en diciembre se negaron a entregar la lana que reclaman los ex dueños del lugar: quedaron de guardia el día entero y hasta sufrieron golpes y empujones policiales. Uno quedó detenido. Todos recibieron el apoyo del municipio. Y de la Justicia: anoche los camiones debieron irse tan vacíos como habían llegado.
El municipio de Avellaneda ofreció ser depositario de la materia prima hasta tanto se defina la cuestión de fondo, es decir, si la lana está o no contemplada en la ley de expropiación que sancionó la Legislatura bonaerense en julio de este año. A última hora, la Justicia dio el visto bueno a la iniciativa.
El barrio debió haber sido en otra época un barrio de trabajadores. Ahora son cuadras y cuadras de fábricas abandonadas e improductivas. Sobre la calle Conesa, entre Torcuato Di Tella y Entre Ríos, está ubicada la ex fábrica El Triunfo, actualmente denominada Cooperativa Lavalan. Sus 25 miembros están decididos a enfrentar lo que sea con tal de mantener las fuentes de trabajo. “Es gente de laburo que hace rato que está reclamando –dijo una vecina que se acercó a apoyar la protesta–. Incluso arreglaron acordar un plan de pagos de los impuestos que los sinvergüenzas dejaron impagos.”
El 11 de julio, la Legislatura provincial sancionó una ley que declara “de utilidad pública y sujetos a expropiación” los inmuebles de la fábrica “como asimismo las maquinarias e instalaciones que se encuentran dentro de los inmuebles identificados y conforme al inventario (...) que serán adjudicadas en propiedad y a título oneroso por venta directa a la Cooperativa de Trabajo Lavalan”. El anexo de la norma menciona cada una de las maquinarias con su peso y costo. E incluye los casi 330.000 kilos de “materia prima sin procesar y lavada y peinada” existentes en el galpón. Esto es lo que exigen los antiguos dueños.
A media tarde de ayer, se presentó Gustavo Francheli, abogado de la empresa que reivindica la propiedad de la lana. Los trabajadores aseguran que quien está detrás del reclamo es el verdadero dueño de la ex empresa El Triunfo, Marcelo Fowler, pese a que legalmente figura otra persona como propietaria. Francheli exigió que se cumpliera la orden del juez de Lomas de Zamora Leandro Maffucci More y que los obreros dieran paso a los camiones repletos de lana que esperaban dentro del establecimiento. En cambio, los trabajadores realizaron una asamblea y decidieron pedir al fiscal de turno que dejara las lanas allí, inclusive con guardia de los viejos dueños, hasta tanto se resolviera el conflicto.
Había policías por todos lados. Apenas unos metros adentro del portón principal sobre Conesa, una decena de efectivos detrás de sus escudos. En medio de la calle, varios patrulleros, un micro de bomberos policiales y agentes montados. En el cruce con Entre Ríos, las vallas y otro grupo de bonaerenses separaban a los trabajadores de sus familiares, amigos, asambleístas y partidos políticos que los apoyaban. “Esto es una prueba más de que lo supuestamente legal sólo sirve para atacar a los trabajadores”, se enojó Elisa, de Brukman, que algo conoce de la misma lucha.
Cerca de las 17, cuando supieron que el fiscal no aceptaría la propuesta, los obreros hicieron una sentada en la puerta de la fábrica. Y corrió la voz de alarma. “Dicen que los camiones están saliendo por elotro lado”, gritó uno. Se refería a la entrada de la fábrica ubicada sobre la calle Humaytá, también custodiada por la policía. Se dieron cuenta de que no tenía sentido disolver el grupo original para defender el otro ingreso. No hizo falta. Quienes desde la esquina los acompañaban a puro bombo y cánticos, se corrieron una cuadra e improvisaron una fogata en Humaytá y Entre Ríos. Los camiones quedaron repletos y acorralados detrás de las barreras policiales.
Germán Fernández es, desde hace 23 años, operario de la fábrica. “Estamos preparados para empezar de nuevo. Cada vez que conseguíamos un cliente, los ex dueños lo amenazaban para que no hiciera negocios con nosotros”, denunció. Y Gregorio López, presidente de la cooperativa, se lamentó de la oportunidad perdida porque “había uno que iba a venir hoy (por ayer) y con todo esto no pudo”. Según los mismos obreros, con la cooperativa a pleno se podrían crear más puestos laborales. “Se puede llegar a producir hasta 400.000 kilos de lana por mes”, detalló López y se entusiasmó con las posibilidades de exportación de la mercadería. “Lo único que queremos es trabajar –explicó con tristeza Germán–. Si no, esto será un galpón más abandonado.”
Informe: Romina Ruffato.
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