La moda de los cuatriciclos, para trepar médanos y recorrer las playas. Crónica de una excursión en caravana, sobre cuatro ruedas y contra el viento y la arena. Costos de los alquileres.
› Por Carlos Rodríguez
desde Villa Gesell
Montado sobre el cuatriciclo, Mauricio se siente un superhéroe y se mueve como si lo fuera. Es el instructor y el guía, motivo por el cual encabeza la caravana que avanza en fila india, con decisión, rumbo al parador La Punta, en el extremo norte de Gesell. Los médanos forman lomos irregulares, cada vez más difíciles de trepar y el viento, en la punta de las dunas más elevadas, produce el efecto de una arenadora de las que se utilizan para limar las asperezas de los metales preciosos, previo a la tarea del pulidor que le saca brillo al oro. Es un chorro de arena que lo salpica todo. Aunque se trate de un día de sol, el viento es frío. El típico ventarrón del sur que arrasa. “Trepen en diagonal y nunca bajen los pies del cuatriciclo para apoyarlos sobre la arena y ayudarse. Con la máquina en movimiento eso puede ser peligroso”, recomienda Mauricio. La travesía en cuatriciclo, entre los médanos, con picos de 70 y hasta 80 kilómetros por hora, se pone peluda cuando la arena golpea el rostro, daña los ojos a pesar de los anteojos obligatorios y supera todas las barreras, de la ropa, del calzado, de la línea que separa la piel de las entrañas.
“Tengo arena hasta en el...”, dice uno de los turistas, sin terminar una frase obvia y grosera. “Yo también”, dice su acompañante y las palabras le salen con ruido a dientes con arena lastimando el flúor. De todos modos, nadie se baja ni quiere volver. Todos disfrutan del vértigo. La adrenalina hace que las dificultades se disimulen o que sea más emocionante la experiencia. Para no defraudar a los que lo siguen y para motivarlos, Mauricio hace colear su Honda 90 y las cuatro ruedas, de a dos por vez, levantan una cortina de arena hacia los costados, que hacen más bellas y le dan movimiento a las fotografías que ilustran la nota.
“Las excursiones siempre se hacen con más de un guía y hasta cuando los turistas salen solos con sus cuatriciclos, hay guías que los siguen de cerca por las dudas, para ayudarlos, para intervenir en caso de que hagan alguna maniobra peligrosa”, le explica Mauricio a Página/12. Superados los médanos, al llegar a la arena húmeda que corre en línea recta con el mar, la caravana se hace más vertiginosa, pero otra vez sobresale la voz del guía: “No vayan sobre el agua, no mojen los motores. Siempre seguimos sobre la arena”. Las excursiones en grupos numerosos se hacen entre las 19.30 y las 20.30. Los que se suban a los cuatriciclos alquilados tendrán que tener más de 21 años, aunque hay chicos de 13 o 14 que, acompañados por sus padres o sus hermanos mayores, se pueden poner al volante, con la asistencia permanente del adulto.
Una hora de paseo cuesta 80 pesos y la media hora 45, según la máquina que se alquile. Las más grandes y potentes tiene valores de 110 y 60 pesos, respectivamente. Dos horas de excursión cuestan entre 100 y 130 pesos, según el cuatriciclo que se elija. La empresa Novo Fox, en Buenos Aires, y Alameda 212, en el barrio norte de Gesell, promociona sus viajes como una “inolvidable travesía”. Por momentos, lo único que falta es la presencia de beduinos para que el desierto de la villa se parezca, más todavía, al de Arabia Saudita. Otras empresas, como Cuatriciclos del Sol, Honda Blanc y Moto Fox, hacen también excursiones hacia la reserva natural del Faro Querandí, en el extremo sur de la villa.
A los que sientan vértigo sobre los cuatriciclos, les queda la opción de ir, de todos modos, a que Florencia, la empleada de Novo Fox, les explique costos y detalles de la travesía. Es un placer mirarla a los ojos y escucharla. Claro que ella también provoca vértigo a los mortales de corazón sensible.
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