Mié 30.01.2008

SOCIEDAD  › DETUVIERON POR EXTORSION AL TITULAR DE LA 1ª DE SAN ISIDRO

Al comisario le sacaron el caballo

Luis Peveri fue detenido en un operativo sorpresa cuando intentaba cobrar a un chatarrero, en un bar, 10 mil dólares para cajonear una causa que lo afectaba. La comisaría fue allanada. En 2007, Peveri negoció la entrega de Mario Ochoa, condenado por violación.

“La persona a la que ponen precio a su cabeza sabe que en cualquier momento va a ser descubierta.” La noche del 16 de agosto pasado, el ignoto capitán Luis Orlando Peveri alcanzaba el clímax mediático de su carrera policial cuando, al frente de la comisaría primera de San Isidro, negociaba y convencía a Mario Ochoa –el chofer condenado a 16 años por abuso sexual de menores, que había quedado en libertad provisoria y se había escurrido del posterior pedido de detención– de que lo más razonable era entregarse. Meses después, el mismo capitán logró reflotar aquella célebre frase autoacuñada de la cabeza con precio y volvió a trepar a la indomable cresta de la ola noticiosa: Peveri ayer fue detenido por sus pares. Un supuesto empresario del reciclaje (vulgarmente chatarrero), que por el momento se mantiene en el más cruel de los anonimatos, lo denunció porque, según el chatarrero, Peveri le exigía varios miles dólares para aliviarlo en una causa judicial en la que el mismo denunciante estaba involucrado. Como la realidad siempre tiene su ida y vuelta, su devolución de gentilezas, en su segundo estrellato Peveri decidió contratar como letrado al abogado Rubén Jones, el mismo que en agosto pasado era contratado como defensor del entregado Ochoa.

Una docena de hombres de Asuntos Internos de la Bonaerense, dirigidos por el fiscal de San Isidro Daniel Calegari, se desparramaron en mesas y alrededores de un bar próximo a la comisaría primera, ubicada en Alsina 90, pleno centro de San Isidro. En una de las mesas, solo, pero vigilado por 26 ojos, aguardaba el denunciante de identidad protegida, el Sr. C(hatarrero), con un maletín o paquete con varios miles de dólares (algunas fuentes corrieron la versión no confirmada de que se trataba de diez mil de los verdes). Aguardaron hasta que llegó el capitán Peveri, el surfista de noticias, el dueño de aquella célebre frase que coronó la negociación con el buscado Ochoa hasta lograr su entrega.

Ayer, también Peveri aparecía involucrado en una negociación. Aunque diferente. Según el Sr. C, él debía pagar la suma que llevaba en el maletín al capitán para que éste lo liberara, le alivianara una complicación judicial que aquejaba al empresario, una causa que no está establecido si fue inventada para obligar a un pago, o si existe realmente.

Lo cierto es que el olfato de sabueso del capitán, que no por nada llevaba la mayor parte de sus 45 años dedicados a la carrera policial, le despertaron sospechas. “A lo mejor vio demasiada gente en el bar”, confió una fuente judicial. Lo cierto es que Peveri intentó sacar al Sr. C a la calle para que la entrega se efectuara en otro lugar. Y fue entonces que 24 de los 26 ojos le cayeron encima en forma de brazos. Y, para colmo, después, el operativo siguió con el allanamiento de la seccional primera, en pleno centro de la paquetísima capital del rugby.

Comprenderá usted, estimado lector, que semejante escena no se vive todos los días en San Isidro. No es lo mismo que en Las Catonas, El Jagüel, Los Hornos o Isidro Casanova, donde los vecinos están acostumbrados a creer que los uniformados están del lado de la reja que no les corresponde. Y más aún, acostumbrados a tomar justicia por mano propia y prender fuego a comisarías y/o camionetas policiales.

Pero en San Isidro, no. Y ver detener a un titular de comisaría, que participó con los foros de seguridad, en un espectacular operativo sostenido por la Justicia local y por la propia tropa, llama poderosamente la atención y golpea la base de aquella estigmatizante creencia de los buenos y los malos, en la que Peveri, hasta ayer, integraba las filas de los primeros.

Desde el Ministerio de Seguridad se decidió desafectar a Peveri de sus funciones, primer paso para su posterior exoneración, o reincorporación con honores, según avance o se detenga la causa judicial en su contra.

Horas después, Rubén Jones, el abogado que había asistido a Ochoa –el detenido por Peveri en agosto–, ingresaba en los Tribunales de San Isidro para asistir a Peveri, que ahora pasaba por las mismas rejas que habían guardado al anterior cliente. “Hasta ahora estoy enterado por trascendidos –dijo Jones–. No están demasiado claros los motivos del procedimiento. Primero veré de qué se trata esta causa.”

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