Mar 10.09.2002

SOCIEDAD

En el juicio por Natalia Melmann, los acusados impusieron el terror

Uno de los policías sospechosos del asesinato viajó al juicio junto al padre. Los tres acusados se pasaron el primer día del juicio haciendo señas amenazantes al Gallo Fernández. Y una testigo evidenció temor a los uniformados. Emotivo testimonio de los padres.

› Por Horacio Cecchi

Cargado de emotividad y de señales comenzó ayer el juicio oral por la violación y asesinato de Natalia Melmann, ocurrido en Miramar el 4 de febrero de 2001, por el que están acusados un ex convicto y tres policías. La emotividad llegó de la mano del relato de los padres de Natalia, Gustavo y Laura, quienes con la voz quebrada hicieron una semblanza de su hija, describieron el largo recorrido de su búsqueda después de desaparecida y la acción de encubrimiento policial. Las señales corrieron por cuenta de los policías acusados, Oscar Alberto Echenique, Ricardo “El Mono” Suárez y Ricardo Anselmini. Los tres, durante toda la audiencia, se tocaron suspicazmente las orejas y el cuello mirando al cuarto acusado, Gustavo “el Gallo” Fernández. El gesto carga el pesado simbolismo mafioso de “si hablás, fuiste”. La amenaza también la registró la última de las testigos a la hora de reconocerlos. Fue tan obvio el terror que la atacó que el presidente del tribunal, Enrique Ferraris, le preguntó: “¿Por qué, si no lo conoce, al entrar miró tan fijo al acusado?”. Se refería a Orejita Anselmini.
El juicio por la causa 1164 (que llevó más de 3600 folios) lo lleva adelante el Tribunal Oral Criminal 2 marplatense, presidido por Enrique Ferraris y con Rodolfo Guimarey y Reinaldo Fortunato como vocales. La diminuta sala se vio desbordada por cantidad de familiares y periodistas, además de la presencia de Rosa Bru, madre de Miguel; Luis y Myriam Bordón, padres de Sebastián, y Jorge Witis, padre de Mariano, además de miembros de la flamante Asociación Nati (ver aparte). Ya antes del inicio de la audiencia el clima cortaba el aire denso como un cuchillo. La olla estalló cuando los guardias intentaron palpar a Gustavo Melmann antes de ingresar a la sala, y éste reaccionó arrojando su campera contra los guardias.
Una de las curiosidades que deparó esta primera jornada ocurrió durante la mañana temprano. Gustavo Melmann viajaba en micro desde Miramar a Mar del Plata para asistir al juicio, acompañado por el periodista Alberto Pensotti. Una radio llamó en el camino a Pensotti para pedir datos del juicio. Este, entonces, pasó el auricular a Melmann. Y el padre de Natalia, en medio de la comunicación dijo: “¿Querés saber con qué presión vivimos? Te paso con uno de los asesinos de mi hija, que viaja dos asientos atrás nuestro”. Era Anselmini. Precisamente, para evitar este tipo de presiones fue que el fiscal Marcos Pagella solicitó al tribunal la detención de Orejita. Igual que sus colegas de imputación, Anselmini está acusado por privación ilegal de la libertad agravada, abuso sexual agravado y homicidio triplemente agravado por alevosía, ensañamiento y con el fin de ocultar otro delito. Y no se comprendía el motivo por el que él pudiera estar libremente respirando en la nuca de familiares y testigos. Ayer, Anselmini terminó con detención domiciliaria en lo de su padre, en Mar del Plata.
El primero en declarar fue Gustavo Melmann, quien durante tres horas conmovió con su semblanza sobre Natalia y sobre la infructuosa búsqueda de su hija desde el 5 de febrero hasta el 8, cuando apareció su cuerpo. También describió la larga lista de palos en la rueda que introdujeron los uniformados. Laura y sus hijos Nahuel y Nicolás coincidieron en describir los boliches de la costa como una zona liberada, donde no rige la prohibición de venta de alcohol a menores, donde adultos y menores se entremezclan y donde las razzias policiales están anunciadas desde antes, “para que no pase nada”.
Tres amigas de Natalia, menores de edad, detallaron cómo habían comprado un cartón de vino y que Natalia, que no estaba acostumbrada a tomar, se descompuso. En ese estado, en La Cantina, fue abordada por dos hombres mayores. La descripción corrió por cuenta de Alcira Leonor Cappicot, otra amiga de Natalia que estaba en el mismo boliche. “Uno era morocho, grande,de pelo corto; el otro mayor, de más de 40, más bajo, gordo y canoso.” La descripción correspondía al morocho Suárez y al gordo y canoso Anselmini. Pero cuando el abogado de los Melmann, Julio Razona, preguntó si los dos personajes se encontraban en la sala, Cappicot, que minutos antes había entrado con cara de espanto, respondió que no. Costó que mirara hacia su derecha, donde se sentaban los acusados. “Más atrás, más atrás”, le decía Guimarey, intentando que mirara en dirección a los policías. Tanta dificultad fue aclarada por Ferraris cuando preguntó: “¿Está muy nerviosa?”. Cappicot respondió que no. “¿Entonces, por qué al ingresar miró tan fijo a uno de los acusados?”
Hoy, a 400 kilómetros, en la Facultad de Bioquímica de la UBA se realizará una ampliación del estudio de ADN. La información preliminar de los peritos de la Suprema Corte bonaerense ya indicó que no son tres sino cuatro los policías: como anticipó Página/12 pocos días después del crimen, el uniformado Panadero también fue de la partida. Razona ya pidió su detención preventiva.

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