“Estos sitios son una mediación más, como antes lo era ir a bailar, que alguien te presente a un chico, o la vestimenta. No escapa a las nuevas prácticas que surgen con los avances técnicos. Y es algo positivo en la medida en que es un espacio más para el contacto entre personas”, analiza la psicóloga y sexóloga Virginia Martínez Verdier.

–¿Aun en los casos de segregación entre quienes los usan y quienes no?

–Funciona como cualquier otro clan, donde aquellos que tienen el código son deseables y valiosos. La discriminación es un empobrecimiento de las relaciones, pero en la medida en que sea un ambiente alternativo es un lugar donde enriquecerse.

–Los chicos dicen que ellas son poco flexibles con quienes no lo usan...

–Pero a la vez están más abiertas dentro del clan. Las chicas tuvieron vedado por mucho tiempo el touch & go, esto de tocar y escapar. Y ahora se da esa conducta masculina en la mujer, de decir “estuve con muchos chicos, tengo mucha experiencia”. Digo “masculina” porque la sociedad los exhortó históricamente a tener muchas mujeres para ser alguien importante.

–¿Y qué pasa con los chicos que en otros espacios “no son nadie”?

–Los chicos con la autoestima baja en una etapa tan revolucionaria como la adolescencia buscan constantemente la mirada del otro para definir su identidad propia. Eso los puede llevar a estar muy pendientes de resaltar en este espacio que se les permite y no conectar con necesidades reales como la intimidad, el enamoramiento, incluso el impulso sexual. Lo que sí es preocupante es la mecanización del sexo motivado por mera acumulación.

–¿Y qué ocurre con el hecho de que cada vez sean más jóvenes?

–No escapa a un fenómeno de la sociedad en su conjunto. Hace varios años que la edad promedio de iniciación sexual en Argentina es entre los 15 y los 16 años. Que hoy por hoy la mayoría de los chicos del fotolog que se encuentran para tener relaciones tengan esas edades no es extraño. De hecho, el promedio está bajando a 14 o 15 y hay muchos “debutantes” de 12.