SOCIEDAD • SUBNOTA › REPORTAJE A LA MINISTRA NILDA GARRE
La ministra de Defensa marca como objetivo “cambiar mentalidades”, tanto en temas de género como en la vida militar en general. Las resistencias a ellas, los cambios legales y el bajo nivel de abusos.
› Por Mariana Carbajal
En el salón Almirante Brown del Edificio Libertador, cuelgan los retratos de los 22 ministros de Defensa que tuvo el país en tiempos democráticos. Son todos varones. “Creo que hubo un poco más de preocupación en las Fuerzas Armadas por mi procedencia política que por mi género”, comenta, con cierta sorna, Nilda Garré, en su amplísimo despacho, durante una entrevista con Página/12, donde se explaya sobre la revolucionaria política de género que está llevando adelante desde que asumió. “Estamos lejos de donde querríamos llegar”, señala. Tiene una elegante camisa negra y campera de cuero al tono. Antes de que el fotógrafo dispare, pide unos minutos para retocar el cabello. Entre sus objetivos, dice, figura romper con la “cultura de ghetto” de la llamada familia militar que “los lleva a no relacionarse lo suficientemente con la sociedad y después se crean los microclimas que ellos alimentan: se escuchan entre ellos y un buen día creen que eso es la verdad”.
–¿Cómo analiza el proceso de incorporación de mujeres?
–En Israel las mujeres hoy tienen acceso al 90 por ciento de los roles del área de defensa y de combate. Acá falta mucho por hacer para llegar a eso. Estamos lejos de donde querríamos llegar.
–¿Hay resistencias de los militares a esta apertura?
–Sí, las hay, pero no son confesadas abiertamente. En la práctica concreta no tienen problemas con las mujeres. Las mujeres son muy tenaces. Su rendimiento como soldados es muy elogiado. Quizá tienen que redoblar sus esfuerzos para tener las mismas posibilidades de promoción que los varones. Cuando preguntamos sobre el rendimiento en las escuelas, tanto en las de suboficiales como las de oficiales, claramente las mujeres sacan mucho mejores calificaciones. Por supuesto en la cuestión física hacen un gran esfuerzo. Pero no piden un régimen distinto al de los hombres, aunque son aspectos que hay que considerar porque una verdadera equidad exige contemplar situaciones diferentes. No lo van a admitir, pero muchos piensan que las mujeres no pueden estar en situaciones de combates o en lugares de peligro. Está la famosa discusión sobre si las mujeres son más sensibles y por consiguiente no van a tener la frialdad y racionalidad requerida en los momentos más extremos. Son teorías. No hay pruebas que indiquen que no sean aptas para el combate ni está demostrado que tengan alguna limitación. Incluso en las prácticas de ejércitos irregulares, guerrilleros, hay testimonios de mujeres combatientes muy duras, muy arriesgadas, igual que los varones.
–¿Hay muchas denuncias de abuso sexual?
–No, no hemos visto muchas situaciones de abuso sexual.
–¿Cómo es escuchada y recibida la incorporación de la perspectiva de género a las políticas de Defensa?
–Creo que están resignados. A veces ponen objeciones prácticas, no ideológicas. Por ejemplo, dicen: “si las mujeres no van a estar disponibles por la maternidad, vamos a necesitar más hombres para las guardias”. Pero no hay una objeción fundada. Lo que hemos notado sí es un cierto abuso de autoridad hacia las suboficiales, un trato más autoritarios de parte de sus superiores.
–¿Analizan levantar la restricción del acceso a Infantería y Caballería?
–No, pero el Consejo de Políticas de Género que me asesora lo tiene como tema de discusión en su agenda. Es importante que se avance con el mayor consenso posible. Mientras tanto, estamos tratando de que se consoliden los cambios ya generados.
–Otro bastión masculino siguen siendo las juntas de Calificación y Promoción que establecen los ascensos.
–Estamos analizando el decreto que regula la integración de esas juntas para ver si es posible alguna reforma. Se fijan como condición grados que las mujeres todavía no han alcanzado. La idea es garantizar las mismas oportunidades para hombres y mujeres y remover todas las normativas que puedan ser obstáculos. Y garantizar que se cumplan en la medida en que vayan llegando a cargos que les permitan acceder a mayores responsabilidades.
–Un cambio de su gestión es que los cadetes que tengan un hijo durante su formación no sean echados de la escuela militar. ¿Cómo se explica una normativa así?
–La Armada era la única que tenía adecuadas sus reglas a las normas del Derecho Laboral en caso de que una cadete quedara embarazada: podía cursar las materias sin el régimen de internado, se le daba licencia por maternidad, lactancia y cobertura médica. Ahora eso alcanza al Ejército y a la Fuerza Aérea. Pero resulta que las tres fuerzas echaban al cadete varón que reconocía un hijo. Tenían como condición de ingreso que ser soltero y no tener hijos, pero si se producía un hecho no planificado que a veces ocurren, no lo contemplaban. Yo les decía: ustedes que hacen invocaciones religiosas por todo, resulta que al tipo que asume su responsabilidad y reconoce un hijo lo echan. No era sólo un problema con la maternidad de las cadetes: había una sanción de tipo moral. Sucedía que por la presión, varones con vocación y amor por su carrera no reconocían a su hijo, no cumplían con su deber. Eso es inaceptable.
–¿Qué pasará con el régimen de traslados que deben aceptar los militares para ascender en su carrera?
–Es otro tema que está en estudio. Antes las mujeres los acompañaban, se trasladaba toda la familia. Hoy vemos que las mujeres a veces dicen “yo no voy” porque no quieren perder su trabajo o tienen su propia carrera. También los hijos adolescentes se niegan porque no quieren cambiar de escuelas o alejarse de sus amigos. Hoy vemos que algunos varones viajan solos y cada tanto visitan a su familia, pero queremos ver de contemplar esas situaciones. Para llegar a general un militar tiene un promedio de 14 a 16 mudanzas. Eso es lo que lleva a vivir en barrios militares, a generar una cultura cerrada, que nosotros también queremos modificar. Después se crean los microclimas que ellos alimentan: se escuchan entre ellos y un buen día creen que eso es la verdad.
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