SOCIEDAD • SUBNOTA
Para los sobrevivientes del sismo de Tangshan en 1976, cerca de Beijing, se habrían podido evitar muertes en el temblor que sacudió la provincia china de Sichuán el 12 de mayo pasado, si se hubiese prestado más atención al comportamiento de los animales. Aquella vez, los perros ladraron durante horas antes de que el sismo golpeara en la madrugada, recuerda Fu Wenran, cuya esposa falleció junto a unas 240.000 personas. Los ratones y las serpientes salieron de sus escondites. Los caballos y las vacas empezaron a dar coces contra las paredes de sus establos. “Los animales trataban de decirnos algo. Si lo hubiésemos sabido, no hubiera muerto tanta gente”, lamenta Fu.
Antes de que se produjera el temblor de Sichuán, miles de sapos huyeron de la ciudad de Mianyang, cerca del epicentro. Hoy, muchos ven en este éxodo una señal premonitoria, según se refleja en los blogs de Internet. “Hay estímulos físicos y químicos que emanan de la tierra antes de un terremoto y probablemente son sentidos por los animales”, explica George Pararas-Carayannis, oceanógrafo, presidente de la Tsunami Society.
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