SOCIEDAD • SUBNOTA
› Por Eduardo “Tato” Pavlovsky
Fernando Ulloa ha marcado la cumbre del psicoanálisis argentino. El mantuvo durante toda su vida una compaginación, excepcional, donde el psicoanálisis tuvo su lugar en lo individual, en las instituciones, en las grandes asambleas, en los grupos de trabajo. El más conocido de estos últimos fue Les Luthiers, a cuya coherencia contribuyó mucho el trabajo de Fernando; pero hubo muchos equipos de profesionales, médicos, abogados, ingenieros que se acercaron a él para examinar su propio funcionamiento.
Pensando en un psicoanalista argentino de su nivel, desde luego podemos nombrar a Enrique Pichon-Rivière, pero creo que, a lo largo del tiempo, Ulloa llegó a un mayor desarrollo práctico de sus ideas. Así sucedió en su trabajo en derechos humanos, con las Madres y las Abuelas.
En lo personal, Fernando Ulloa fue el analista que estuvo conmigo en un momento muy difícil, de decisión, en mi vida. Después, fuimos amigos. Muchas veces salíamos a comer, tomábamos unos vinos. Yo a veces le contaba mis problemas y él, que me conocía muy bien, me hacía sus devoluciones. Mi obra teatral Largo encuentro se vincula con aquellos diálogos. Este sábado, un día después de su muerte, tuve la fortuna de poder dedicarle la última función de mi obra Potestad, que está entrañablemente ligada al esfuerzo por indagar en busca de la subjetividad del represor, en el que él también trabajó tanto.
Testimonio recogido por P. L.
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